Los submarinos de la OTAN han sido durante decenios la punta de lanza de la Alianza. También el único escudo capaz de contener a las fuerzas soviéticas, sobre el papel más numerosas, pero también menos avanzadas técnicamente. Por desgracia para norteamericanos y europeos, años de aprovechar los «dividendos de la paz», de anemia intelectual y de dejadez han llevado a esta fuerza a una situación desastrosa, en la que apenas unos pocos países mantienen capacidades de consideración. Mientras tanto, estados como Rusia o China vuelven a plantear una amenaza comparable a la que en su día suponía el Pacto de Varsovia.
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