Resistiendo a la resistencia

Cómo cercenar los tentáculos de Hezbolá

Miembros de Hezbollah

Como consecuencia del caos resultante de la llamada “Primavera Árabe” y los acontecimientos geopolíticos ocurridos en Oriente Medio en la última década, se ha llegado a un nuevo mapa de equilibrios, luchas de poder, vacíos políticos y estados fallidos. Este inestable caldo de cultivo ha favorecido considerablemente la presencia de organizaciones terroristas y la injerencia de países con ambiciones de poder o ideológicas en los asuntos internos de otros estados, así como el auge de un discurso islamista que ha servido de base, a su vez, a un discurso populista que busca tanto subirse a “los hombros de los pobres” como explotar la xenofobia y el clasismo imperantes.

Mientras perdíamos el tiempo dispersando los esfuerzos encaminados a resolver los problemas y disputas mencionados, se irguió un tumor oscuro llamado Dáesh  (acrónimo de Estado Islámico de Iraq y el Levante en árabe) que solo en pleno 2019 ha sido completamente expulsado de sus últimos reductos en Al-Baghuz. Pero la guerra contra esta plaga no ha terminado aún, ya que los rescoldos del Dáesh bien podrían dar lugar a nuevas metástasis.

Ha sido precisamente en la lucha armada contra el Dáesh y otros actores donde ha descollado el grupo terrorista libanés Hezbolá, que se ha expandido política y militarmente, convirtiéndose en un adversario muy capaz y difícil de combatir. Sobre el terreno, Hezbolá extendió sus tentáculos sobre partes de Siria y del Líbano. A nivel político, junto con sus aliados, constituye la espina dorsal de la élite política del Líbano chií. A nivel social han ganado las mentes y los corazones de numerosos adeptos, siguiendo la ideología del Wali al-Faqih (el Gobernante jurisconsulto islámico o el Líder Supremo Jurisprudente islámico), importada de Irán y de naturaleza sectaria.

Junto al establecimiento de una legitimidad judicial paralela, Hezbolá y sus aliados intentan expandir su base de apoyo social a costa de ganarse a la población mediante servicios sociales, sanidad, propaganda y gracias a otros tipos de acciones, como la sistemática adquisición de tierras para forzar un cambio demográfico favorable.

Hezbolá está incluida en la lista de organizaciones terroristas de muchos países, tanto árabes como extranjeros, siendo el Reino Unido el último en incluirla, pero para enfrentarles con éxito hace falta mucho más que poner su nombre en una lista. Es necesario concebir nuevas estrategias que permitan lidiar con la organización. En primer lugar se ha de tomar consciencia el desarrollo organizacional que ha alcanzado desde su creación, a comienzos de los años ochenta, hasta la actualidad; cosa que no han hecho todos los estados de la región. Se ha de profundizar en el largo y exitoso historial político y militar de Hezbolá y examinar sus métodos de trabajo y sus tácticas militares, su armamento y su grado de disciplina, todos ellos, por cierto, embebidos de su semilla, la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.

La Comunidad Internacional también debe presionar sobre la legitimidad del componente político de Hezbolá, evitando concentrarse únicamente en su ala militar. Se ha de evitar todo acto, material o formal que de alguna forma legitime o implique un reconocimiento tácito a Hezbolá. No se ha de recibir a sus ministros y se debe incluir también a la parte civil en la lista de organizaciones terroristas.

En esta lucha contra el sectarismo pro-iraní conviene apoyar al premier libanés Saad Hariri, principal garante de la precaria estabilidad del país, y establecer iniciativas conducentes a mejorar la calidad de los servicios públicos prestados por el Gobierno del Líbano a sus ciudadanos, de modo que los libaneses no vean en Hezbolá la única alternativa para satisfacer unas necesidades que siempre fueron responsabilidad del estado y de las administraciones.

Asimismo, hay que reforzar los pilares del estado moderno: Tanto al poder ejecutivo, representado por los órganos de seguridad, como al poder judicial, para extender el imperio de la ley y, por supuesto, al estado de derecho. Y es que el poder judicial es hoy por hoy inexistente en el sur del Líbano debido a que el monopolio de la fuerza estatal ya no es tal y son milicias como Hezbolá y sus aliados quienes controlan la administración de justicia. En el plano económico, se han de detectar y desmantelar las redes locales e internacionales de financiación, congelar los activos de las mismas y dar con las redes de contrabando y delincuencia organizada, así como con las fábricas de drogas que dirige Hezbolá, ya que es del comercio ilegal de donde proceden buena parte de los fondos que recaudan anualmente.

Todo lo anterior debe ir en paralelo a la lucha contra la matriz de Hezbolá, Irán, que debe por tanto ser presionada mediante las sanciones económicas, ya que los recursos iraníes son también fuente de equipamiento y formación militar, así como de los servicios sociales que provee Hezbolá.

Para ejemplificar la eficacia de las sanciones, pensemos que los últimos paquetes de sanciones que padeció Irán lograron ciertos éxitos, forzando la adopción de medidas de austeridad, como la ejecución de planes de integración administrativa o la reducción de su presupuesto operativo, algo de lo que no se libraron las asignaciones dedicadas a los combatientes en Siria, que quizás por eso han visto disminuido su número e implicación en dicha guerra desde entonces.

Sin que nada de esto signifique renunciar al empleo de las herramientas del poder blando, también conviene recalcar el papel que tiene la ejecución de ataques aéreos israelíes contra militantes e infraestructuras estratégicas de Hezbolá y de Irán, los que aunque puedan parecer fútiles, en realidad producen una gran pérdida de recursos humanos y materiales, que se traducen en sumas exorbitantes que Hezbolá deja de destinar a la construcción de su poder blando y, como consecuencia de la expansión de éste, al fortalecimiento de su poder duro.

En definitiva, si bien la lucha contra Hezbolá abarca muchos factores, todos ellos tienen en común la necesidad de alcanzar acuerdos políticos basados en estrategias concretas que ataquen las bases del poder de Hezbolá y no sus ramificaciones. Dichos acuerdos además deben incluir tanto a los países de la región como a todos los actores relevantes a la hora de catalizar el cambio en unos juegos de equilibrios que, últimamente, han seguido caminos poco convenientes.

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