El manejo, desde su misma creación, de medios de “tecnología punta” en cada momento histórico, ha marcado la impronta de lo que ahora conocemos como Ejército del Aire y del Espacio. Una necesidad perenne que ha exigido de sus miembros, no solo estar intelectualmente capacitados y moverse en una dimensión peligrosa por antinatural, sino estar siempre actualizados y tener permanentemente una visión hacia el futuro; consecuencia clara de tener que desenvolverse en un entorno altamente cambiante, donde la obsolescencia y los avances científicos impiden la relajación y obligan a mantenerse especialmente atentos a los cambios y, en la medida de lo posible, a anticiparse a los mismos.
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