A propósito de la definición de terrorismo

¿Son los hutíes terroristas?

El alto al fuego en la guerra del Yemen llega tras la polémica decisión del Departamento de Estado de EE.UU de retirar de la lista de organizaciones terroristas extranjeras (FTO, por sus siglas en inglés) a los rebeldes hutíes. El debate en torno a qué es terrorismo no se ha estancado tras la gran transformación experimentada por las amenazas terroristas en el plazo de unos pocos años y en la actualidad nos permite reflexionar sobre los retos a futuro relacionados con el estudio del terrorismo. Ahora, nuevos conceptos de los estudios estratégicos permiten analizar más rigurosamente estos y otros actores armados que combinan formas diversas de combate.

Qué entendemos por terrorismo

Lo primero que debemos tener en cuenta si queremos optar a una aproximación objetiva del concepto de terrorismo es que es un fenómeno en continua transformación. Esta evolución y cambio lo observamos en que en poco se parecen el régimen del terror de Robespierre –iniciador de la conceptualización moderna de terrorismo– con los movimientos violentos anarquistas del siglo XIX. Del mismo modo, poco queda de esos marcos en sus formas más contemporáneas como el terrorismo de ETA o el actual de Daesh. Si bien todos forman parte del mismo ecosistema de formas contemporáneas de violencia terrorista, al mismo tiempo cuentan con características pormenorizadas muy diversas que merecen de un estudio en mayor profundidad y también de una comparativa.

Por todo ello, reunir unos elementos comunes del terrorismo nos resultará más útil para abordar la complejidad del fenómeno que aceptar definiciones acotadas y estáticas que se desactualicen en poco tiempo. Así, podríamos clasificar estas características básicas en torno a (1) una violencia de tipo político, (2) un razonamiento y sistematización de la violencia y (3) y el empleo de la propaganda (Pérez, 2020):

  1. El terrorismo comporta una violencia política pues sus fines son el de subvertir un orden político establecido, para sustituirlo por uno nuevo. Los objetivos pueden ser distintos ya que se orientan en favor de una ideología, un territorio o el establecimiento de una religión. De este modo, podemos diferenciar entre grandes categorías de terrorismo: etnonacionalistas como EOKA, FLN o Irgum; revolucionarios como las RAF o Acción Directa; y religiosos como Daesh o Hezbolá, etc.
  2. La violencia terrorista cuenta con una tipología de combate asimétrica y prolongada, así como selectiva. La compensación de la desigualdad de fuerzas contra las que se enfrenta las suple, por un lado, con una idea de resistencia derivada de las tradiciones revolucionarias de guerra prolongada, como la empleada por Mao. Así, consigue que la no derrota se convierta en una victoria. Por otro lado, la concepción del espacio tiempo –propia de las filosofía oriental y musulmana– es dilatada y la consecución de objetivos se proyectan al medio y largo plazo. Por otro lado, se hace necesaria la guerra por todos los medios, no sólo en el plano militar, para el mejor aprovechamiento de las capacidades irregulares.
  3. La propaganda actúa como altavoz de esa desigualdad de fuerzas para conseguir sobredimensionar el poder percibido del daño objetivo perpetrado. Así, mediante la mediatización de la violencia, consigue influir social y psicológicamente en las poblaciones que pretende controlar. El terrorismo usa la comunicación bajo el principio de la propaganda por el hecho, como lo harían los movimientos anarquistas del siglo XIX. De esta manera, son los hechos los que crean el relato y no al revés, como las fuerzas militares clásicas. Es decir, el terrorismo no declara la guerra y ataca, sino que atenta primera y luego lo justifica en su propaganda para impregnar el miedo y dirigir la narrativa.

Además de estos elementos básicos, se hace necesario diferenciar entre las proyecciones del terrorismo y otras formas de violencia. En esta línea, debemos entender, por una parte, el terrorismo transnacional como aquel que es transfronterizo y que en el desarrollo de sus actividades se circunscribe en más de un territorio (Reinares, 2005). En otro plano, el terrorismo internacional se entiende como aquel en el que entre sus finalidades está la de desestabilizar órdenes internacionales y que, además, cuenta con presencia y ataques en multitud de naciones (Ibid, 2005). Estas proyecciones se habrían visto superadas por las actuales tendencias del terrorismo que denominamos como global, encabezadas por organizaciones como Daesh o al-Qaeda.

Asimismo, es importante diferenciar el terrorismo de otras violencias políticas como las guerrillas. Las divergencias clásicas las encontraríamos en factores diferenciados como la mayor implantación territorial, la uniformidad en la vestimenta de los combatientes y el razonamiento de operativo específico de las guerrillas en comparación de los actores terroristas (Rivas, 2007). Esto, como veremos más adelante, se ha visto desfasado en la teoría y en la práctica actual del terrorismo global.

Si tenemos claro que es un tipo específico de violencia política, ¿por qué es importante consensuar una aproximación común de terrorismo? La respuesta está relacionada con mejorar la cooperación y enjuiciamiento internacionales contra el terrorismo. Su traducción práctica se observa en la utilidad en armonizar las medidas judiciales, así como de facilitar el trabajo de los servicios de inteligencia, policías y fuerzas armadas (Bakker, 2015). Del mismo modo, también es relevante a la hora de evitar que la clasificación de terrorismo derive en comportamientos despóticos de los Estados para silenciar o perseguir a la oposición política contra la que tomar medidas de carácter extraordinario (Ibid, 2015).

Los francotiradores hutíes han demostrado eficacia incluso usando rifles antimaterial caseros como este
Francotirador hutí.

Por qué es tan difícil consensuar una definición de terrorismo

A pesar de los grandes avances de producción científica e institucional en torno a la acotación del fenómeno del terrorismo, no existe una definición global exacta de qué es y qué no es terrorismo. A nivel institucional, sigue siendo un quebradero de cabeza de las principales organizaciones internacionales ponerse de acuerdo en torno a una terminología común de terrorismo. Entre los países de la OCDE existe una versión casi por cada Estado miembro, la Unión Europea retiró su definición de terrorismo en favor de la descripción de lo que constituyen los delitos de terrorismo y la ONU no actualiza su aproximación consensuada desde la Convención Contra la Financiación del Terrorismo de 1999.

Asimismo, ello se debe a la superproducción académica en la materia, ya que encontramos más de doscientas aproximaciones académicas acerca del fenómeno de terrorismo. Por otro lado, entre la propia academia existe una clara confrontación entre la escuela tradicional y ortodoxa, con la perspectiva crítica de los estudios terrorismo. Por estas razones, el experto internacional Bruce Hoffman, aboga por incorporar saberes y prácticas multidisciplinares que puedan abarcar conjuntamente la continua actualización de la respuesta a la amenaza terrorista (Hoffman, 2019). En este sentido, el profesor Hoffman considera necesario el intra diálogo entre las escuelas ortodoxa y crítica para consensuar los criterios y parámetros con los que asesorar las instituciones públicas y privadas (Ibid, 2019).

En el terreno práctico, la realidad terrorista internacional se ha transformado a un ritmo vertiginoso y se han difuminado las diferencias entre las propuestas académico-institucionales con la acción terrorista actual. En primer lugar, los últimos datos muestran un claro detrimento del terrorismo etnonacionalista y revolucionario, en favor del terrorismo religioso de corte yihadista y el de extrema derecha. Por otro lado, el avance en las tecnologías de las comunicaciones, información e ingeniería militar han aumentado las capacidades y acceso a recursos de las entidades terroristas para sus estrategias armadas y desarmadas. Asimismo, la experiencia confirma los nexos cada vez más fortalecidos entre terrorismo y crimen organizado y la mayor descentralización de las capacidades operativas jamás vista.

Para analizar los movimientos armados no estatales actuales, y ante el desfase de la teorización y la práctica del terrorismo, nos resultan más útiles las nuevas aproximaciones de los Estudios Estratégicos y de Seguridad Internacional como son la Zona Gris del espectro de los conflictos y las amenazas híbridas.

Ante estos conceptos, debemos reconocer el aporte internacional de los profesores Javier Jordán y Guillem Colom a la teorización de los nuevos escenarios de los conflictos. Así, Jordán acota la zona gris del conflicto como aquella que se encuentra entre el estadio de paz –que sería la zona blanca del conflicto– y el de guerra –que sería el negro– (Jordán, 2022). Es decir, la zona gris serían aquellas acciones que comportan la escalada del conflicto y que fomentan la desestabilización del status quo imperante.

En estos escenarios serían donde encontraríamos a las amenazas híbridas. Por su parte, Colom define este tipo de acciones como las provenientes de “diferentes actores, desde estados a terroristas; de medios, desde armamento a la propaganda; de tácticas, de la insurgencia a acciones convencionales; de multiplicadores, como drones; y de fuentes de financiación, de lo legal a la proveniente del crimen organizado” (Colom, 2019:10-11).

Lancha hutí artillada con una DShKM.

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Autor

  • Daniel Pérez García

    Internacionalista especializado en Seguridad en el Mediterráneo y Oriente Próximo por el IUGM. Miembro de la Red de Jóvenes Investigadores del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo. Máster en Cultura de Paz y Conflictos por la UGR.

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