
Estados Unidos y Europa son aliados, o eso es lo que los europeos todavía quieren creer. Eso no significa que, al mismo tiempo, no sean también competidores económicos. Ni, tampoco, que no puedan estar en desacuerdo sobre puntos específicos de política exterior. Pero ambos han sabido siempre también que, cuando llega el momento decisivo, están del mismo lado. Por eso, en última instancia, buscan preservar la unidad como un objetivo en sí mismo, desafiando a Lord Palmerston (quien dijo, como es bien sabido, que no hay amigos ni enemigos eternos, sólo intereses eternos), algo que ahora está cambiando y necesita de una actitud nueva por parte de Europa.
La segunda administración Trump parece querer darle la razón a Palmerston. Para ellos, los aliados europeos no merecen ningún tipo de consideración especial. Se los involucra o no, o se los coacciona, según convenga a los intereses de Estados Unidos. Si en un tema determinado se puede llegar a un acuerdo con Rusia sin los europeos o incluso en contra de ellos, que así sea. Algo que, si se convierte en una política fija de Estados Unidos, afectará seriamente el equilibrio de poder.
Rusia, China y todos los demás ya no deben tener en cuenta que en todas las cuestiones vitales la alianza atlántica se mantendrá unida. Otras potencias pueden incluso empezar a dudar de que Estados Unidos esté al lado de sus aliados europeos en tiempos de guerra; Trump ya ha socavado la disuasión y, por lo tanto, la seguridad de Europa.
¿Qué debe hacer Europa?
En la mesa o no: firmeza respecto a Rusia y Ucrania
La solución, en cualquier caso, no pasa por el servilismo: Trump supone que así es como se le debe tratar de todos modos, por lo que no le reportará beneficios duraderos. En cambio, Europa debe afirmarse, en primer lugar en Ucrania. Estados Unidos ha apostado por los hechos consumados: ha empezado a negociar con Rusia sin invitar a Europa; no permitirá que Ucrania se una a la OTAN; no contribuirá con tropas para garantizar la seguridad de Ucrania, ni permitirá tampoco que la OTAN se involucre. Washington parece aspirar a normalizar las relaciones con Moscú y parece estar también muy dispuesto a hacer concesiones en relación con Ucrania para ese fin, sin actuar realmente en nombre de Ucrania.
Europa, en concertación con Ucrania, también puede crear hechos consumados y dar forma a las negociaciones, incluso si no se sienta a la mesa. De hecho, Trump no puede negociar la eliminación de las sanciones europeas contra Rusia: la UE puede declarar ahora mismo que las mantendrá y establecer sus propias condiciones para su eliminación gradual. Por supuesto, una relación estable y, si es posible, de buena vecindad con Rusia es el estado final deseado, pero no se puede obligar a Europa a abrir los brazos mientras Rusia no demuestre que se puede confiar en ella. Por lo tanto, una coalición europea puede decidir ahora que desplegará un cuerpo de ejército en Ucrania para garantizar su seguridad, le guste o no a Rusia. Lo más importante es que la UE debe confirmar que promoverá la adhesión de Ucrania.
Eso sí, todo esto es sumamente urgente. Por ello, si Europa quiere tener algún tipo de impacto, su posición debe quedar clara antes de la próxima reunión entre Rusia y Estados Unidos, que tendrá lugar en cuestión de semanas.
Le guste o no a Washington: la participación de la OTAN
El secretario de Defensa, Hegseth, instó a Europa a asumir la responsabilidad de su propia defensa convencional. Es algo completamente lógico: la OTAN es una alianza, no un protectorado, y los aliados se defienden ante todo a sí mismos. Europa debería haber asumido esto hace mucho tiempo; debe hacerlo ahora y confrontar a Estados Unidos con las implicaciones de sus propios deseos.
Obviamente, los aliados europeos deben ahora adquirir por sí mismos las capacidades que hasta ahora sólo Estados Unidos ha aportado a la OTAN. El objetivo es el de contar con un paquete completo de fuerzas convencionales que otorgue a Europa autonomía militar de forma que pueda ser plenamente operativa y disuadir o defenderse de cualquier amenaza convencional sin ningún activo estadounidense, al tiempo que permanece bajo el paraguas nuclear de Estados Unidos. Pero esto también requiere que Europa pueda hacer pleno uso de la estructura de mando de la OTAN para planificar y llevar a cabo operaciones de defensa territorial, así como abordar las crisis en la periferia de Europa.
Eso incluye el despliegue europeo en Ucrania para garantizar su seguridad. Tal vez el cuartel general británico o francés podría llevar a cabo una operación militar de esa entidad. Ahora bien, también hay que planificar la guerra. De esta forma, hay que tener pensado de ante mano qué fuerzas de seguimiento se trasladarán a Ucrania si Rusia invade este país por tercera vez. También qué operaciones, defensivas y ofensivas, se planificarán en los demás sectores del flanco oriental. Porque no se puede aislar el teatro ucraniano del resto de la línea; si la guerra estalla de nuevo en Ucrania y una coalición europea se suma a la lucha, habrá combates también en otras fronteras.
En otras palabras, digan lo que digan hoy los Estados Unidos: si una coalición europea garantiza la seguridad de Ucrania, la OTAN participará, porque esos europeos serán aliados de la OTAN. Por lo tanto, si Europa se despliega en Ucrania y Putin lo delata y ataca, Europa debería delatar a Trump. Si los Estados Unidos no se unen a sus aliados europeos, matarán a la OTAN.
¿Trump se preocuparía realmente por la economía? Hegseth afirmó que Estados Unidos sigue comprometido con la OTAN, pero ¿fue sincero o quiso endulzar la situación? ¿Es esa la opinión de Trump? Se supone que Trump se preocupa por la economía, pero ¿entiende que, como la UE es un mercado único, la guerra contra cualquier Estado miembro de la UE significa que todos los Estados miembros estarán en una economía de guerra? El verdadero peligro es que Trump siga siendo activamente anti-UE, pero dividir la UE equivale al caos, en detrimento inmediato del vínculo económico más importante del mundo: el vínculo transatlántico.
Le guste o no a Pekín: involucrar a China
Mientras tanto, China ha mantenido un silencio casi absoluto. Ha ganado bastante con esta guerra, a costa de Rusia, a la que ha exigido importantes concesiones económicas, aunque éstas ya han llegado a su límite. Por supuesto, China también ha perdido: la mayoría de los dirigentes europeos confían ahora todavía menos en este país y muchos consideran que un cambio de postura respecto de Ucrania es una condición previa para alcanzar acuerdos en otras áreas, porque lo que Pekín pretende que sea una postura neutral, Bruselas lo ve en su mayoría como un apoyo a Rusia. Además, China también ha perdido influencia en Corea del Norte y teme que Rusia le esté proporcionando armas y tecnología que corren el riesgo de desestabilizar la península de Corea (aunque su silencio oficial sobre el tema significa que, una vez más, crea la percepción de que aprueba, si no apoya, el despliegue de tropas norcoreanas en Rusia). Por lo tanto, ahora a China le conviene poner fin a la guerra.
El hecho de que Rusia pueda llegar a un acuerdo con Estados Unidos sin la participación de China probablemente moleste a Pekín. Si Rusia y Estados Unidos normalizan sus relaciones, Moscú volverá a estar en una posición mucho más fuerte frente a Pekín y Estados Unidos tendrá libertad para concentrarse en Asia. ¿Por qué, entonces, China sufrió todo ese daño a su reputación por culpa de Rusia? ¿O acaso China y Rusia ya han llegado a un acuerdo tras bambalinas según el cual, independientemente de lo que espere Trump, se mantendrán unidos y no permitirán que Estados Unidos los enfrente entre sí (como Nixon enfrentó a China con la Unión Soviética en los años 70)? Al mismo tiempo, el gigante asiático enfrenta graves dificultades económicas. Con China (probablemente) y Europa (definitivamente) descontentas, ¿abre eso perspectivas para la concertación o incluso la cooperación?
El problema es que en los últimos años China ha dado pocos motivos a Europa para confiar en ella, debido a su historial de incumplimiento de los acuerdos en la esfera económica. En respuesta a una guerra comercial con Estados Unidos, China haría bien en resolver al menos algunas de sus diferencias económicas con la UE, pero también podría optar por compensar las pérdidas en el mercado estadounidense haciendo aún más dumping en Europa. En el trasfondo está el gran debate dentro de la dirigencia china: ¿seguir priorizando la seguridad y la ideología, o volver a un rumbo económico más pragmático?
Ocurra lo que ocurra, si una coalición europea garantiza la seguridad de Ucrania, están en juego importantes intereses chinos. Europa debe dejar muy claro a China que habla en serio y que está dispuesta a asumir el riesgo de una guerra para defender a Ucrania, y que, por lo tanto, China tiene todo el interés en presionar a Rusia para que no vuelva a invadir el país. En una guerra ruso-europea, China no podrá fingir que se mantiene neutral: o pierde todos los vínculos económicos con Europa o rompe la solidaridad con Rusia. No puede permitirse ninguna de las dos cosas.
A los 27 o no: demostrando liderazgo
¿Quién tomará la iniciativa en Europa? Algunas decisiones las debe tomar la UE como tal: la adhesión de Ucrania, las sanciones contra Rusia. Otras requieren decisiones nacionales: una garantía de seguridad, el despliegue de tropas, la creación de capacidades militares. El problema es que hoy no existe un formato único que pueda tomar decisiones sobre todas las dimensiones de la estrategia, y mucho menos sobre la guerra (o incluso una guerra por delegación como en Ucrania): algunas decisiones las toma la OTAN, otras la UE, muchas de ellas en situaciones ad hoc. Ese formato único no puede consistir en un gran organismo que decida por consenso, pues nunca será lo suficientemente ágil.
Por tanto, la iniciativa del presidente Macron de convocar a varios líderes fue totalmente acertada. Su plan, junto con el primer ministro Starmer, de crear una fuerza de “reaseguro” europea es la primera propuesta concreta que se ha puesto sobre la mesa. Esto demuestra que Europa, en efecto, necesita un “gabinete de guerra”: un pequeño número de líderes, con el mandato de sus pares, para llevar a cabo negociaciones (o, en caso de guerra, operaciones) y que cubran todo el espectro estratégico (político, económico y militar).
Ese “gabinete de guerra” debe incluir a las dos potencias nucleares europeas, Francia y el Reino Unido, así como a Alemania y Polonia, por su peso económico y militar. Además, debe incluir a la UE y la OTAN como tales: el presidente del Consejo Europeo y/o de la Comisión, y el secretario general de la OTAN, que se relacionan con el resto de los miembros y garantizan el mandato de éstos. Seamos claros, sin embargo: no se debe permitir que uno o dos miembros atípicos del Consejo o del Comité Central del Norte bloqueen el consenso: los tiempos son demasiado serios para andarse con tonterías. Por último, los miembros del “gabinete de guerra” deben contar con el apoyo de sus jefes de Defensa y de los presidentes de los comités militares de la UE y la OTAN.
Conclusión: decisiones importantes y arriesgadas
La política de las grandes potencias no es nueva: durante 2000 años, múltiples grandes potencias han cooperado, competido y rivalizado entre sí, en constelaciones siempre cambiantes. Los europeos acababan de dejar de pensar en ello; más vale que se pongan las pilas rápidamente. Más aún porque hay algo nuevo: Estados Unidos ya no puede ser por defecto un aliado firme en todas las cuestiones vitales. Y el gobierno de Estados Unidos deja que la ideología guíe la estrategia, algo que rara vez termina bien. Un cambio que sin duda significa, además, que todos los argumentos racionales de Europa sobre cómo Estados Unidos está dañando su propia prosperidad y seguridad al erosionar las de Europa pueden caer en oídos sordos. En cualquier caso, si el razonamiento no funciona, la acción sí.
Ahora es el momento de que los europeos tomen decisiones trascendentales. La responsabilidad puede parecer abrumadora, pero negarse a decidir es aún más arriesgado. Estamos en el terreno de la Gran Estrategia, cuya esencia es simple, aunque nunca fácil: o abandonamos a Ucrania o la apoyamos.
Nota del editor
Artículo publicado originalmente en inglés por «EGMONT – The Royal Institute for International Relations».
IMPORTANTE: Las opiniones recogidas en los artículos pertenecen única y exclusivamente al autor y no son en modo alguna representativas de la posición de Ejércitos – Revista digital sobre Defensa, Armamento y Fuerzas Armadas, un medio que está abierto a todo tipo de sensibilidades y criterios, que nace para fomentar el debate sobre Defensa y que siempre está dispuesto a dar cabida a nuevos puntos de vista siempre que estén bien argumentados y cumplan con nuestros requisitos editoriales.
El planteamiento me produce dudas. ¿Hasta qué punto es realista buscar una independencia de los EEUU en cuestiones geopolíticas y pretender usar los organismos de la OTAN? ¿Qué ocurre cuando los intereses no coincidan, como con Ucrania?
El planteamiento se basa en un pilar europeo dentro de la OTAN dotado del abanico completo de capacidades (paquete de fuerzas de espectro completo). De esta forma, en caso de guerra a gran escala, todos los aliados colaborarían. Y, en caso de que los europeos tuviesen un problema que no afecte a los EEUU, podrían utilizar estas fuerzas (que siguen siendo de los Estados) para ponerle remedio.
Con el debido respeto, no estoy de acuerdo con esa perspectiva. Esa solución podría ser válida únicamente a corto plazo y dependería de que Estados Unidos no intentara sabotearla desde dentro. Hemos sido testigos de cómo, en la votación de la ONU para condenar la agresión de Rusia, Estados Unidos no solo se ha mantenido al margen, sino que ha decidido apoyar al agresor. ¿Quién puede garantizar que las estructuras europeas de la OTAN no serían boicoteadas en una situación similar?
Además, la deriva de Estados Unidos no se limita al mandato de Trump; podría prolongarse durante una década o más a través de figuras como JD Vance y sus sucesores. Es fundamental buscar una solución que confiera a Europa una verdadera independencia.
Eso podría ser lo deseable, pero no es un objetivo realista. La PCSD lleve intentando construirse decenios y no se ha avanzado en absoluto, debido a factores estructurales.
Buenos días,
a mi me genera dudas el gabinete de guerra compuesto por 4 países, ya que tomaría decisiones que afectaran a los 27. Entendiendo delegar esas funciones sin previa consulta a sus ciudadanos me parecebe un abuso. Además de los intereses enfrentados de sus miembros como es una gerra en Ucrania la que para nosotros es una zona completamente periférica.
Y sin embargo, poner de acuerdo a 27 es imposible…