Los cables submarinos son las auténticas arterias por las que fluye la materia prima más importante de nuestra era digital: los datos. De su seguridad dependen las economías y sociedades, especialmente las más avanzadas. El reciente sabotaje al gasoducto Nord Stream, que ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de algunas de las principales infraestructuras submarinas, obliga a pensar sobre la importancia de las mismas y la necesidad de invertir más recursos en su protección. También a reflexionar sobre la importancia que tiene su control y la responsabilidad que entraña controlar las aguas bajo las que se asientan, algo a lo que países como España deberían ser particularmente sensibles.
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