
El devenir de los sucesos internacionales coloca cada vez más en el centro al continente africano. Lugar al que las potencias mundiales trasladan sus luchas por los recursos, el poder y la influencia. Unas lides que requieren el control del relato para mejorar sus resultados en un mundo hiperconectado y globalizado. En este artículo se dará un breve repaso por cómo despliega Rusia algunas de sus herramientas y sus campañas de comunicación para cimentar su ascenso en el continente y cómo buscan Francia, la UE y EE. UU. hacer frente a la guerra de propaganda lanzada por Rusia.
La importancia de la narrativa no es nada nuevo, se remonta al inicio de la civilización. La Biblia es solo un ejemplo. Y esto es porque, como señala el estudioso estadounidense contemporáneo Jonathan Gottschall en su libro The Story Paradox[1], el ser humano es un animal que cuenta historias, que son las herramientas con las que transmite un mensaje, da significado, influye y modifica su mundo, y a las personas a su alrededor.
“Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” dice esta frase atribuida a Joseph Goebbels, el genio nazi de la propaganda cuyo sistema ha sido larga y profusamente copiado por diferentes regímenes posteriores. ¿A qué se refiere? A algo que en términos más actuales podría traducirse como “el control del relato o de la narrativa”, dada su importancia.
De este modo somero nos damos cuenta del necesario control del relato que, además, debe tener lugar en un momento y en un contexto determinados. Con el giro geopolítico de la Unión Europea, alejándose de Rusia, África y sus potencias exportadoras, como Nigeria, Angola o Argelia, cobran mayor importancia. Es decir, el continente africano se colocará ya en breve y definitivamente en el centro de la lucha de las potencias por los recursos, y allí llevan ya años asentándose chinos y rusos, mientras que la Unión Europea ha sido una potencia en retroceso en el terreno africano.
Este nuevo contexto es el marco en el que se encuadran las guerras de propaganda entre Occidente y Rusia. Entre las viejas potencias coloniales y las nuevas potencias, como Rusia, que aspira a recuperar, al menos, parte de lo perdido en el continente con la caída de la antigua Unión Soviética, en detrimento de Europa y Estados Unidos, en un calculado, lento, pero continuo, retorno a la escena. Por esta y otras razones, estos días de la primavera de 2022 se habla de la necesidad de que la OTAN se ocupe del “Flanco Sur”, justo cuando se dibuja la nueva estrategia de la Alianza para los próximos años.
Hay muchos ejemplos, pero las visitas del presidente de Senegal, Macky Sall, y actual mandatario en ejercicio de la Unión Africana, a sus homólogos ruso, Vladimir Putin, y francés, Emmanuel Macron, condensan lo descrito en los párrafos anteriores sobre la narrativa y su control en el actual contexto africano. Ambas visitas tienen lugar a principios de junio de 2022. La primera, a Rusia:

Ante las crecientes dificultades de diversos países africanos para conseguir trigo, alimento básico en la dieta alimenticia de millones de personas, como una de las consecuencias de la guerra entre dos de sus grandes productores y exportadores, Ucrania y Rusia, el presidente de la Unión Africana acude en busca de ayuda primero a Moscú. Allí, Putin muestra su “deseo de facilitar la exportación” del trigo ucraniano, a lo que Sall responde con la petición del fin de las restricciones a las exportaciones de trigo y fertilizantes rusos. Putin también le deja bien claro al mandatario africano que él no es el responsable de la crisis alimentaria, sino “la UE y EE. UU. por haber prohibido sus exportaciones de cereal”[2].
Apenas unos días después, Sall viaja a París:
¿Qué es lo que destaca el Elíseo, sede de la Presidencia francesa, de la visita? Lo “muy preocupados” que están ambos dirigentes por “los crímenes” de la empresa privada de seguridad rusa Wagner en Mali y lo de acuerdo que están en la necesidad de mantener “la presión” sobre la junta militar maliense, ya que Wagner actúa como la “guardia pretoriana de un régimen cuyo principal objetivo es protegerse a sí mismo”[3].
Y así, de esta y otras maneras, se van asentando los intereses y las narrativas de algunas de las potencias en liza por la influencia en un territorio cargado de recursos como es el africano.
Llegados a este punto, y antes de seguir adelante, quizá sea conveniente señalar que este artículo se centra en los relatos, sus objetivos y cómo se plantean algunos de los actores contrarrestarlos.

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