
Ciudadelas
La mejor protección no letal en el mar
Por Fernando Ibáñez Gómez
La panoplia de medidas que se pueden tomar para evitar el secuestro de un barco suelen dividirse en dos grupos: letales y no letales. De entre las primeras, la contratación de vigilantes armados se ha confirmado como la más exitosa. De entre las segundas podemos citar el uso de cañones sónicos y de agua, el despliegue de concertinas, la utilización de las propias mangueras contra incendios del buque…
Sin embargo, quizás la medida disuasoria no letal que se ha mostrado más eficaz sea el uso de una habitación del pánico, también llamada ciudadela. En la práctica consiste en el encierro de la tripulación en un lugar seguro al que no pueden acceder los piratas que han abordado el barco.
El objetivo es que, aunque el buque sea abordado, los delincuentes se encuentren con la imposibilidad material de manejarlo. De ahí que, habitualmente, al cabo de unas horas, deban abandonarlo. Es una recomendación que fue propuesta ya en 2009 por el International Maritime Bureau, el órgano especializado de la Cámara de Comercio Internacional en el ámbito marítimo. Si bien es cierto que el uso de un espacio como ciudadela co¬loca a toda la tripulación en un mismo lugar, con el riesgo que ello conlleva, la estrategia se ha extendido con éxito desde entonces.
Se trata, tras el embarque de guardias armados, de la opción que más secuestros ha logrado evitar. En los últimos años decenas de barcos han evitado ser capturados por piratas gracias al uso de una ciudadela, incluso a pesar de no llevar embarcado un equipo de seguridad.
En las proximidades de la costa de Somalia encontramos uno de los primeros casos de utilización de una ciudadela. Fue el 10 de abril de 2005, fecha en la que el granelero chipriota Tim Buck fue abordado a unas 60 millas de la costa por un grupo compuesto por ocho piratas. Tras enviar un mensaje de auxilio, el capitán del barco cerró todas las puertas de acceso y escondió a la tripulación en las habitaciones. Los piratas dispararon contra el puente, pero no pudieron entrar en los alojamientos. Tras una hora sobre la cubierta, abandonaron el mercante, después de incendiar un bote salvavidas y dejar como recuerdo y muestra de su frustración las marcas de varios impactos de bala en la superestructura del barco y en las ventanas de la cabina del capitán.

Con todo, es importante reseñar que no cualquier ciudadela sirve. De hecho, si esta no dispone de unas mínimas garantías, el riesgo de que los piratas puedan acceder al refugio en el que
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