
El tráfico de armas siempre ha sido un tema controvertido, prácticamente tabú. Además, un tema sobre el que se ha fantaseado demasiado, generalmente por falta de desconocimiento. A pesar de la imagen asociada a las películas de Hollywood, la realidad es más prosaica. Normalmente, al hablar de tráfico de armas, se hace referencia a la compraventa ilegal de armas cortas por parte de particulares u organizaciones criminales. Es más interesante, no obstante, el tráfico de armas de guerra, especialmente a gran escala. Protagonizado por grupos insurgentes y paramilitares, terroristas y, cada vez más, mafias de todo tipo, mueve auténticas fortunas. En demasiadas ocasiones en connivencia con gobiernos interesados en librar guerras subsidiarias como la guerra proxy de Libia o la guerra de Siria.
En Europa no es habitual encontrar grupos dedicados al tráfico de armas de guerra. Esto no quiere decir que no existan, obviamente. En la mayor parte de los casos, se trata o se ha tratado de grupos terroristas. En España, la misma banda terrorista ETA ha llegado a poseer un arsenal que incluía fusiles de asalto, lanzagranadas e incluso MANPADs. Naturalmente, dado que ningún fabricante les vendería tales armas -al menos públicamente-, hemos de interrogarnos acerca de su procedencia. Esta, salvo en los casos en los que se han hecho con armas y material por la fuerza es, caso siempre, el mercado negro.
Este mercado negro dedicado al tráfico de armas, que más que negro debería denominarse gris, por la mezcolanza de agentes estatales, paraestatales y privados de todo tipo que lo pueblan, es el lugar idóneo para hacerse con prácticamente cualquier tipo de equipo que podamos desear. Eso sí, para acceder a él hace falta contar con los contactos y el efectivo necesarios.
Tráfico de armas y mercado negro
El mercado negro de armas es uno de los pilares en los que desde siempre se han asentado las operaciones secretas de apoyo militar de los gobiernos en el extranjero. También todo tipo de actuaciones violentas llevadas a cabo por grupos guerrilleros, criminales o terroristas de todo el planeta. Esto incluye desde los talibanes afganos que lucharon contra los soviéticos o los estadounidenses en lugares como Tora Bora a las cada vez más numerosas agencias de contratistas privados (como los mercenarios rusos de Wagner Group). También a grupos como el ISIS, los cárteles de la droga, las FARC colombianas o las mafias dedicadas a la petropiratería. En todos estos y más casos, el mercado negro de armas ha sido el medio utilizado para llevar a cabo sus planes de adquisición de armamento.
Según el Banco Mundial, ya en año 2014 había 75 millones de fusiles de asalto Kalashnikov circulando por todo el planeta. Esta cifra, que sin duda ha aumentado desde entonces, era parte del total de 375 millones de armas ligeras movidas por un mercado negro que mueve miles de millones de dólares. Solo en España, que es uno de los países con menos armas ilegales circulando entre la población, había ese mismo año más de 50.000 armas desaparecidas o robadas según fuentes de la Guardia Civil.
Las cifras se han disparado desde entonces, especialmente en algunas ciudades como Madrid. Como comparación, en Perú, un país que no es ni mucho menos de los más violentos y que cuenta con 32,5 millones de habitantes, se estima que circulan unas 250.000 armas en situación ilegal. Si estas cifras se mueven en países como España o Perú, no es difícil de imaginar la cifra incalculable de armas que pululan sin control en regiones como Oriente Medio o el Magreb.
Este mercado negro, imprescindible para el tráfico de armas tanto a nivel local como global, se divide a su vez en dos subtipos: el mercado negro «cerrado» y el mercado negro «abierto», que explicamos a continuación.

El mercado negro de armas “cerrado”
El mercado negro de armas «cerrado» se caracteriza por contar apenas con una pequeña gama de mercancías en oferta. Es altamente clandestino, en él se dan cita muy pocos oferentes y demandantes y suele darse únicamente en los Estados con un orden político consolidado, como ocurre en España.
En el caso de estos Estados, el mercado negro de tráfico de armas es excluyente y se limita a grupos como mafias, cárteles o clanes. Las ventas se hacen en pequeñas cantidades y de hecho se limitan a armas cortas como revólveres, pistolas, escopetas y, ocasionalmente, subfusiles y fusiles de asalto.
El problema de traficar en un Estado políticamente consolidado es que la policía vigila muy de cerca este comercio y cada transacción de cierto volumen puede convertirse en una operación arriesgada, de ahí que los traficantes extremen al máximo las precauciones. También provoca que el precio de las armas sea exageradamente alto comparado con otros mercados. De hecho, no es difícil que el precio de armas de unos pocos cientos de euros se dispare hasta varios miles, como ocurre con algunas pistolas semiautomáticas.
Si hablamos de grupos criminales grandes, que necesitan de decenas de armas, a menudo basan el comercio en las relaciones personales entre sus líderes y los traficantes para garantizar la seguridad de las transacciones. A su vez, el traficante de armas puede trabajar de forma independiente o como agente del grupo criminal para el que se encarga de obtener esas armas. Para las fuerzas de seguridad se hace más complicado penetrar en esta clase de redes, por lo que normalmente utilizan medios electrónicos y cibernéticos para interceptar las comunicaciones y poder así intervenir en las operaciones ilegales.
Por otro lado, si hablamos de grupos pequeños de delincuentes como pueden ser atracadores, sicarios o similares, especialmente si son nuevos en el negocio, suelen valerse de Internet para adquirir sus armas. Obviamente acuden a la web profunda, más conocida como deep web. Ahora bien, emplear este medio es muy arriesgado porque hace falta contar con una serie de conocimientos informáticos y ser capaz de conocer la dirección digital de las web de confianza, esto es, las que no están monitorizadas por la policía. Así, un criminal incauto tiene muchas probabilidades de acabar adquiriendo un señuelo colocado por las fuerzas de seguridad. No en vano, estos organismos suelen recurrir a las operaciones de decepción como herramienta habitual. Operaciones en las que la propia policía pone armas, municiones o cualquier otro componente sensible a la venta con el fin de atraer a delincuentes incautos. Es una de las «desventajas» de operar en un mercado tan limitada, algo que no ocurre del mismo modo en el mercado negro de armas abierto, que explicamos a continuación.

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