
El antiguo imperio del sol naciente, conocido en las últimas décadas por su pacifismo, ha aprobado recientemente la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Japón. Un documento que unido a la última Estrategia de Defensa Nacional y al Programa de Refuerzo de la Defensa de Japón nos hablan de una escalada en la región, motivada por el auge de la República Popular de China y su creciente asertividad. Con la nueva Estrategia de Defensa Nacional de Japón, desde Tokio dejan de lado la postura pacifista que habían venido manteniendo desde la posguerra mundial, apostando por otra más ofensiva destinada a contrarrestar la creciente amenaza planteada por la República Popular de China.
El 16 de diciembre, Japón dio un gran paso al aprobar una nueva estrategia de seguridad nacional con cambios de calado en su política de defensa. Bajo la nueva Estrategia de Seguridad 2022, Japón no solo duplicará su gasto militar, sino que también desarrollará una nueva capacidad ofensiva que le permitirá realizar ataques de represalia en territorio enemigo, un cambio de rumbo notable de su política anterior de autodefensa, restringida por el Artículo 9 de su Constitución[1]:
“Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales”.
Mientras Tokio piensa en dotarse de capacidades de contraataque bajo una estrategia de seguridad nacional que busca un papel regional más asertivo, en un reciente comunicado de Anthony J. Blinken, Secretario de Estado de Estados Unidos, explicaba que ambos países convergen al reconocer vínculos más estrechos entre ambas naciones, con ideas afines y fundamentales para proteger los intereses y abordar los desafíos compartidos[2].
En un reciente Libro Blanco de la Defensa, ya se adelantaba esto[3], la estrategia de Japón converge con la de Estados Unidos al reconocer ideas afines para proteger los intereses y valores compartidos y abordar los desafíos comunes[4]. Este cambio en torno a la proyección militar de Japón, más allá de sus fronteras, vino precedido en 2014 de un intento de modificar la Constitución por parte del entonces Primer Ministro Shinzo Abe[5], un defensor acérrimo del aumento del gasto militar y el incremento de la presencia militar exterior[6].
En un entorno de seguridad regional cada vez más afectado por los programas nucleares y de misiles de Corea del Norte y la expansión de las actividades militares y paramilitares de China, Abe y sus aliados vieron en el Artículo 9 una restricción de la capacidad de defensa nacional de Japón y un obstáculo para ampliar los esfuerzos para contribuir a la seguridad regional. Asesinado el pasado verano, la muerte de Abe supuso la reapertura del debate.
Todo a pesar de que, como hemos visto, el Artículo 9 de la Constitución japonesa, expresamente, renuncia a la guerra como un derecho soberano de la nación y el uso de la fuerza como medio para resolver disputas internacionales, y prohíbe a Japón mantener fuerzas de tierra, mar y aire, así como otros potenciales elementos de guerra para tales fines.
Sin embargo, desde su promulgación inicial en 1947, el gobierno japonés y sus jueces han interpretado el Artículo 9 para permitir a Japón el derecho a la autodefensa, y con ese fin, el país posee hoy uno de los ejércitos más poderosos y modernos del mundo[7]. En el último Libro Blanco de la Defensa de Japón, presentado el 22 de julio de 2022 por el entonces ministro de Defensa nipón, Kishi Nobuo, ya anunciaba este cambio.
Para defenderse ante las amenazas de orden internacional y los valores universales, Japón no debía demorarse en fortalecer sus capacidades de defensa nacional. Por eso, en paralelo al Libro Blanco, se trabajaba en la elaboración de una nueva Estrategia de Seguridad Nacional, Estrategia de Defensa Nacional y el Programa de Refuerzo de la Defensa de Japón bajo el mandato del Primer Ministro, Fumio Kishida, para estar así preparados para la guerra moderna[8].
Para ver el nivel de las Fuerzas Marítima de Autodefensa de Japón, recomiendo el extenso y completo artículo publicado por Alejandro Vilches para esta revista[9]. Sin embargo, como su nombre lo indica, la Fuerza de Autodefensa de Japón ha sido tradicionalmente restringida por el Artículo 9 a una postura estrictamente de autodefensa que veremos en este artículo cómo ha cambiado.

El proceso de militarización del Japón
A partir de 1950, la Guerra Fría, el advenimiento de la República Popular China y la guerra de Corea alentaron a los estadounidenses a emprender el rearme progresivo de Japón, por lo que en julio de 1950 se estableció una fuerza policial paramilitar de casi 75.000 hombres. En 1952, esta fuerza se convirtió en la Fuerza de Seguridad Nacional, un cuerpo oficialmente militar. Fue en 1954 cuando Japón adquirió un auténtico sistema de defensa a través del acuerdo de asistencia mutua en seguridad con los Estados Unidos. En virtud de este acuerdo, los estadounidenses se comprometían a ayudar económicamente a la remilitarización de Japón además con la realización de numerosas actividades y ejercicios.
El proceso de militarización se oficializó con las dos leyes de creación de la Agencia de Defensa y las Fuerzas de Autodefensa en junio de 1954. La organización de la defensa nacional busca en todo momento que las Fuerzas de Autodefensa se encuentren bajo un férreo control civil, resultando así un sistema militar único en el mundo. Todo el personal adscrito a las Fuerzas de Autodefensa son civiles uniformados subordinados a los que dirigen el Ministerio de Defensa. Así, entre 1958 y 1972 se pusieron en marcha cuatro planes para el fortalecimiento y modernización de las Fuerzas de Autodefensa.

La desaparición de la amenaza soviética permitió a los japoneses presagiar el advenimiento de un mundo pacífico. Esta esperanza se vio truncada cuando, en agosto de 1990, las tropas iraquíes invadieron Kuwait, lo que condujo a la primera Guerra del Golfo. Estados Unidos y sus aliados presionaron a Tokio para que Japón participara en esta operación.
En septiembre de 1991, el gobierno de Tokio presentó una reforma que permitía la participación de sus Fuerzas de Autodefensa en Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU. Se trataba de crear un cuerpo de las Fuerzas de Autodefensa cuyo uso requería cinco condiciones[10]:
- La existencia de un alto el fuego.
- La aceptación por las partes de la participación de Japón.
- La neutralidad absoluta de la misión de la ONU.
- La retirada de las tropas en caso de reanudación de las hostilidades.
- La prohibición del uso de la fuerza.
Estas reformas dividieron a los japoneses. Algunos se opusieron, creyendo que el rearme seguía siendo incompatible con la Constitución. Otros, por el contrario, propusieron una revisión constitucional del Artículo 9 y un aumento del gasto militar. Pero el punto de inflexión en las políticas de defensa japonesas fue la ley de medidas especiales contra el terrorismo, adoptada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esta ley permitió a las Fuerzas de Autodefensa apoyar a las tropas estadounidenses y aliadas en el océano Índico y en el golfo Arábigo. Esta reforma levantó en parte este tabú que definitivamente iba a explotar con la guerra en Irak.
En julio de 2003, Japón aprobó una ley que permite el despliegue de tropas para misiones de reconstrucción que no sean de combate. Estas operaciones constituyeron una importante experiencia para Japón en términos de cooperación internacional. En el discurso de presentación del Programa de Defensa Nacional para 2011, se especificaba que Japón ya no basaría su defensa en el concepto tradicional de Fuerza de Defensa Básica sino que desarrollará el de Fuerza de Defensa Dinámica. Esta reforma vino acompañada de una mejora en su equipamiento que se sumó a la entrada en servicio de un Estado Mayor en marzo de 2006 y la creación de un Ministerio de Defensa en 2007.
El regreso de Abe al cargo de Primer Ministro en 2012 aceleró este renacimiento militar japonés tanto políticamente, con una reorientación hacia el pacifismo proactivo, como institucionalmente, con la creación de un Consejo de Seguridad Nacional en diciembre de 2013. Esta postura pacifista impuesta por el Artículo 9 cambió en el verano de 2014, cuando Abe eludió el proceso de enmienda constitucional y, a través de una controvertida decisión del gabinete, emitió una reinterpretación del Artículo 9 que permitió a Japón por primera vez participar en la autodefensa colectiva y así llegar a la ayuda de un aliado bajo ataque[11].
Según la publicación The Military Balance 2022, Japón es el octavo país del mundo en presupuesto en defensa en 2021. En su Libro Blanco de la Defensa[12], Japón se marca como objetivo potenciar sus capacidades navales, principalmente lucha antisubmarina, defensa aérea y anfibia; está realizando una gran inversión en medios de defensa antimisil, medios navales de proyección estratégica, portaaviones, fragatas y sistemas autónomos de inteligencia artificial. Japón es potencia mundial en el ámbito espacial, de hecho, en 2020 creó la Unidad de Operaciones Espaciales para impulsar sus capacidades de conocimiento espacial de la situación. También tiene prevista la creación de unidades especializadas en el ámbito de la ciberdefensa y de la guerra electrónica.

Para comprender la posición de esta doctrina, Japón debe colocarse en el centro del cuadrilátero que lo expone a ser atacado o arrastrado a conflictos. En primer lugar, China, cuyas relaciones con Japón se han deteriorado principalmente por la cuestión del archipiélago Senkaku perteneciente a Japón. En segundo lugar, Taiwán y las aspiraciones de China por anexionarla. Cabe destacar que el 90% del comercio japonés y el 60% de las importaciones de energía cruzan el mar de China y que la zona es rica en recursos pesqueros, hidrocarburos y posiblemente en tierras raras. En tercer lugar, no debemos olvidar a Corea del Norte con su retórica agresiva y el desarrollo de su programa nuclear y balístico.
La ley que amplía el ámbito de intervención de la Fuerza de Autodefensa es, por tanto, parte de la estrategia japonesa de crear una zona de seguridad para contrarrestar el ascenso de China y que incluye a Estados Unidos, Australia e India[13]. Esta reforma permite a las fuerzas japonesas intervenir bajo ciertas premisas en cualquier parte del mundo o establecer acciones militares para liberar a rehenes japoneses. En agosto de 2016, el Primer Ministro Abe propuso la idea de un «Indo-Pacífico libre y abierto» en Kenia, con el objetivo de mejorar la conectividad de Asia y África mediante un Indo-Pacífico libre y abierto, promoviendo a su vez la estabilidad y la prosperidad de la región en su conjunto.
La región del Indo-Pacífico es un núcleo vital del mundo, que alimenta a más de la mitad de la población mundial, y lograr un desarrollo estable y autosuficiente de esta región es esencial para la estabilidad y prosperidad de Japón. La visión «Indo-Pacífico libre y abierto» FOIP (de sus siglas en inglés Free and Open Indo-Pacific) tiene por objeto promover actividades económicas y sociales libres en toda la región para lograr la prosperidad mediante la difusión y establecimiento el imperio de la Ley, el aseguramiento de la paz y la estabilidad, la libertad de navegación, el libre comercio y la búsqueda de la prosperidad económica con la mejora en la conectividad entre naciones.

El FOIP se basa en el marco del diamante de seguridad propuesto por Abe en 2012[14]. A través de la cooperación de Japón, Estados Unidos, Australia e India, se forma un rombo región que rodea la estrategia de desarrollo naval de China. Abe preveía una estrategia mediante la cual Australia, India, Japón y Hawai forman un diamante para salvaguardar los bienes comunes marítimos que se extienden desde la región del Océano Índico hasta el Pacífico occidental[15].
El Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, o QUAD, es un foro para promover la cooperación de seguridad intergubernamental entre Australia, India, Japón y los Estados Unidos. No es una alianza ni una agrupación dedicada a la defensa y no tiene una agenda formal ni un calendario de reuniones. La decisión de revivir el QUAD en 2017, y elevar sus reuniones al nivel de cumbre estos años significa una alineación más estrecha de las percepciones de amenaza de sus miembros hacia China.
También Reino Unido y Francia eran invitadas a participar en el fortalecimiento de la seguridad de Asia. Reino Unido con sus Acuerdos de Defensa de las Cinco Potencias con Malasia, Singapur, Australia y Nueva Zelanda, y Francia con su Flota del Pacífico en Tahití[16]. Dicho esto, nada es más importante para Japón que reinvertir en su alianza con Estados Unidos en un momento de reequilibrio estratégico de Washington hacia la región de Asia y el Pacífico, Estados Unidos necesita a Japón tanto como Japón necesita a Estados Unidos[17].

La amenaza china
No cabe duda de que la relevancia de la región de Asia-Pacífico y, en particular, el surgimiento de China como potencia regional con aspiraciones globales está haciendo que el mundo unipolar al que estábamos acostumbrados esté tomando un carácter multipolar. Este giro estratégico del centro de gravedad mundial no ha pasado desapercibido por ninguna de las principales potencias y organizaciones occidentales, las cuales han ido adaptando sus políticas en torno a esta nueva realidad.
El cambio geoestratégico de China es la consecuencia del rápido desarrollo económico de su costa marítima durante estas tres últimas décadas. En este sentido, la insularidad de China es una fuente de vulnerabilidad: la mayor parte de su comercio exterior pasa por puertos situados en su lado este y este tráfico está restringido por el Estrecho de Malaca. Por lo tanto, asegurar el suministro de energía del país es una prioridad para la diplomacia china. La estrategia del collar de perlas y el establecimiento de bases navales en África responde en parte a esta preocupación. La metáfora se utiliza para describir el carácter ofensivo, por servir para el despliegue de la armada china, de los proyectos de infraestructura emprendidos por China en torno a India, Pakistán, Sri Lanka y Birmania[18].
El nuevo libro blanco sobre Taiwán, titulado La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era, destaca que realizar la reunificación completa de China es una aspiración compartida por todos los chinos y una misión histórica del Partido Comunista de China (PCCh). Pekín ha publicado dos libros blancos anteriores sobre Taiwán. Uno fue La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en agosto de 1993, y el otro fue El principio de una sola China y el problema de Taiwán en febrero de 2000. Este nuevo libro blanco reitera el hecho de que Taiwán es parte de China, para demostrar la determinación y el compromiso nacional con la reunificación, y para enfatizar la posición y las políticas de Pekín.

En 2019 publicó su último libro blanco de la defensa, titulado “La defensa nacional de China en la nueva era”, donde fijaba la importancia de los océanos en la estrategia global de China, pasar de la defensa de las aguas territoriales a la protección de los mares abiertos[19]. Esta última década ha supuesto un enorme cambio para la Marina China PLAN (del inglés, People’s Liberation Army Navy) con la construcción de un gran número de buques, la puesta en servicio del segundo portaaviones, la botadura del tercero y las obras de un cuarto equipado con un sistema de lanzamiento de aeronaves electromagnéticas EMALS.
El portaaviones «Liaoning» se unió a la flota en 2012, el «Shandong» en 2019 y el Tipo 003 «Fujian» está previsto que entre en servicio en 2024. El «Fujian» será el primer portaaviones en utilizar un sistema de catapultas CATOBAR. Bajo esta técnica, el avión despega usando un despegue asistido por catapulta y aterriza usando cables de retención. Todavía no se sabe nada sobre las características operativas y el armamento de la nave, pero lo más probable es que tenga capacidad para 40 cazas Shenyang FC-31 de quinta generación en versión naval más un avión turbohélice de radar de largo alcance Xi’an KJ-600[20].
Por primera vez desde las expediciones del almirante Zheng He en el siglo XV, China ha desplegado una numerosa fuerza por el Índico que incluye algún submarino nuclear balístico y numerosos convencionales que se han dejado ver en los puertos de Colombo y Karachi, lejos de sus bases.

Las fuerzas marítimas de China no solo incorporan a los barcos pintados de gris de la PLAN, sino también a los barcos de casco blanco de la Guardia Costera de China o CCG (del inglés China Coast Guards) y los buques de casco azul del Milicia Marítima o PAFMM (del inglés People’s Armed Forces Maritime Militia)[21]. El inventario de fuerzas de China se ve reforzado por la creciente concentración de poder en la industria de construcción naval. Al igual que con la fusión de las agencias policiales en una sola Guardia Costera bajo mando militar, la reciente fusión de los dos gigantes de la construcción naval china después de 20 años es un excelente ejemplo de fusión cívico-militar. La nueva empresa resultante de la fusión de China State Shipbuilding Corporation y China Shipbuilding Industry Company será capaz de construir de todo, desde portacontenedores hasta portaaviones.
En los últimos años, a medida que China ha continuado con su expansión marítima, tanto académicos como expertos de inteligencia se han concentrado en comprender este cambio y si tiene implicaciones, no solo para la seguridad de espacios marítimos del mar del Sur de la China, sino también para cuestiones más amplias como es la gestión de las relaciones entre Estados Unidos, China y la paz y la estabilidad mundial. China envía regularmente una combinación de buques de guerra, oceanográficos y civiles a aguas territoriales extranjeras y ZEE alrededor del mar del Sur de China, pero incluso a zonas más lejanas. Los aviones y buques militares chinos realizan frecuentes incursiones en aguas japonesas y alrededor de las islas en disputa con Japón. Pekín amenaza cada vez más a Taiwán, cuya independencia y autonomía Japón considera crucial para su propia seguridad. A medida que crecen estas amenazas militares, Pekín aviva el nacionalismo antijaponés, enfatizando las atrocidades cometidas por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial[22].
China cuenta con tres flotas principales en su PLAN que se reparten las 7.830 millas que tienen de costa y las 3.400 islas:
- La Flota del Norte es responsable de la defensa del mar Amarillo y del mar de Bohai, así como de la puerta de entrada marítima a Pekín.
- La Flota del Este es responsable de la defensa del mar de China Oriental y el Mar Amarillo al sur de Lianyungang y al norte del estrecho de Taiwán.
- La Flota del Sur es responsable del mar de China Meridional y la parte sur del estrecho de Taiwán, incluida la protección de los intereses marítimos en las islas Paracel y Spratly.
Cada una de las flotas cuenta con dos divisiones de submarinos, cuatro destructores o fragatas y al menos un buque de medidas contraminas. También tienen al menos una división aeronaval, un grupo de buceadores de combate y dos brigadas de Infantería de Marina.
En el mar del Sur de la China existen disputas territoriales con Brunei, Taiwán, Vietnam, Malasia, Indonesia y Filipinas y en el mar de China Oriental con Japón y Corea del Sur. Los principales puertos son Shanghai, Qingdao, Shantou, Xiamen, Tianjin, Guangzhou, Hong Kong, Dalian y Ningbo-Zhoushan. Por último, cuenta con una base militar permanente en Yibuti, pero constan otras instalaciones en Pakistán, Bangladesh, Camboya y Myanmar[23].
Edward N. Luttwak (2011) nos explica por qué China no se convertirá en la próxima potencia mundial, aunque podría. Cada país y período de la historia es diferente al invalidar la mayoría de las analogías, pero la lógica paradójica de la estrategia es siempre la misma. Bajo esta lógica, debido a la mayor resistencia evocada por su poder en ascenso, China podría incluso volverse más débil a nivel de gran estrategia debido a su propio poder en aumento. Solo la adición de la Federación Rusa al lado chino tendría un verdadero significado estratégico[24].

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Japón
El pasado 16 de diciembre, el gobierno del Primer Ministro Fumio Kishida emitió tres nuevos documentos estratégicos que han revolucionado a los expertos en temas de seguridad. El primer documento, la Estrategia de Seguridad Nacional, presenta la evaluación de las amenazas a las que se enfrenta Japón y expone los instrumentos que empleará para enfrentarlas. Esta estrategia es la segunda de Japón desde 1945 y destaca a China, Corea del Norte y Rusia como principales amenazas.
El segundo documento, la Estrategia de Defensa Nacional describe las mejoras militares necesarias para que las Fuerzas de Autoprotección hagan este trabajo. Entre estas mejoras destaca el nuevo Mando Operativo Integrado para las tres ramas de las Fuerzas de Autoprotección, las nuevas capacidades espaciales y cibernéticas, y la adquisición de capacidades de ataque de largo alcance.
El tercer documento es el Programa de Refuerzo para la Defensa, un plan de adquisiciones a cinco años que describe las prioridades iniciales para implementar la nueva estrategia. Se estima que se gastarán 43 billones de yenes (315 mil millones de dólares) en el quinquenio que comienza el próximo año fiscal y se extiende hasta 2027, fecha prevista por el director de la CIA, Bill Burns, como el año cuando China estará lista para atacar Taiwán[25].

Algunos hablan de gran cambio y abandono de sus raíces pacifistas, herencia recordemos impuesta tras la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, The Wall Street Journal publicó un artículo de opinión titulado «El gigante japonés dormido se despierta», mientras que The Diplomat calificaba este momento como «el principal punto de inflexión de Japón en la política de defensa». Mientras tanto, el Council on Foreign Relations trataba de explicar “Cómo Japón está duplicando su poderío militar”[26].
El propio ministerio de Defensa de Japón, en su tuit trataba de explicar por qué de este cambio, realmente hay algo en estos documentos de seguridad digno de atención. El compromiso de duplicar el gasto de defensa de Japón no solo elimina el límite anterior del 1% del PIB impuesto durante cuatro décadas, sino que significa la intención de pasar del octavo país que más gasta en defensa del mundo al tercer puesto, solo por detrás de Estados Unidos y China[27]. Además, la intención declarada de desplegar capacidades de contraataque ha llevado a muchos a cuestionar si Japón ha abandonado su política de defensa pacífica o exclusivamente defensiva. Esos observadores argumentan que el contraataque es simplemente un disfraz de ataque preventivo, lo que significa que Japón podría lanzar un ataque en suelo extranjero antes de ser atacado primero.

La guerra en Ucrania también ha cambiado las percepciones japonesas. La opinión pública ha apoyado firmemente el esfuerzo de sanciones contra Rusia, y la exitosa defensa de Ucrania contra la invasión ha llevado a casa el mensaje de la necesidad de preparación militar contra una posible agresión. Estas crecientes amenazas han empujado al gobierno japonés a realizar cambios históricos en su política de seguridad. Las crecientes capacidades de misiles de China y Corea del Norte están llevando a Tokio a pasar de depender únicamente de la defensa antimisiles a adoptar también capacidades de contraataque.
En el caso de una guerra en Corea o Taiwán, el adversario probablemente atacaría las bases japonesas para destruir los aeródromos utilizados por las fuerzas estadounidenses. Dada la acumulación de capacidades de misiles tanto en China como en Corea del Norte, los japoneses temen que las defensas antimisiles que tienen ya no sean adecuadas. Por eso, recurren al concepto de contraataque. Una capacidad de contraataque permitiría a Japón tomar represalias contra las bases lanzamisiles enemigas y los sitios de mando y control para frustrar nuevos ataques.
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