Las democracias digitales, entendidas no únicamente como aquellas que están digitalizando el proceso de voto, sino también como aquellas en las que la ciudadanía tiene un amplio acceso a Internet, corren el doble riesgo de verse atacadas tanto durante la celebración de las propias elecciones, mediante ciberataques, como a través de campañas de desinformación. Dado que la digitalización -al menos en algunos aspectos- no parece reversible, tendrán que establecerse medidas de protección para evitar que se repita lo ocurrido en campañas electorales como la estadounidense de 2016 o las elecciones de mayo de 2019 al Parlamento Europeo.
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