El conflicto armado colombiano es un fenómeno estructural que se ha prolongado durante décadas. Ha estado caracterizado por las disputas sociopolíticas, las desigualdades económicas y las dinámicas de violencia institucionalizadas, sustentadas por una estructura de poder basada en la economía ilícita y en una geopolítica de fronteras que siguen dando problemas desde mediados del siglo XX. Se origina en el período histórico conocido como “La Violencia” (1946-1962), marcado por la rivalidad civil entre los dos partidos tradicionales del país: el Partido Liberal y el Conservador. Este enfrentamiento bipartidista polarizó a la nación y culminó con la toma de poder bajo un gobierno militar. Fue una época marcada por la inestabilidad, el auge de la movilización social y la marginalidad del conflicto armado, factores que precipitaron la creación de las dos guerrillas históricas del país: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)[1]. El objetivo de este análisis es evidenciar el proceso evolutivo de ambas organizaciones y su adaptabilidad estratégica, táctica y técnica, desde su constitución como milicias hasta la actualidad, en la que han abrazado los avances en drónica desarrollados en otras latitudes para seguir poniendo en jaque a las fuerzas estatales.
Índice
- Introducción
- 1. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
- 1.1. Génesis
- 1.2. Expansión geográfica
- 1.2.1. Creación de frentes
- 1.2.2. Nuevo modelo operativo
- 1.3. Evolución financiera y política
- 1.3.1. Disputa territorial
- 1.3.2. El plan «Cisne Tres»
- 1.4. Auge militar y los acuerdos de paz
- 1.4.1. Zona desmilitarizada
- 1.4.2. Declive
- 2. El Ejército de Liberación Nacional (ELN)
- 2.1. Similar origen
- 2.2. Expansión
- 2.3. Lucha de poder
- 2.4. Actualidad
- 2.5. Los últimos meses de Petro
- 3. Conclusión
- Bibliografía
- Notas
Introducción
En las profundidades de la selva colombiana y en los desniveles andinos, surgieron dos de las guerrillas más longevas de América Latina: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Las primeras nacieron en 1964, tras la violenta represión estatal contra comunidades campesinas autodefensas en Marquetalia, inspiradas en el marxismo-leninismo y la lucha por la reforma agraria. El segundo, por su parte, fue fundado en 1964-1965 por un grupo de intelectuales, estudiantes y sacerdotes influenciados por la Revolución Cubana y la teología de la liberación, con un enfoque en la justicia social y la resistencia antiimperialista.
Inicialmente, ambos grupos se presentaron como insurgentes ideológicos, reclutando combatientes bajo banderas de igualdad y soberanía nacional contra un Estado percibido como oligárquico y excluyente. Sin embargo, a lo largo de las décadas, evolucionaron hacia actores híbridos, fusionando la retórica revolucionaria con prácticas delictivas para sostener sus estructuras. El narcotráfico se convirtió en una fuente primordial de financiación: las FARC controlaron vastas zonas de cultivo de coca, imponiendo «impuestos» a productores y traficantes, mientras el ELN extorsionaba empresas petroleras y mineras, aunque también incursionó en el negocio de la droga.
Los secuestros extorsivos marcaron otro pilar de su economía ilícita. Las FARC secuestraron a miles de civiles, militares y políticos —como la candidata presidencial Íngrid Betancourt en 2002— para presionar al gobierno y obtener rescates millonarios. El ELN, por su parte, adoptó tácticas similares, aunque con un sesgo más selectivo hacia empresarios y extranjeros. Esta hibridación diluyó sus ideales originales, transformándolos en organizaciones criminales con fachada política, responsables de masacres, desplazamientos forzados y un conflicto que ha cobrado más de 260.000 vidas.
Hoy, tras el acuerdo de paz de 2016 con las FARC —que desmovilizó a la mayoría, aunque disidencias persisten— y negociaciones intermitentes con el ELN, estos grupos ilustran cómo la insurgencia puede mutar en carteles armados, desafiando la estabilidad de Colombia y la región. De hecho, no sólo siguen evolucionando, sino que lo hacen con dedicación, prestando una enorme atención a lo que sucede en otras regiones, lo que les ha permitido incrementar sus capacidades, por ejemplo a través de la imitación, como ocurre con la drónica, herramienta que emplean sin reparos contra las Fuerzas Armadas colombianas. Un tema apasionante que bien merece un análisis en profundidad. Análisis que no puede comenzar sin antes ofrecer al lector una imagen amplia del origen y evolución de los grupos que han protagonizado el conflicto en Colombia durante las últimas décadas.
1. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
1.1. Génesis
El surgimiento de las FARC está ligado al contexto histórico del país, que comenzó con la lucha entre las clases sociales. A posteriori, se inició el levantamiento popular y el asesinato de Jorge Gaitán, candidato Liberal, en 1948[2]. Estos hechos condujeron a las revueltas en Bogotá y las persecuciones políticas. Las FARC nacen como una organización político-militar de autodefensa campesina, con una base ideológica contraria a la agresión estatal y a los terratenientes colombianos. El pensamiento ideológico y la lucha entre clases establecieron una base social importante, asimismo, desencadenaron la defensa en el área rural del Tolima frente a la desigualdad[3]. Consolidaron su posición mediante la protección rural, influenciados desde su nacimiento por las ideologías del Partido Comunista de Colombia; un país que era la puerta de entrada a América Latina, “una América que en los años 60 todo eran dictaduras y guerras civiles”, dando comienzo la lucha entre clases[4].
La organización interna se formalizó en la década de 1950, un proceso de construcción que culminó con el nacimiento del estado mayor y la creación de los primeros destacamentos operativos. Sin embargo, su desarrollo fue interrumpido por la dictadura militar del general Gustavo Rojas Pinilla, quien ilegalizó al Partido Comunista y además, declarando las zonas de influencia de la guerrilla como áreas de guerra, permitiendo operaciones militares contra la población e imponiendo el toque de queda. A pesar de las acciones del Estado, la resistencia apostó por la movilidad estratégica como herramienta básica frente a ellas, una decisión que sería fundamental para el desarrollo futuro en el conflicto. En total, a causa de la presión del Estado, más de 100.000 personas fueron movilizadas; ésta dispersión de la población propagó el conflicto.
En 1966, las FARC adoptaron la doctrina de guerra de guerrillas, basada como decíamos en la movilidad táctica y particularmente estratégica como herramienta destinada a saturar al enemigo y expandir el frente. Una guerra de desgaste asimétrica contra el poder del Estado. El plan inicial consistió en la formación de columnas móviles con capacidad operativa para localizar, atacar y dispersar inmediatamente, planificando las operaciones según la capacidad logística de la columna y la orografía del terreno, buscando alterar los centros neurálgicos mediante una operatividad clandestina que impedía a la inteligencia estatal evaluar y concretar la localización de las células.
Paralelamente, con la expansión geográfica de las FARC se implementó una economía de guerra con un gran protagonismo del impuesto revolucionario: una estructura ilegal imprescindible para su supervivencia como organización. Así, durante los primeros años de vida, la organización se nutría de los impuestos recaudados a los productores de marihuana y cocaína, ingresos que complementaban con los procedentes de los pagos efectuados como rescates de los secuestros en masa y los procedentes de las extorsiones a las empresas de la zona.[5]
1.2. Expansión geográfica
1.2.1. Creación de Frentes
La década de 1970 marcó un punto de inflexión en el pensamiento estratégico de las FARC, manifestando una ruptura en la estrategia de la organización. La transición desde una fase defensiva o fase primaria hacia una fase móvil más operativa tuvo como objetivo la ampliación territorial y la expansión de la autoridad de la organización.
Durante este período, se consolidó el concepto del “frente” como unidad estratégica fundamental, empleado tanto por las FARC como por el ELN. Asimismo, la doctrina de expansión militar se basó en el desdoblamiento territorial: el frente existente debía fortalecerse, para obtener el respaldo de la población mediante el adoctrinamiento, para posteriormente segregarse en una nueva columna. Como resultado de ello, cada vez que el proceso se repetía nacía otro frente en un territorio listo para ser anexionado. Los frentes eran el núcleo de la organización, proyectando su área de influencia y permitiendo la saturación geográfica para crear corredores estratégicos que garantizan no sólo la supervivencia de las FARC, sino también su proyección política a largo plazo.
Ahora bien, al menos inicialmente las FARC no disponían de frentes suficientes para llevar a cabo sus planes. No obstante, fue la necesidad de sobrevivir la que cimentó esta estructura. Con el paso del tiempo y durante varias décadas llegaron a aumentar los frentes hasta formar al Quinto y Sexto frente en la década de 1970[6].
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