
Hoy se celebra en el Cuartel General de la OTAN en Zaventem, Bruselas, una reunión crucial en la que participarán los ministros de Defensa de los Estados miembros y algunas de las principales empresas del sector: cita a la que ninguna compañía española ha sido invitada. La reacción del Ministerio de Defensa, boicoteando el evento y negándose a asistir a modo de protesta, puede entenderse como la de un mal perdedor que, después de no haberse esforzado lo suficiente, carga en otros la culpa de su inacción. Es pues momento de hablar de las razones por las que España se ve excluida de este tipo de eventos y sobre las posibles soluciones, que pasan en todos los casos por destinar más personal a puestos concretos en el exterior. Ese y no otro es el auténtico “multiplicador de fuerzas” que nuestra industria de Defensa necesita para crecer.
El concepto de «multiplicador de fuerzas» puede entenderse como aquel atributo o combinación de estos que potencia la capacidad de una unidad militar a la hora de llevar a cabo su misión de manera efectiva. Por utilizar una definición más o menos aceptada -la utilizada por el Departamento de Defensa de los EE. UU.- podríamos describirlo como aquella «capacidad que, cuando se añade a una fuerza de combate y es empleada por ella, aumenta significativamente el potencial de combate de dicha fuerza y, por tanto, incrementa la probabilidad de éxito en el cumplimiento de la misión»[1]. En puridad, puede ser desde un recurso material -caso de una tecnología más avanzada- a uno intangible llegado el caso, como la moral o a inteligencia. No obstante, dado que no es el objeto de este artículo, no entraremos en ejemplos históricos ni en contrastar las distintas definiciones. Por el contrario, una vez explicada la idea básica, vamos a centrarnos en lo que nos interesa: nuestra industria de Defensa y la incapacidad del Ministerio de Defensa a la hora de actuar como multiplicador de fuerzas para la misma en el exterior.
Como sabemos, hace apenas unos días la secretaria de Estado de Defensa, Amparo Valcarce, aprobó el texto de la nueva Estrategia Industrial de Defensa (EID) 2023[2], sustituyendo así a la anterior, que databa de 2015. Más allá de lo inadecuado -o todo lo contrario- que pueda ser publicar un documento fundamental a mes y medios de unas elecciones generales que para más inri han sido adelantadas a consecuencia del varapalo en las locales y autonómicas, hay que reconocer que esta guía fundamental se había hecho esperar durante demasiado tiempo. Por desgracia, el texto todavía no es público, aunque sí su índice que, para lo que nos interesa, incluye un apartado titulado exactamente igual que en la EID 2015 “Cooperación internacional y apoyo exterior”. Aunque ciertamente la EID 2023 podría incluir una redacción totalmente diferente a la de la anterior, lo más probable es que el espíritu sea el mismo, de ahí que hayamos seleccionado, de la EID 2015, el siguiente extracto[3]:
“Debido a la relevancia de las relaciones y de los foros internacionales en el ámbito de la industria de defensa, resulta especialmente crítico el desarrollo de la capacidad de apoyo a la proyección exterior no sólo de las empresas españolas, sino también del propio Ministerio, de forma que esté presente y posea capacidad de influencia sobre los foros supranacionales que actualmente definen la evolución de la defensa en su conjunto y del mercado asociado a la misma.
Así pues, la importancia de la dimensión internacional en el ámbito industrial de defensa obliga a que la gestión de los instrumentos que posee el Ministerio sea ejecutada con la máxima coordinación y eficiencia”.
Como vemos, en unas pocas líneas el por entonces secretario de Defensa -se redactó en tiempos de Pedro Argüelles- dejó meridianamente claro que era perfectamente consciente de la necesidad de que el Ministerio influyese a través de los foros supranacionales en beneficio de la industria de defensa patria. Claro está, el papel lo aguanta todo. Y si es público, sus características en cuanto a resistencia pueden llegar a superar con creces a las del adamantium, el mithril, el duranium o el metal Rearden… Desgraciadamente, la realidad no entiende de supuestos fantásticos y vive siempre dispuesta a poner en su sitio a quien lo merece. Eso es, ni más ni menos, lo que nos está pasando precisamente hoy en sede OTAN.
Cuando echamos la vista a lo ocurrido en los últimos años tenemos que -a pesar del extracto procedente de la EID 2015 que hemos compartido- lo que el Ministerio de Defensa decidió en última instancia no fue apoyar a nuestra industria en el exterior con todos los medios a su alcance, sino plantear un recorte del 40% en el número de puestos en el extranjero, incluyendo al personal que desempeña su labor en el Cuartel General de la OTAN en Bruselas o que ocupaba las agregadurías militares. La cifra finalmente fue ligeramente menor, pero aun así supuso un tijeretazo de casi un tercio en el número de agregados militares[4], la primera línea en cuanto a obtención de inteligencia y un elemento clave cuando de conseguir contratos en el exterior se trata. Quedó claro que lo internacional, en la práctica, no entra en los planes del Ministerio, algo que se demostró cuando -en este caso en la UE- tuvo lugar una reunión crucial como la de Brest los días 12 y 13 de enero de 2022[5] y nuestra ministra de Defensa, lejos de personarse y defender los intereses del país, consideró más importante visitar la Jefatura de Apoyo Logístico de la Armada[6]. Sucede que, si no se presiona a diario, no se tiene personal suficiente para estar al tanto de todo lo que se mueve y de paso se dejan morir algunas fábricas como las de munición o estas caen por completo en manos extranjeras y luego en la OTAN se organiza una reunión de alto nivel entre los ministros de Defensa de la Alianza y la industria de defensa, nadie cuenta contigo. Lo más sangrante es que a pesar de que ninguna empresa española haya sido invitada, entre las grandes multinacionales se han colado también algunas compañías de Europa del Este casi insignificantes[7] por facturación o capacidades. Ahora todo son lágrimas. La respuesta de nuestro Gobierno, que ha pasado por boicotear el acto[8], no es sino una pataleta infantil de quien durante demasiado tiempo ha evitado hacer los deberes y, cuando le llega el suspenso, echa las culpas al profesor.
La posición lógica habría sido la contraria: asumir el error, acudir al acto, mostrar el descontento y presionar por todos los medios posibles para que nuestra industria sea incluida en futuras reuniones, algo que al menos en parte se ha hecho al bloquear el plan de de producción de armamento hasta que no se cuente con nuestra industria[9]. A partir de ahí, hacer las cosas de otra forma totalmente opuesta a como las venimos haciendo. En lugar de confiar en que la genialidad -y especialmente en la capacidad de sacrificio, pues las jornadas de trabajo de algunos de nuestros representantes aquí en Bruselas mandarían a la enfermería al mismísimo Alekséi Stajanov- de unos pocos españoles en el extranjero sea suficiente, hemos de aumentar el número de los mismos. La valía personal de casi cada uno de ellos, es innegable. Además esto es aplicable tanto a los representantes españoles ante la OTAN (tanto en representación militar como en la política) y la UE, como a los que desarrollan su labor en el seno de las instituciones europeas o, incluso, a los enviados de las pocas empresas de Defensa que cuentan con oficina en la capital europea, aunque este sea un problema diferente al pertenecer al sector privado. El asunto es que la sobredosis de trabajo es patente, con la misma persona en muchos casos llevando tres o cuatro temas diferentes, cuando sus homólogos de otros Estados se centran en uno o, a lo sumo, dos: no se llega a todo y es imposible presionar en condiciones.
Por supuesto, habrá quien considere la diplomacia, como muchas otras funciones que desarrollan nuestros militares -aunque en este caso, no solo-, algo superfluo. No obstante, y quien escribe tiene contacto diario con militares e industriales de otros Estados de la UE, cualquiera que sepa cómo funcionan en otras latitudes se dará cuenta inmediatamente del error que suponen las decisiones que hemos expuesto anteriormente. Cuando uno pretende impulsar su industria de Defensa y, en general, su posición internacional, debe invertir sumas considerables en todo lo relativo a representación, pues unas pocas decenas de profesionales más pueden suponer una diferencia abismal. También hay que saber hacer lobby y dar instrucciones claras a los representantes. Aplicado a la UE o a la OTAN, esto supone, por ejemplo, pagar del propio bolsillo cuantos más puestos de designación nacional, mejor. Los contratos, y en general cualquier decisión que se tome en ambos organismos, suelen llevar aparejados un largo proceso que incluye la elaboración de informes previos de todo tipo, negociaciones a cara de perro de cara a la redacción de los documentos finales, etc. Cuantos más nacionales intervengan en dicho proceso, tanto más fácil será que, al final del mismo, el resultado sea conveniente a los intereses españoles. Esto es algo que franceses o italianos saben a la perfección. España, por el contrario, pretende seguir viviendo de rodomontada en rodomontada, confiándolo todo al talento y sacrificio individuales, en lugar de al esfuerzo consciente y colectivo.
Claro está, solucionar un problema que arrastramos desde hace años no puede hacerse -ni debe- a corto plazo, pues muchos de los puestos a completar requieren de personal con una formación -para empezar en cuanto a idiomas- y con unas dotes específicas que no siempre son fáciles de encontrar. Es uno de esos espinosos asuntos, como el de la estabilidad presupuestaria en materia de Defensa, que por fuerza debe tratarse como un asunto de Estado, logrando un pacto al menos entre los dos partidos mayoritarios, de forma que el número de españoles en las instituciones mencionadas no sufra de altibajos. Además, lejos de afectar únicamente a nuestros militares -y no tenemos oficiales suficientes como para cubrir tantos frentes-, el asunto implica de lleno a otros ministerios. Sin embargo, no todos sufren las mismas estrecheces. Por ejemplo, el Ministerio de Exteriores ha sido capaz de trasladar a Bruselas recientemente más de una decena de jóvenes recién egresados de la Escuela Diplomática para apoyar la Presidencia española de turno de la UE.
Por otra parte, y volviendo sobre nuestros militares, está el tema de las rotaciones; dado el funcionamiento de la Carrera Militar y, en general, del Ministerio de Defensa, cada vez que uno de nuestros oficiales logra superar la empinada curva de aprendizaje que tienen algunos puestos en el exterior y ya es capaz de desempeñar su labor con garantías, le llega el momento de ascender o de cambiar de destino. Esto, para lo que a España le interesa, supone vivir en un “día de la marmota” perpetuo, que impide sacar todo el partido posible al capital humano que tenemos y a las posibilidades que para el país y su industria de Defensa implica el copar algunos puestos.
Dado que el espacio que podemos dedicar en un artículo de estas características es muy limitado, no abordaremos otros aspectos que influyen sobre la capacidad de nuestro personal en las instituciones internacionales, como la conciliación familiar, sin ir más lejos.
Lo único importante hoy es dejar claro que un país que se precie debe contar con un plan integral de apoyo a su industria de Defensa en el exterior, que este no puede escatimar en personal, que instituciones como la OTAN y la UE obligan a largas curvas de aprendizaje hasta que se consigue rendir -lo que a su vez tiene un impacto sobre la forma en que se organizan las rotaciones-. Por encima de todo, que debemos aumentar notablemente la inversión en un aspecto que hemos venido descuidando. No es de recibo, y máxime en un escenario de grandes aumentos presupuestarios como el actual, que estemos dispuestos a invertir 10.000 millones de euros en el FCAS, miles en blindados de dudosa utilidad futura o que hayamos destinado casi 4.000 millones al programa S-80, pero que no podamos dedicar unas decenas a un capítulo que, bien explotado, podría ofrecer a nuestras empresas un retorno todavía mayor.
Dicho esto, hasta que no seamos conscientes de que una inversión relativamente escasa, como es la equivalente al salario de unas decenas de personas, tiene un impacto capital sobre las posibilidades de crecimiento y exportación de un sector crítico en tanto actúa como multiplicador de fuerzas, seguiremos lamentándonos. Eso es, precisamente, lo que estamos haciendo hoy…
Notas
[1] https://www.militaryfactory.com/dictionary/military-terms-defined.php?term_id=2165
[2] https://publicaciones.defensa.gob.es/media/downloadable/files/links/b/o/bod_20230607_110-al.pdf
[3] https://www.defensa.gob.es/Galerias/dgamdocs/estrategia-industrial-defensa-2015.pdf
[4] https://www.vozpopuli.com/espana/defensa-agregadurias-militares-extranjero_0_1418259395.html
[5] https://www.dw.com/es/la-unión-europea-debate-la-creación-de-una-fuerza-de-acción-rápida/a-60417748
[6] https://twitter.com/REjercitos/status/1481937810659676162
[7] https://www.euractiv.com/section/europe-s-east/news/nato-ministers-to-meet-defence-manufacturers-amid-capacity-woes/
[8] https://www.elmundo.es/internacional/2023/06/14/6489d42921efa007798b4599.html
[9] https://www.elperiodico.com/es/internacional/20230615/defensa-bloquea-plan-accion-otan-88732646
Verdades como puños!! No se puede decir mejor ni más claro la importancia del factor humano
Un artículo muy oportuno en momentos en los que tanto se opina sin fundamento. A pesar de otros logros significativos de M Robles, esto debe ponerse en du DEBE. No obstante, el error de minimizar nuestra capacidad de análisis, contactos y acción diplomática en este ámbito es ya endémica. Se ha extraído y excluido de nuestros programas de gestión y dirección tanto en el Ministerio de Defensa como en el Gobierno, el Parlamento y los círculos políticos. A la vista de las listas publicadas, en la próxima legislatura no habrá en el Congreso ni un par de diputados que tengan siquiera una mínima experiencia en este ámbito y mucho menos que además sepan leer un documento en Inglés o mantener una conversación sobre temas industriales, de Armamento, ciberseguridad, espacio o defensa.