La panoplia de medidas que se pueden tomar para evitar el secuestro de un barco suelen dividirse en dos grupos: letales y no letales. De entre las primeras, la contratación de vigilantes armados se ha confirmado como la más exitosa. De entre las segundas podemos citar el uso de cañones sónicos y de agua, el despliegue de concertinas, la utilización de las propias mangueras contra incendios del buque. Sin embargo, quizás la medida disuasoria no letal que se ha mostrado más eficaz sea el uso de una habitación del pánico, también llamada ciudadela. En la práctica consiste en el encierro de la tripulación en un lugar seguro al que no pueden acceder los piratas que han abordado el barco.
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