Mientras desde Europa vemos la guerra de Ucrania como un elemento “próximo” y la creciente tensión entre Irán e Israel de forma más “distante”, conviene dejar a un lado la perspectiva de la distancia y otorgarle un mayor peso a un suceso respecto a otro, dadas las posibles consecuencias de un hipotético cierre del estrecho de Ormuz. En los años precedentes tanto la crisis provocada por el COVID como las consecuencias energéticas de la Guerra de Ucrania supusieron un golpe muy fuerte para Europa. Problemas que podrían palidecer en comparación con las posibles consecuencias de un hipotético cierre del estrecho de Ormuz: un escenario frente al cual no estamos preparados.
El Estrecho de Ormuz, ubicado entre el Golfo de Omán y el Golfo Pérsico, separa la costa de Irán de la de Omán, que limita con los Emiratos Árabes Unidos. Con una anchura mínima de aproximadamente 40 kilómetros, una profundidad media de 80 metros y una máxima de 200 metros, este enclave es extremadamente vulnerable. Por él transita el 30% del petróleo transportado por vía marítima y más del 20% del gas natural licuado (GNL) mundial. Su importancia radica precisamente en su fragilidad. Ana Palacio, en una ponencia en el Real Instituto Elcano en 2023, advirtió: “El Estrecho de Ormuz es el punto más débil de la cadena de suministro global. Un incidente allí tendría un efecto dominó en la economía mundial, especialmente en Europa, que depende críticamente del petróleo del Golfo”. En la misma línea, Ali Vaez, director del Proyecto Irán en el International Crisis Group, afirmó en junio de 2024: “Irán no necesita minar Ormuz: basta con hundir un petrolero para colapsar el mercado”. Este estrecho es, por tanto, un nudo geoestratégico crucial, ya que gran parte de la energía mundial circula por una zona sometida a tensiones políticas y bélicas.
Las crecientes hostilidades entre Irán e Israel obligan a prestar atención a este enclave para comprender las posibles consecuencias de sus acciones. Para España, su relevancia es innegable: según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), el 14,2% del petróleo y casi el 10% del GNL importados por el país provienen del Golfo Pérsico. Un cierre del estrecho dispararía los costes energéticos y pondría en riesgo la logística de las refinerías de Repsol en A Coruña y Cartagena, que procesan crudo saudí e iraquí.
Actualmente, Irán e Israel están inmersos en una escalada bélica sin precedentes. Según reportes de prensa y organismos, la aviación israelí ha destruido instalaciones nucleares en Isfahán y militares en el sur de Líbano, además de mermar significativamente los sistemas de alerta temprana y las defensas antiaéreas iraníes de largo alcance (Bloomberg, 2024). En respuesta, Irán ha lanzado ataques con misiles balísticos y drones contra bases militares y aéreas israelíes. Aunque las autoridades israelíes han minimizado los daños, estos ataques han evidenciado las limitaciones del sistema de defensa antimisiles Iron Dome frente a un bombardeo por saturación.
Las hostilidades, a pesar de haber disminuido por la intervención estadounidense, podrían reavivarse en el futuro, pues las tensiones de fondo continúan. Además, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha llegado a sugerir la posibilidad de un derrocamiento popular del régimen iraní, mientras que Irán ha amenazado con un cierre del Estrecho de Ormuz. Alireza Tangsiri, comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) en el Golfo Pérsico, declaró el 25 de junio de 2024 a Tasnim News Agency: “Si Irán no puede exportar su petróleo, ningún otro país de la región podrá hacerlo. El Estrecho de Ormuz no será seguro si nuestras exportaciones están en peligro”.
Por su parte, los aliados de Israel han desplegado fuerzas navales en la región, algunas de las cuales ya estaban presentes antes del conflicto. Estados Unidos cuenta con un portaaviones, dos destructores, una fragata y un buque anfibio; Reino Unido, con una fragata y un buque de patrulla; Francia, con una fragata; Italia, con otra fragata; y España, con un patrullero. El presidente Donald Trump ha mantenido su apoyo a Israel, reafirmando su postura hostil hacia Irán.
El despliegue de portaaviones estadounidenses refleja su función disuasoria y su capacidad de proyección de fuerza, enviando un mensaje político claro. Sin embargo, la armada iraní, aunque menos sofisticada, cuenta con tres fragatas, un portahelicópteros adaptado como base móvil para drones y comandos, numerosas lanchas rápidas, un buque espía y varios submarinos y minisubmarinos. A pesar de su inferioridad tecnológica, Irán podría optar por estrategias de guerra asimétrica, como las empleadas durante la Guerra de los Petroleros (1980-1988), cuando usó minas y misiles para atacar petroleros iraquíes y debilitar al régimen de Saddam Hussein.
Un cierre del Estrecho de Ormuz podría implicar ataques a buques mercantes con lanchas rápidas, misiles o minas colocadas desde barcos de pesca modificados. La proximidad de la costa y la geografía del estrecho facilitarían tácticas de sabotaje y hostigamiento selectivo, así como estrategias de negación de acceso (A2/AD). Estas acciones, enmarcadas en la doctrina del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (IRGCN), podrían incluir ataques encubiertos o suicidas para maximizar el impacto político. Además, Irán podría combinar lanchas rápidas armadas con misiles antibuque, lanzacohetes, ametralladoras pesadas y sistemas de interferencia electrónica con ataques desde tierra, aprovechando su arsenal de misiles y drones. La experiencia iraní en el uso de enjambres de drones, capaz de superar defensas por saturación, ya se ha demostrado en casos como el ataque de Hezbolá a la corbeta israelí INS Hanit en 2006 o los ataques hutíes en el Mar Rojo en 2023 y 2024.
Esta estrategia, conocida como “yunque y martillo”, consistiría en usar fuerzas navales iraníes para atraer buques aliados a un punto específico (el yunque), donde serían atacados por saturación desde tierra o mar (el martillo). Dado que en la región operan buques estadounidenses, británicos, franceses y españoles, aliados de Ucrania, no es descabellado que Irán, respaldado por Rusia y China, solicite apoyo indirecto. Aunque Rusia y China no intervendrían directamente, podrían proporcionar inteligencia estratégica, como datos satelitales, posicionamiento de flotas enemigas o monitoreo electrónico del tráfico marítimo, sin cruzar el umbral de una confrontación abierta. Este apoyo beneficiaría a los tres aliados:
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