
Para entender el rápido desmoronamiento de las fuerzas gubernamentales afganas frente al talibán y la caída de Kabul, debemos tener en cuenta una mezcla de factores político-militares basados en el balance y equilibrio militar, la estrategia miliar y las operaciones, y, por último, en las alianzas y pactos políticos. Todo estos factores favorecían a los talibán, tal y como mostramos a continuación. Además, las causas y naturaleza del derrumbe del ejército afgano y de las defensas en torno a la capital, podrían explicar lo que podría ser un pacto nacional afgano para un gobierno inclusivo, en lugar de una tiranía talibán.
Equilibrio militar
Numéricamente, los talibán y el ejército afgano estaban casi igualados. No es cierto el relato de los 300.000 soldados del gobierno afgano contra un puñado de guerrilleros talibanes. Tan solo el 60% de los 300.000 efectivos de las fuerzas de seguridad y defensa afganas eran parte del Ejército de Tierra y la Fuerza Aérea, esto es, unos 180.000 uniformados. El 40% restante eran policías cuyo valor militar para oponerse a una campaña militar talibán era bastante cuestionable. Además, de esos 180.000 una fracción por determinar eran soldados «fantasma» que alimentaban la economía política de la corrupción desviando y apropiándose salarios y material.
También habría que eliminar de la ecuación a casi todos los efectivos pertenecientes a la Fuerza Aérea afgana, porque ésta perdió mucha eficacia una vez los 18.000 contratistas que la mantenían logísticamente, fueron evacuados de Afganistán. Además, la Fuerza Aérea afgana arrastraba grandes problemas de operatividad desde que en 2014, las sanciones contra Rusia por la invasión de Ucrania, hicieron muy difícil acceder a nuevos repuestos para los helicópteros Mi-17. La transición a los Black Hawk UH-60 enfrentaba también muchas dificultades y en buena medida dependían de la presencia de los contratistas.
Por tanto, las fuerzas militares gubernamentales afganas, en realidad sumaban una cifra sensiblemente inferior a los 180.000 efectivos. Además, sin fuerzas aéreas para el transporte y el apoyo aéreo, la coherencia táctica de las fuerzas terrestres sería bastante inferior. Por ejemplo, el transporte de suministros e infantería a puntos clave, especialmente si están en combate, se hace por aire.
Los talibán, por su parte, habían aumentado su número de manera muy considerablemente, aproximándose al potencial humano de las fuerzas gubernamentales. Por ejemplo, según el Informe al Consejo de Seguridad de la ONU sobre la seguridad y la estabilidad de Afganistán de julio de 2021, se puede leer que:
Se calcula que el número de combatientes talibanes armados oscila actualmente entre los 58.000 y los 100.000 aproximadamente; las cifras fluctúan según haya un despliegue de las fuerzas en el campo de batalla o se pongan en reserva. La cantidad de combatientes talibanes sigue siendo importante a pesar del gran número de deserciones y bajas sufridas en los últimos años.
En este orden de cosas, Antonio Giustozzi, un experto en la guerra de Afganistán, afirmó que:
Las fuerzas de los talibán podrían haber aumentado a más de 100.000 efectivos, desde los los 60.000 o 70.000, por la llegada de varias docenas de miles de talibán desde Pakistán y de varios miles de voluntarios del propio Afganistán que se sumaron al percibir que la victoria talibán estaba próxima.
Es decir, que no fue una guerrilla de unos pocos miles de talibanes venciendo a 300.000 soldados afganos (o 200.000, según los relatos que tienen en cuenta a los soldados «fantasma»), sino que en realidad, probablemente, eran más de 100.000 talibanes contra un número muy inferior a 180.000 militares afganos nominales (menos los «fantasmas») alistados en la Fuerza Aérea (ya inoperativa en agosto de 2021) y el Ejército afgano. Básicamente, había un equilibrio de fuerzas cuantitativo.
Por su parte, un estudio del CTC de West Point calcula el balance cuantitativo de fuerzas del siguiente modo:
La mayoría de las estimaciones sitúan el número de combatientes de primera línea talibanes en alrededor de 60.000. El número comparable de soldados afganos es de unos 96.000. La única estimación pública detallada de los elementos de la milicia de los talibanes, su fuerza de «retención», es de alrededor de 90.000 personas. La fuerza gubernamental comparable es la Policía, que tiene aproximadamente el mismo número de personas (84.000) en el campo. Por lo tanto, una comparación puramente militar de la fuerza muestra que la fuerza de combate del gobierno es solo 1,5 veces la fuerza de los talibanes, mientras que las fuerzas de retención de las dos partes son aproximadamente equivalentes.

Estrategia militar
El otro factor que explica que, a pesar de un equilibrio de fuerzas, el ejército afgano se desmoronase rápidamente en agosto de 2021, fue la disparatada estrategia militar que el presidente Ghani impuso a sus Fuerzas Armadas. Ghani quiso extender el despliegue militar del Ejército afgano, para dar la falsa sensación de controlar el terreno y el país. Sin embargo, al extender mucho sus líneas, hizo que los talibán pudieran atacar a las desperdigadas fuerzas una por una, concentrándose localmente y ganando superioridad numérica y de potencia de fuego.
Respecto al pésimo despliegue militar del Ejército afgano, Benjamin Jensen escribió en el Atlantic Council que:
El gobierno afgano se centró en controlar el terreno a través de puestos de control y pequeños puestos de avanzada diseminados por todo el país. Desde un punto de vista político, esta postura le permitió a Ghani, quien luchó por ganar un apoyo político amplio, apelar a diferentes grupos políticos y decir que estaba negando el terreno de los talibanes.
Pero la realidad militar fue la opuesta: el enfoque dispersó a las unidades por todo el país y las dejó incapaces de reforzarse mutuamente. Los talibanes aprovecharon esta vulnerabilidad, interrumpiendo las líneas de comunicación terrestres en un esfuerzo por aislar aún más los puestos de control y establecer las condiciones para la derrota de las fuerzas afganas. A medida que los puestos de control se volvieron dependientes de la obtención de nuevos suministros por vía aérea, las misiones de reabastecimiento pusieron a prueba a una Fuerza Aérea afgana que ya estaba sobrecargada. Como resultado, los problemas de mantenimiento dejaron en tierra más aviones que el fuego antiaéreo.
Las catastróficas consecuencias que estaba sufriendo el ejército afgano por causa de su pésima estrategia y disposición geográfica, fueron señaladas con antelación al derrumbe final y la toma de Kabul. Por ejemplo, en el ORF Sushant Sareen escribía el 3 de julio que:
Algunos analistas siguen creyendo que no todo está perdido y que se le está dando demasiada importancia a las retiradas tácticas de «guarniciones distantes y aisladas, donde las líneas de suministro se extendían y que no podían protegerse sin el poder aéreo». Militarmente, esto tiene sentido. Pero el problema es doble: 1) estos retiros tácticos crearon la impresión de que la ANA se está desmoronando ante el ataque de los talibanes y puso en marcha un efecto dominó con una guarnición tras otra rindiéndose abyectamente, dando a los talibanes un enorme impulso psicológico; 2) no fueron solo guarniciones aisladas, sino también algunas posiciones, distritos y centros de población realmente estratégicos que cayeron en manos de los talibanes.
Este despliegue militar tan extendido dejaba paralizado y expuesto al Ejército afgano, desperdigado en pequeñas concentraciones que fácilmente podían verse abrumadas por las fuerzas talibán, al concentrarse para lograr localmente superioridad numérica y de potencia de fuego. De ese modo, podían ir destruyendo una por una cada unidad y puesto avanzado de las fuerzas gubernamentales. Para julio, como indica Sarah Kreps en el NYT, los talibán controlaban carreteras y nodos clave. Esto también contribuyó decisivamente a la destrucción de la coherencia táctica y operativa del ejército afgano.
Una evaluación en red de CTC de West Point describía el despliegue militar de las fuerzas gubernamentales afganas del siguiente modo:
Durante años, la estrategia de la ANDSF para defender al país de los talibanes se basó principalmente en dos elementos principales: establecer una fuerte presencia (un «anillo de acero») en y alrededor de las principales áreas de población y realizar operaciones a gran escala (p. Ej., Divisiones o cuerpos (de gran tamaño) de limpieza para intentar recuperar áreas que habían sido tomadas por los talibanes. Más recientemente, a instancias del actual comandante estadounidense en Afganistán, y como resultado del crecimiento significativo de estas fuerzas como parte de la iniciativa “Hoja de ruta ANDSF” del presidente Ashraf Ghani, la ANDSF se ha alejado de este modelo y se ha basado mucho más en el poder destructivo y disruptivo de la AAF y la ASSF para alejarse de una estrategia centrada en la contrainsurgencia y adoptar una basada en la presión y el desgaste militares. En este modo de operaciones, elementos de la ASSF, como los comandos afganos, realizan redadas de acción directa (a menudo habilitadas por las AAF) y generan inteligencia para indicar los ataques de las AAF contra objetivos talibanes.
A pesar de todas sus capacidades técnicas y las preferencias del liderazgo militar estadounidense en Afganistán, el modo de operación preferido del Ejército afgano y la Policía del país sigue siendo la seguridad en un área amplia mediante el uso de más de 10.000 puntos de control estáticos. Esto es en gran parte el resultado de las principales deficiencias de la ANDSF, que han incluido de manera persistente un liderazgo deficiente, un alto desgaste y la incapacidad para administrar eficazmente al personal, la corrupción desenfrenada y prácticas deficientes de sostenimiento, mantenimiento y logística. Estas deficiencias, junto con el deseo de los actores políticos afganos de tener una presencia visible de la ANDSF en sus áreas de influencia y el papel de los puestos de control en la extorsión de las poblaciones locales, los han convertido en el mínimo común denominador y el modo de funcionamiento más sencillo para la ANDSF. El US Army ha intentado durante años cambiar esta dinámica, en su mayoría sin éxito.
Más adelante, la evaluación continúa del siguiente modo:
El gobierno afgano, por otro lado, ha vacilado en su enfoque estratégico desde el final de la oleada de Estados Unidos en 2014. En el período 2015-2018, la ANDSF implementó lo que se llamó una estrategia de “mantener-luchar-interrumpir”. Como lo describió el comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán en ese momento:
Esta metodología designaba áreas que la ANDSF “Retendría” para evitar la pérdida de importantes centros de población y otras áreas estratégicas para el enemigo, aquellas por las cuales la ANDSF inmediatamente “Lucharía” por retener y aquellas áreas en las que asumirían riesgo por solo “ Interrumpir ”al enemigo si aparecía. La ANDSF diseñó su plan de campaña operativa por fases, llamado Operación SHAFAQ, para anticipar y contrarrestar los esfuerzos principales y de apoyo del enemigo. Esta priorización hizo que concentraran fuerzas en áreas más pobladas y eliminaran fuerzas de áreas más remotas y escasamente habitadas.
Quizás no sea sorprendente entonces que la última evaluación oficial del control territorial de Estados Unidos (en octubre de 2018) mostrara que el gobierno tenía el control del 54 por ciento de los distritos del país, con los talibanes en control del 12 por ciento y el resto en disputa. En 2015, la misma fuente había evaluado que el gobierno afgano tenía el control del 72 por ciento de los distritos. La dramática disminución en el control del gobierno (del 72 al 54 por ciento) fue acorde tanto con la introducción de la estrategia de «mantener la lucha-interrumpir» y el dramático aumento en las estimaciones de la fuerza de los talibanes (de 20.000 a 60.000), durante aproximadamente el mismo período de tiempo.
En paralelo a la campaña militar talibán para ir abrumando localmente a las fuerzas gubernamentales afganas, se ejecutó una eficaz campaña de coerción y guerra psicológica para forzar rendiciones en el Ejército afgano. A través de redes sociales, los talibán enviaron una gran cantidad de mensajes e imágenes en las que se planteaba la alternativa a los soldados afganos de rendirse o morir y que sus familias sufrieran represalias. El talibán también llevó a cabo una eficaz campaña de propaganda en redes sociales, que llevó a aislar y desintegrar psicológicamente a las fuerzas militares y de seguridad afganas. Por ejemplo, en el New York Times relatan el caso de los talibán dando un mensaje a un anciano, que a su vez debía entregar a varias destacamentos de las fuerzas gubernamentales en la provincia de Baghlan, que decía «si no se rinden, los mataremos». Según el artículo del NYT, tras varias negociaciones se rindieron más de 100 militares afganos de dos bases y tres puestos avanzados. Lo más relevante de esa información no es solo el efecto de la coerción y el terror, sino que nos indica lo muy desperdigadas que estaban las fuerzas afganas.
Las consecutivas rendiciones de las fuerzas gubernamentales, además de provocar su desintegración psicológica, suministraban con equipo y municiones adicionales a los talibán para continuar su ofensiva, alimentando progresivamente el proceso.
La historia militar está llena de casos en el que un despliegue militar demasiado extenso y sin que unas fuerzas desperdigadas pudieran prestarse apoyo táctico entre sí, caen como un dominó provocando un momento de estampida. En la Guerra de Indochina que libró Francia contra el Vietminh, los franceses pudieron limitar la libertad de maniobra de las fuerzas vietnamitas desde sus santuarios junto a la frontera china, mediante una línea de fuertes que controlaban la carretera 9. Los puntos fuertes franceses podían resistir los asaltos del Vietminh al carecer de armas pesadas con las que destruirlos. Sin embargo, después que Mao ganara la guerra civil en China, envió piezas de artillería al Vietminh. Con el nuevo armamento pesado, los fuertes fueron un objetivo fácil de batir y toda la línea de defensa de la carretera 9 se desmoronó, con las fuerzas francesas y de aliados locales retirándose apresuradamente.
En España tenemos un caso similar en el desastre militar de Annual. También es sabido que los mongoles consiguieron una parte importante de sus conquistas gracias a esa clase de terror. Al masacrar y destruir ciudades y tribus enteras, conseguían que por terror, el resto de plazas, tribus y poblaciones, se rindieran antes de siquiera comenzar la lucha.
El Ejército afgano, sin logística aérea para afrentarse en sus puestos aislados a los talibán, y sin poder concentrarse para intentar ejecutar contraataques a causa de un despliegue geográfico que dispersaba sus fuerzas, era un ejército sin coherencia táctica en el que las diferentes unidades no podían prestarse apoyo entre sí. La desintegración psicológica provocada por la campaña de coerción, solo fue un efecto una pésima estrategia militar, que dejaba a los miliares afganos en condiciones de inferioridad ante lo talibán, y el miedo de que ellos y sus familias fueran represaliados en la posguerra.
Una estrategia militar más lógica, debió haber sido concentrar las fuerzas afganas en los núcleos de población y las vías de comunicación, de manera similar a cómo lo hizo Najibulá tras la retirada soviética. Por supuesto, los EE.UU. también debieron permitir que los contratistas siguieran apoyando a la fuerza aérea afgana. Esto quizás pudiera haber retrasado el descalabro unas semanas o meses, tiempo suficiente para que la OTAN y EE.UU. pudieran retirarse con mucha más tranquilidad y sin las escenas de caos que hemos visto estos días.
Por otra parte, ha de recordarse que los soldados del gobierno afgano demostraron durante muchos años un gran coraje físico y mucha valentía. No obstante, las personas que han estado desplegadas en Afganistán coinciden en que técnicamente eran muy deficientes respecto a los soldados occidentales. Es importante tener esto presente, para no tener una visión de un Ejército afgano cobarde y sin ánimo de luchar. Durante muchos años lucharon y murieron, y aguataron más de lo que aguantó la OTAN. Solo al final de la lucha, cuando ya no había esperanza de victoria y la vida de sus propias familias peligraba, el ejército se desintegró psicológicamente. Aunque técnicamente era en general un ejército incompetente para los niveles occidentales, los talibán eran igualmente incompetentes, por lo que, por sí misma, esa variable no es la de más peso.
Otro factor psicológico de gran importancia para explicar la rápida desintegración del Ejército afgano en agosto de 2021, fue el modo en que se ejecutó la retirada de la base de Bagram, un nodo principal para la logística militar en Afganistán. La base se evacuó sorpresiva y fugazmente, dejando completamente desolado el lugar. Esto causó una gran impresión entre los militares afganos, que vieron como el eje de logística militar afgana desaparecía, dejando más aislados si cabe desde el punto de vista material a los desperdigados destacamentos afganos, y con la sensación de haber sido abandonados.
Resaltar una vez más, que, si bien el Ejército afgano era un agujero de corrupción en el que se desperdiciaba el dinero y dependían de EE.UU. para las capacidades de observación y vigilancia, de haber optado Ghani por una estrategia militar más defendible y no tener los talibán apoyos de Pakistán, Rusia e Irán para armar y sostener a más de 100.000 talibanes, militarmente Afganistán podría haber aguantado indefinidamente. El Ejército afgano no cayó en dos semanas de agosto, esa solo fue la fase final y más vistosa. Los talibán en abril ya controlaban más de 40 distritos y causaban muchas bajas a las fuerzas afganas durante años.

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