Septiembre de 1939. La Segunda Guerra Mundial acababa de empezar, y en la tierra de nadie entre la Línea Sigfrido y la Línea Maginot, una patrulla de reconocimiento francesa se topaba con un campo de minas germano que contaba con un nuevo artefacto. La Mina-S. Los aliados la apodaron Bouncing Betty, e inauguró una nueva saga de artefactos antipersona conocidos como “minas saltarinas”, y que fueron copiadas en medio mundo. La serie Valmara italiana, las J-69 sudafricanas, las M2 y M16 norteamericanas, las PP-Mi-Sr checoslovacas, o las OZM-3, OZM-4 y OZM-72 soviéticas, entre muchas otras.
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