Rusia no puede concebirse a sí misma de otra forma que no sea como imperio. Después de los colapsos de 1917 y 1991, busca la forma de compaginar este «destino especial» con su debilidad frente a Occidente y su escaso atractivo de cara a los países que un día fueron sus satélites, cuando sus posesiones. Sin necesidad de depredar territorios vecinos actúa de forma pragmática mientras intenta presentarse como una alternativa a un Occidente que considera decadente e hipócrita.
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