Programa FGK (Fuze Guidance Kit)

Munición guiada made in Spain

Hace cuatro años, la empresa madrileña Escribano Mechanical & Engineering (EM&E) comenzó a trabajar en un proyecto único en nuestro país: el diseño de kits de guiado susceptibles de utilizarse tanto en munición cohete como en proyectiles de artillería y morteros. Desde entonces, las decenas de personas que trabajan en el programa FGK (Fuze Guidance Kit) han logrado importantes avances y superado numerosos hitos. Sin ir más lejos, el pasado 7 de junio tuvimos la ocasión de asistir, en el Centro de Ensayos de Torregorda (CET), dependiente del INTA y situado a las afueras de la ciudad de Cádiz, al lanzamiento de cinco proyectiles de 155 mm equipados con otras tantas espoletas guiadas. El resultado de las pruebas, que se saldó con un rotundo éxito, logrando una precisión imposible de alcanzar sin estos kits y demostrando la fiabilidad del diseño, permite albergar grandes esperanzas a los impulsores de esta iniciativa. Una apuesta que, de completarse tal y como la empresa espera, permitirá a Escribano competir de tú a tú con los fabricantes foráneos en un segmento con una demanda creciente. Siempre, eso sí, que logren producir estos kits a un precio atractivo.

El programa FGK data de principios de 2017. Nació con la intención de desarrollar un kit de guiado para proyectiles y para cohetes que fuese competitivo, tanto en precisión como en precio, susceptible de exportarse y cuya soberanía tecnológica recayese íntegramente en España. A diferencia de lo que ocurre con otros famosos -y carísimos- sistemas G-RAMM (Guided – Rocket Artillery Mortar and Missiles), como los conocidos M982 “Excalibur” de BAE Systems y Raytheon, el “Vulcano” de Leonardo o el “Krasnopol” ruso, lo que la empresa de Alcalá de Henares pretendía era ofrecer una alternativa económica y susceptible de utilizarse con las municiones en servicio. Para ello, se propusieron diseñar una serie de kits que permitiesen transformar municiones ordinarias en municiones guiadas.

Por supuesto, nadie pretende que esto sea una novedad, ya que son varios los modelos de espoletas guiadas o CCF (Course Correction Fuze) en servicio, como la M1156 utilizada por el US Army -cuya adquisición nuestro Ejército de Tierra ha aprobado recientemente- o la TopGun de Israel Aerospace Industries. Sin embargo, la posibilidad de contar con un producto íntegramente español sí que era y es algo nuevo, como también lo son algunas de las soluciones propuestas. Además, el Programa FGK cuenta con la ventaja de ofrecer, a partir de la misma tecnología de base, dos modelos de espoleta adaptados a:

  • Cohetes y MLRS: En este caso pueden acoplarse a cohetes de entre 120 y 300 mm como los utilizados por sistemas como el extinto Teruel de nuestro Ejército de Tierra (MC25 de 140 mm). También a modelos como los empleados por los BM21 Grad o los Astros II brasileños -quizá el dato más interesante para España, a la espera de lo que ocurra finalmente con el programa SILAM-. Cuenta con cuatro superficies de control, dos de ellas de tamaño mucho más reducido, como puede verse en las imágenes.
  • Proyectiles de 155 mm y morteros: Mediante una rosca estándard (2-12UNS-1A) puede integrarse en proyectiles que cumplan con los estándares adoptados por OTAN, como los proyectiles ER02 y M107 fabricados por Expal y utilizados en los M-109 y los SIAC en servicio con nuestras Fuerzas Armadas. La corrección de trayectoria se realiza mediante dos aletas en lugar de cuatro, como suele ser habitual.

El proceso de desarrollo ha distado mucho de ser sencillo. Por el camino, los ingenieros de la empresa han tenido que afinar el diseño de la espoleta y las superficies de control, así como de todos sus componentes internos, entre los que se incluye el mecanismo que hace posible la detonación, un sistema de guiado dual (inercial + GPS) con sus correspondientes antenas (el sistema es compatible con GPS, GLONASS y Galileo). También, por supuesto, los motores eléctricos que permiten variar el ángulo de las aletas, las baterías que los alimentan, el equipo de procesamiento, los sistemas de telemetría para poder llevar a cabo los diversos test, etc. Lo más importante, cada componente de estos kits, especialmente en el caso de los destinados a los proyectiles, debe ser capaz de funcionar en condiciones extremas. 

El 1 de enero de 2019 el proyecto sería elegido tras evaluarse las propuestas recibidas por el Sistema de Observación y Prospectiva Tecnológica (SOPT) de la Subdirección General de Planificación, Tecnología e Innovación (SDG PLATIN), como uno de los receptores de fondos del programa COINCIDENTE. Claro está, los recursos ofrecidos por la DGAM, que es el órgano que está detrás de esta iniciativa, no cubren el ingente gasto en I+D que requiere un proyecto como el Programa FGK. Sin embargo, sí sirve de incentivo a unas empresas, las españolas, que por su limitado tamaño y sin el apoyo estatal, tendrían mucho más complicado innovar. Este mismo apoyo estatal se ha hecho palpable en el caso de la firma de distintos convenios, como el que regula la colaboración junto al INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) de cara al «desarrollo de sensor INS-GPS de alta dinámica», de importancia capital para el Programa FGK.

Desde entonces, tanto el modelo destinado a la artillería cohete como el adaptado a los proyectiles de 155 mm se han seguido perfeccionando, comprobando en diversas ocasiones su precisión y fiabilidad en el campo de tiro, lo que acerca el producto más y más a la fase de comercialización. El día en que esta se produzca, y como contrapartida al apoyo prestado, el Estado se beneficiará directamente de cada contrato de exportación, obteniendo interesantes royalties. Hasta que llegue ese momento, no obstante, todavía queda mucho trabajo por hacer no solo en lo relativo a la maduración de estos diseños, sino también a los programas paralelos que la empresa ha lanzado y que se beneficiarán directamente de los avances en cuanto a control de vuelo alcanzados por el Programa FGK, caso de las bombas guiadas para aviación de pequeño calibre, de las que hablaremos en un futuro.

Imagen tomada durante las pruebas que el equipo que desarrolla el Programa FGK realizó a principios de junio de 2021 en el CET de Torregorda, en Cádiz. Fuente – Ejércitos.

¿Es necesario el Programa FGK?

En los últimos años, como hemos podido ver en la Guerra del Donbás o como puede colegirse de las últimas adquisiciones rusas (Magnolia, Koalitsiya-SV, Lotos…) y de los desarrollos estadounidenses –que explicáramos aquí-, la artillería se está convirtiendo, cada vez más, en el arma determinante en el campo de batalla.

Quizá el avance más importante no tenga que ver tanto con las mejoras en cuanto a alcance y precisión como con la generalización de medios ISTAR (Intelligence, Surveillance, Target Acquisition, and Reconnaissance), especialmente en forma de RPAS (Remotely Piloted Aircraft System), capaces de recolectar datos relativos a la localización de posibles objetivos en tiempo real y transmitirlos tanto a los cuarteles generales como a las unidades sobre el terreno, actuando como auténticos multiplicadores para los artilleros. Como explicaba el comandante Juan Ignacio Fernández González:

“El empleo de los RPAS en los IFS (Indirect Fire Systems) de DIV/CE permite obtener información en el momento oportuno y en el lugar adecuado, contribuyendo así al incremento de las capacidades de apoyo de fuego de largo alcance y precisión a las organizaciones operativas de orden superior. Su gran distancia de operación y autonomía, mucho mayor que con otros medios de obtención, como los observadores avanzados y radares terrestres, proporciona a los órganos decisores la capacidad de adquirir objetivos en profundidad (hasta 300 km), con poder de discriminación y gran precisión (incluso en cohetes y misiles), grandes cadencias y variedad de tipos de munición”.

Todo ello, lógicamente, ofrece una serie de posibilidades que tiempo atrás simplemente no existían y que, para ser aprovechadas, requieren del desarrollo de PGMs (Precision-guided munitions) o de kits que permitan la conversión en estas de las municiones tradicionales, tal y como propone EM&E a través del Programa FGK.

Alcances previstos de los principales programas de artillería del US Army. Fuente – US Army.

Hay otras razones que también contribuyen a esta nueva edad de oro de la artillería. Tal y como explicáramos en su día al hablar de la Batalla Multidominio y el campo de batalla futuro o del sistema ABMS de la USAF, perfectamente podría suceder que las fuerzas terrestres norteamericanas y europeas se vieran obligadas a desempeñarse en un entorno operativo en el que ya no fuese posible gozar de superioridad aérea. Esto podría ocurrir, por ejemplo, de producirse un enfrentamiento directo con Rusia. En dicho caso, el superior alcance de los sistemas de artillería rusa ya no podría ser contrarrestado por la aviación occidental y se tendría que operar con la gran desventaja de poder ser batidos por la artillería rusa sin contar con la capacidad de hacer fuego de contrabatería, quedando inermes y sufriendo cuantiosas bajas, tal y como les sucedió a las fuerzas ucranianas durante la guerra del Donbáss. Esto, que es aplicable a un enfrentamiento a gran escala, se puede extrapolar a muchos otros escenarios de menor enjundia y a jugadores con muchos menos recursos que las grandes potencias incluyendo, por razones obvias, también a sus proxies.

Incluso en escenarios en los que sea posible garantizar la superioridad aérea, no siempre será recomendable realizar ataques aire-tierra, aunque solo sea por razón de su coste. Al final, el precio de las municiones guiadas de lanzamiento aéreo, sumado al coste de hora de vuelo del avión que debe transportarlas resulta ser superior al de las municiones de artillería, máxime cuando los alcances no han dejado de crecer en las últimas décadas y, a día de hoy, se puede golpear a distancias impensables hace tan solo unos años. Además, tampoco parece lógico arriesgar la vida de un piloto o sufrir una atrición innecesaria exponiendo un avión, o siquiera un UCAV, cuando puede hacerse lo mismo desde un obús con cierta seguridad.

En conclusión, existe una presión generalizada por contar con sistemas artilleros de mayor alcance y precisión, especialmente en lo relativo a la artillería convencional y la artillería cohete, pues los misiles superficie-superficie siguen otra lógica debido a su coste y a su carácter estratégico.

El gran problema, cuando hablamos de los obuses, tanto autopropulsados como remolcados, o de los lanzacohetes, es que, si bien es relativamente sencillo lograr mayores alcances, por ejemplo, mediante el uso de munición asistida por cohete en el caso de los proyectiles o aumentando el calibre, la precisión sigue una lógica inversamente proporcional a la del alcance, salvo que se recurra a algún tipo de sistema de guiado. Piense el lector que el alcance de los proyectiles M107 de 155 mm era de apenas 14,5 km con la carga propulsora M4A2 «White Bag», cifra que en el M795E1 ascendía a 28,5 km con la carga M203A1. A esas distancias, la precisión lograda únicamente gracias a la propia forma del proyectil y las bondades del obús desde el que eran disparadas permitía precisiones aceptables, en torno a los 50 metros, todavía en consonancia con el radio letal de la carga explosiva. Dicho de otra forma, aunque hubiese cierta e inevitable dispersión, esta era más o menos asumible. No obstante, obligaba a emplear un número exagerado de municiones en función del blanco a batir, como demuestran simulaciones como la que compartimos a continuación.

Proyectiles necesarios para neutralizar cada tipo de objetivo en función de la munición utilizada. Fuente – Brady y Goethals (2019).

Sin embargo, desde entonces los alcances se han multiplicado sin que los avances en cuanto a la balística de los proyectiles o el perfeccionamiento de los tubos haya podido compensar el aumento en cuanto a dispersión. Así, por ejemplo, los proyectiles ER02A1 de Expal con 6 módulos de carga de proyección lanzados desde un obús de 52 calibres tipo SIAC, son capaces de batir blancos a distancias de hasta 40 km. La alemana Rheinmetall, junto a la sudafricana Denel, trabaja con la vista puesta en lograr alcances de hasta 83 kilómetros, para las que no hay forma de lograr un CEP (Círculo de Error Probable) aceptable sin algún sistema de guiado, pues la dispersión entre los diferentes impactos es del orden de centenares de metros y el radio letal de estas municiones sigue sin superar las pocas decenas. Pensemos que un proyectil de uso común como el M549A1 asistido por cohete y con un alcance de “apenas” 30 kilómetros si es lanzado desde un obús M198, tiene un CEP de 267 metros, con lo que esto implica no solo en cuanto a dificultad para causar daño, sino también dadas las posibilidades de provocar incidentes de fuego amigo o causar víctimas colaterales.

Algo parecido ocurría, en este caso hablando de munición cohete, con los MC25 que utilizaban nuestros Teruel, cuya dispersión original se movía en cifras del orden de los 800/1.000 metros a distancias de inferiores a los 25 kilómetros. Por supuesto, nadie pretende lograr impactos directos con municiones de este tipo. De hecho, su razón de ser pasa por batir concentraciones de fuerzas no protegidas como pueden ser las bases de partida, posiciones defensivas, cabezas de puente o de desembarco, centros logísticos, etcétera. También por neutralizar o prohibir el empleo de fuerzas acorazadas o mecanizadas, dificultando o impidiendo su movimiento, efectuar fuegos de contrabatería, neutralizar o impedir el uso de las defensas contracarro y antiaéreas, realizar fuegos de ocultación o de cegamiento sobre amplias zonas del campo de batalla, etc. No obstante, cierta precisión también es deseable y, de hecho, imprescindible, pues los alcances tampoco dejan de crecer en el caso de los cohetes y no hace falta imaginar, si a 16 o 18 kilómetros el CEP de los MC25 se acercaba al que hemos explicado, cuál podría llegar a ser en cohetes que deben recorrer distancias cuatro o cinco veces mayores, cuando no diez. En resumen, existe un importante gap entre la necesidad de lograr mayores alcances y los beneficios que estos aportan si no vienen acompañados de una precisión acorde.

Dispersión en función de la distancia y del tipo de munición utilizada. Fuente – Slawomir Krzyzanowski.

La solución, en todos los casos, para o bien por adquirir municiones guiadas, con su coste estratosférico -lo que limita su uso a objetivos de alto valor o situaciones excepcionales-, bien por hacerse con kits PGM que palían en parte el problema del coste. Sea como fuere, la diferencia de precisión entre las municiones convencionales y las guiadas es abismal, como puede verse a continuación.

Alcances a partir de los cuales la precisión de la munición se resiente en función del tipo de obús utilizado. Fuente – Brady y Goethals (2019).

Se entiende pues la necesidad de adquirir o desarrollar kits de guiado si se pretende sacar todo el partido de los obuses y lanzadores en servicio, lo que nos lleva a otro tema que explica además el interés del MALE (Mando de Apoyo Logístico del Ejército) y la DGAM (Dirección General de Armamento y Material) por este tipo de proyectos y del que hemos hablado en numerosas ocasiones: la soberanía tecnológica.

Como sabemos, España es fabricante de obuses, caso del SIAC (Sistema Integrado de Artillería de Campaña) 155/52 diseñado y fabricado por GD-SBS. También de municiones, gracias a Expal. En este sentido, la necesidad de diseñar espoletas que permitan un aprovechamiento óptimo de aquello que fabricamos y mantenemos en servicio es obvia. Si a eso le añadimos la posibilidad de que el Ministerio de Defensa se beneficie directamente de cada posible pedido destinado a la exportación, hay muy poco que añadir.

Del mismo modo, tiempo atrás España llegó a atesorar una importante experiencia en el diseño y fabricación de cohetes, al menos hasta la baja de los lanzadores Teruel en 2011. A día de hoy, como sabemos, es difícil que nuestro Ministerio de Defensa pueda volver a embarcarse en una aventura semejante, pues nada justificaría la inversión en un desarrollo con nulas posibilidades de ser vendido en el exterior y del que el Ejército apenas necesita un puñado de unidades. Teniendo en cuenta lo anterior, la opción más lógica pasa por adquirir fuera un sistema lo más asequible posible y susceptible de modificarse. Lo que es más importante, un sistema en el que podamos emplear nuestras propias municiones. Hablamos de unos cohetes que, como explica el GD (R) Manfredo Monforte, podrían ser de fabricación nacional y “a partir del cohete “españolizado”, desarrollar espoletas y sistemas de guiado que reduzcan el círculo de dispersión así como evolucionar los cohetes sobre base industrial española para contar con nuevas versiones de mayor alcance, potencia y precisión”.

Es aquí en donde entra el Programa FGK de EM&E que, si bien no es el único en España, pues empresas como Everis han hecho sus intentos con el sistema Miura y otras como Expal tienen también desarrollos en marcha, sí parece ser el más avanzado y el que mejores datos ha conseguido hasta la fecha en cuanto a precisión, promediando un CEP de 30 metros para los cohetes y de menos de 20 en el caso de los proyectiles de 155 mm.

Detalle de la espoleta diseñada por EM&E en el marco del programa FGK y montada en un cohete MC25 como los utilizados por el lanzador de Teruel. Como puede observarse, a diferencia de la espoleta para obuses y morteros, dispone de cuatro superficies de control en lugar de dos. Fuente – Ejércitos.

Una idea simple, un desarrollo complejo

Como reza el título de este epígrafe, la idea detrás del Programa FGK es relativamente simple. Al sustituir la espoleta tradicional por otra dotada de un sistema de guiado y de superficies de control, el proyectil, en lugar de seguir una trayectoria balística determinada por el impulso, el peso del mismo, su aerodinámica y las condiciones externas, podrá corregir su rumbo durante el vuelo, incrementando así su precisión. De esta manera, una vez alcanzado el apogeo de la fase de vuelo y determinada la localización y la altura del proyectil y conociendo también la posición del objetivo, es posible que las aletas lo guíen lo más cerca posible de este, reduciendo el CEP de forma notable. Se hace así porque lo que se busca no es aumentar el alcance de las municiones introduciendo superficies que permitan “planear” a los proyectiles ganando unos centenares de metros o algunos kilómetros frente a los que carecen de estas, sino única y exclusivamente incidir sobre la precisión. Lo contrario requeriría de un diseño mucho más complejo y, por ende, caro.

Trayectoria de un proyectil tipo obús durante su vuelo hacia el objetivo. En el caso del Programa FGK, las espoletas de guiado comienzan a hacer su trabajo una vez alcanzado el apogeo, momento en el que afectan a la trayectoria una vez determinada la posición del propio proyectil y las coordenadas del objetivo. Fuente – US Army.

Esto último es importante, pues no se trata de convertir el proyectil en una suerte de misil, capaz de dar en un blanco determinado con total exactitud, sino de agrupar mejor los disparos, reduciendo la dispersión, aumentando la probabilidad de entrar en eficacia al primer o segundo disparo y, con ello, reduciendo los daños colaterales, las posibilidades de recibir fuego de contrabatería y el desperdicio de municiones. En relación con esto último, cabe mencionar que uno de los grandes problemas con los que deben lidiar nuestros militares tiene que ver con las dificultades a la hora de abastecer las unidades artilleras con el adecuado volumen de munición. Esto se hace a un coste ingente dado el volumen y peso de las mismas, con lo que, en la medida en que el consumo se reduzca, gracias a una mayor efectividad, se logrará un importante ahorro.

El factor clave, no obstante, es el precio más que la precisión, pues lo que se busca es una opción imbatible en términos de coste/eficacia. Así, mediante kits como el FGK de EM&E se deberían poder adaptar municiones convencionales para acercarlas a las características de otras diseñadas ex profeso, como la citada “Excalibur”, pero a una fracción de su precio. Como dato orientativo, aunque la empresa se resiste a hablar del corte por razones obvias, hemos podido saber que el precio de sus kits sumados a la munición asociada se mueve en una horquilla entre 6 y 8 veces menor que el del “Excalibur”. Cifras que están en consonancia con lo que vemos en el mercado internacional. Así, por ejemplo, en 2018 los Países Bajos solicitaron a la DSCA la compra, por valor de 70 millones de dólares, de 3.500 kits M1156 PGK, lo que arroja un coste unitario de unos 20.000 dólares por espoleta. El mismo país, el pasado año, solicitó a la misma agencia estadounidense su aprobación de cara a hacerse con un lote de 199 proyectiles “Excalibur” para sus PzH2000NL, así como diverso equipo asociado, por 40,5 millones de dólares, esto es, algo más de 203.000 dólares por disparo. Como vemos, aunque insistimos en que se trata de datos orientativos, pues en estos acuerdos suelen incluirse muchos factores complementarios, estamos hablando de un coste diez veces superior en el caso de los “Excalibur”, que se reduciría en parte si al coste de los kits M1156 PGK le sumamos el del proyectil en el que van encastrados. Un proyectil, por cierto, que en el caso de los ER01 de Expal puede acercarse a los 5.000 euros por disparo.

Ahora bien, si como hemos dicho la idea es sencilla y se inspira en sistemas en uso desde tiempo atrás, como es el caso de los kits JDAM (Joint Direct Attack Munition), que incorporan a las bombas de caida libre (Mk-82, Mk-83…) un sistema de recepción GPS y una cola con aletas móviles que permiten incrementar la precisión, hacerla realidad es harina de otro costal. Lo es, entre muchas otras, por las siguientes razones:

  • Tamaño reducido: El primer desafío tiene que ver con el limitado espacio disponible en el interior de una espoleta de este tipo. Los kits tipo JDAM, como puede verse en las imágenes al final del epígrafe tienen un tamaño considerable, acorde con el de las bombas en los que deben instalarse. Esto facilita alojar en su interior los equipos de recepción y procesamiento, los actuadores que mueven las superficies de control (canards, aletas, flaps…), las baterías y las antenas. En el caso del Programa FGK, el kit apenas pesa 1,5 kg y tiene un tamaño de alrededor de 300 x 100 mm incluyendo las aletas de control, todo lo cual obliga a una importante miniaturización.
  • Resistencia estructural: Unido a lo anterior, un volumen limitado obliga a que los componentes sean más endebles, pues su grosor debe reducirse al máximo. Esto obliga a los ingenieros a ir al límite, pues los kits, en el caso de las espoletas para proyectiles de 155 mm, deben superar fuerzas superiores a los 18.000G y velocidades de más de 950 m/s.
  • Necesidad de recibir datos y procesarlos en tiempo real: Las antenas deben ser capaces de sobrevivir a las presiones y velocidades enormes que se llegan a dar en interior del tubo y de recibir datos en tiempo real. Posteriormente, estos datos han de ser procesados y transformados en órdenes para los actuadores. Todo ello añadiendo, además, que, por efecto de las estrías del tubo, un proyectil de 155 mm como puedan ser los ER02A1 de Expal gira alrededor de 200 veces por segundo durante el vuelo, sometiendo al conjunto a importantes fuerzas centrífugas. Además, en el caso de las espoletas destinadas a pruebas, deben ser capaces de transmitir diversos datos mediante telemetría, lo que supone un problema añadido.
  • Minimizar la incidencia sobre el alcance: Los kits de guiado, sean para cohetes o para proyectiles de artillería, ofrecen cierta resistencia aerodinámica, que es mayor cuanto mayores son las superficies de control o cuanto más numerosas son estas. Por esta razón, los ingenieros deben buscar un equilibrio entre la necesidad de incorporar superficies mayores (lo que aumenta el control sobre la trayectoria) y la de no perjudicar el alcance máximo de las municiones.

Teniendo todo esto en cuenta, las opciones a valorar por parte de los ingenieros de la empresa madrileña eran muchas, tantas como tipos de tecnologías de control existen, pues son varias las alternativas. Así, por ejemplo, se han desarrollado sistemas de control basadas en frenos de resistencia (drag brakes) como el TCF (Trajectory Correction Fuze) germano o el SPACIDO (Système à Précision Améliorée par CInémomètre DOppler) francés. Por su parte, la israelí IMI ha estado trabajando en espoletas con sistemas de control de freno de giro (spin brake), denominadas TopGun, e incluso hay sistemas mixtos que combinan ambas opciones, algo que ha intentado BAE Bofors. En el caso del Programa FGK de EM&E, la opción escogida ha sido la de combinar un sistema de giro desacoplado, que permite que la espoleta actúe de forma independiente al giro del proyectil, con dos aletas móviles unidas a sendos motores eléctricos que hacen posible el control sobre la trayectoria.

Las imágenes de arriba muestran las diferencias entre los tipos de espoletas de corrección de rumbo (CCF). De izquierda a derecha y de arriba abajo aparecen el SPACIDO francés, el TCG alemán, el sistema STAR británico, el sistema Bofors de BAE y, por último, el TopGun israelí. Fuente – Villanueva y Quidonoz (2017).

Lo mismo para los materiales, aunque en este caso, lejos de soluciones esotéricas, se ha optado en su mayor parte por acero, un material que la empresa puede mecanizar a voluntad. El cono de proa está realizado en un compuesto plástico especial que ofrece protección suficiente al resto de componentes, pero no interfiere en la recepción de datos. La mayoría de estos componentes son producidos por la propia empresa, que realiza desde el mecanizado de las distintas secciones al cableado y de este a los circuitos impresos. Las únicas excepciones importantes se relacionan con los receptores GPS y las antenas del sistema de telemetría, así como con las baterías y motores eléctricos, pues es mucho más económico adquirirlos en el mercado. Por supuesto, el software de control de vuelo es un desarrollo propio.

A diferencia de los kits JDAM, que tienen un tamaño considerable acorde con las bombas de caída libre en las que se instalan, las espoletas de corrección de rumbo como las propuestas por EM&E a través del Programa FGK son mucho más pequeñas, lo que complica enormemente el diseño. Fuente – USAF.

Unas pruebas prometedoras

Como hemos explicado, el Programa FGK data de 2017. Desde entonces, se han venido realizando distintas simulaciones y test de laboratorio, pero también pruebas de tiro en instalaciones como CEDEA (Centro de Experimentación de El Arenosillo) en Huelva o el Centro de Ensayos de Torregorda (CET), en Cádiz.

Precisamente en mayo de este mismo año se llevaban a cabo en El Arenosillo test con el cohete MC-25 en los que se demostraba que, de forma consistente, la dispersión se reducía para pasar a ser de entre 800 y 1.000 metros a tan solo 30 metros gracias a la nueva espoleta.

Tan solo unos días antes, el 28 de abril, el equipo de ingenieros de la empresa pudo presentar su proyecto ante S.M. el Rey en el CMT (Campo de Maniobras y Tiro) “Álvarez de Sotomayor”, ubicado en Viator, Almería.

Ya en junio, en Torregorda, lograron demostrar también el buen desempeño de su diseño sobre proyectiles ER02A1 de 155 mm, frente a los mismos proyectiles inertes dotados con espoleta de tipo mecánico, que habían sido probados poco antes -en concreto el 20 de mayo- en las mismas instalaciones para poder comparar el rendimiento con y sin el kit de EM&E. Aun cuando, como hemos dicho, la precisión de estos proyectiles a distancias de hasta 20 km es de por sí aceptable, durante las pruebas, en las que se marcaron objetivos a 23 km (por conveniencia de medición del punto de caída con los medios disponibles), el uso de la espoleta de corrección de trayectoria permitió mejorar la precisión de forma ostensible.

A las pruebas, tal y como suele ocurrir en estos casos, acudió una delegación del Ejército de Tierra, compuesta por un general de división, varios coroneles y algún comandante tanto pertenecientes al arma de Artillería, como procedentes de Ingenieros. A su lado tuvimos ocasión de recibir una amplia explicación acerca del funcionamiento del kit por parte de David Galindo, el ingeniero jefe del Programa FGK, quien tuvo a bien ir resolviendo algunas de nuestras dudas según estas iban surgiendo y como forma de amenizar unas pruebas que, como suele ser habitual, son bastante tediosas por monótonas. Por supuesto no pudieron responder a todo y se entiende, pues las empresas siempre quieren proteger sus secretos, pero seguiremos insistiendo en el futuro.

Respecto a los test, como suele ser habitual bastante tediosos por monótonos, consistieron en primer lugar en un disparo de control sin espoleta de guiado desde el SIAC que Artillería había cedido a este efecto. Posteriormente se fueron sucediendo, a intervalos de alrededor de 45 minutos, el resto de los disparos, todos ellos ya con la espoleta de EM&E y probando con diferentes cargas de propulsión, hasta alcanzar el máximo admitido, pues la intención, más que comprobar la precisión, pasaba por asegurarse de que todos los sistemas sobrevivían al vuelo y funcionaban correctamente. Esto implicaba transmitir su posición una vez alcanzado el apogeo de su trayectoria, recibir los datos de la red GPS, comprobar el funcionamiento de los actuadores, etc. Todo ello controlado en tiempo real por un helicóptero, que sobrevolaba a distancia de seguridad el punto previsto de impacto, mar adentro, para tomar datos sobre la precisión y verificar que los proyectiles alcanzaban las zonas demarcadas.

La razón de esperar tanto tiempo entre disparo y disparo tenía que ver con el trabajo de los ingenieros. Estos debían, tras cada prueba, hacer un análisis preliminar de los datos obtenidos y asegurarse de que todos los subsistemas habían funcionado correctamente. A su vez, antes de cada disparo, las espoletas se conectaban mediante un bus de datos a un ordenador portátil en el cual un programa de control permitía comprobar que cada parte de las mismas respondía según lo esperado. En la misma operación se aprovechaba para introducir los datos del sistema de control de tiro del SIAC. Esto último es algo que en el futuro podrán hacer los artilleros sobre la marcha y en mucho menos tiempo a través de un equipo tipo EPIAFS (Enhanced Portable Inductive Artillery Fuze-Setter), pero que en unos test como estos conviene hacer sin prisas.

Una vez finalizada la ronda de disparos, el personal del Centro de Ensayos de Torregorda debía recopilar toda la información recogida por los diversos sensores (radares, equipos montados en el helicóptero, cámaras de vídeo…), que más adelante pondría a disposición de la empresa, pero que desde el primer momento apuntaron a una mejora importante de la precisión. Por supuesto esto no podrá confirmarse hasta que no se lleven a cabo pruebas a distancias mayores, precisamente en las que más se nota el trabajo de los kits de guiado. Sea como fuere, lo importante es que las pruebas permitieron descartar algunos de los mayores temores de los ingenieros, pues los kits lograron soportar sin fallo fuerzas por encima de 17.000 Gs, lasalrededor de 18.000 rev/min a las que se vieron sometidas durante la fase de vuelo y una velocidad en boca superior a los 950 m/s sin dejar de transmitir o recibir datos y sin registrar ningún contratiempo.

Por razones obvias, la empresa se ha negado a facilitarnos diagramas de sus espoletas. En este caso hemos marcado la ubicación de algunos de los componentes principales en la espoleta de corrección adaptable a obuses de 155 mm. Fuente – Ejércitos.

Programa FGK: mirando al exterior

Como hemos ido adelantando, EM&E tiene desde el primer momento la vista puesta en el mercado de exportación. Claro está, desde la empresa desean que el Ministerio de Defensa de España sea el primer cliente del Programa FGK, pero a nadie se le escapa que, incluso aunque nuestro Ejército de Tierra adquiriese estos kits en cantidades importantes -para nuestros estándares-, el volumen total que podría llegar a comprar seguiría siendo reducido. Además, hay otro factor añadido y de peso y es que este tipo de productos, por sus características, se benefician mucho de las economías de escala, por lo que cuantos más kits lleguen a fabricarse, tanto más reducido será el coste unitario, de ahí que la exportación sea una vez más, una necesidad.

De cara al mercado internacional, al ser un desarrollo totalmente nacional, estos kits cuentan con la enorme ventaja de no tener que someterse a la normativa ITAR (International Traffic in Arms Regulations), que envuelve la Ley de Exportaciones de los Estados Unidos y que controla artículos y servicios de defensa. Como sabemos, cualquier arma, sistema de armas o plataforma que incluya componentes sensibles de origen estadounidense queda sometido a esta normativa, con las consiguientes limitaciones en cuanto a exportación y, en su caso, uso por parte del comprador, algo que hemos visto en numerosas ocasiones. Esto es un hándicap en muchos casos, pues en función de las necesidades de la política exterior estadounidense, se puede llegar a vetar la exportación a determinados destinos, en ocasiones por nimiedades y es que basta que un sistema contenga un componente estadounidense para que la venta pueda llegar a abortarse por decisión de Washington. En el caso de las espoletas guiadas de Escribano, tendrán total libertad en este sentido, cumpliendo lógicamente con la normativa española y comunitaria al respecto.

En cualquier caso, todo apunta a que su exportación será un éxito y el tiempo solo puede jugar a su favor, toda vez que los alcances siguen creciendo. En un mundo en el que todos los ejércitos con un mínimo de posibilidades están haciendo cuanto está en su mano por dotarse de proyectiles de alcance extendido que llegan a distancias que doblan o triplican las inicialmente previstas y en el que vemos cómo la artillería cohete también vuelve a estar “de moda”, la necesidad de estas espoletas es obvia. Es más, hasta dónde hemos podido saber, ya son varios los clientes interesados, procedentes de los mercados habituales de la empresa.

Imagen tomada durante el lanzamiento de un cohete MC25 equipado con la espoleta EM&E durante las pruebas en El Arenosillo. Fuente – Escribano Mechanical & Engineering.

Conclusiones

Como hemos visto, el campo de batalla está y estará, cada vez más, protagonizado por intercambios artilleros, producidos además a distancias crecientes. Dadas las limitaciones físicas que afectan a la precisión de los proyectiles, la única forma de lograr una dispersión aceptable tanto en el caso de la artillería clásica como de los cohetes pasa por adquirir proyectiles guiados o adaptar a las municiones en servicio kits de guiado como el que propone EM&E a través de su Programa FGK.

En el caso español, dada la tradición que atesoramos en cuanto a fabricación de obuses y municiones, se hace indispensable aportar por el desarrollo de kits de guiado de factura nacional que permitan cubrir las necesidades de las Fuerzas Armadas. También que hagan posible a la industria española de defensa seguir siendo competitiva en un mercado de exportación que, en última instancia, supone el 81,3% de la facturación del sector de la defensa en España. Lo que es más importante, no podemos permitirnos seguir descuidando uno de los pocos segmentos dentro de la industria de defensa en el que todavía somos autónomos como es el de las municiones, algo que desgraciadamente hemos hecho en los últimos años, con varios cierres sonados y ventas de instalaciones. En este sentido, el Ministerio de Defensa debería apoyar más si cabe iniciativas como la de EM&E, pero no solo , pues son varias las empresas españolas que trabajan en proyectos sumamente interesantes.

Dicho esto, el Programa FGK promete cuadrar el círculo, ofreciendo un producto nacional, un precio competitivo y unas características que no parecen ir a la zaga de las que oferta la competencia, si se confirma lo apuntado por los test. No es poco.

Autor

  • Christian D. Villanueva López

    Christian D. Villanueva López es fundador y director de Ejércitos – Revista Digital sobre Defensa, Armamento y Fuerzas Armadas. Tras servir como MPTM en las Tropas de Montaña y regresar de Afganistán, fundó la revista Ejércitos del Mundo (2009-2011) y posteriormente, ya en 2016, Ejércitos. En los últimos veinte años ha publicado más de un centenar de artículos, tanto académicos como de difusión sobre temas relacionados con la Defensa y con particular énfasis en la vertiente industrial y en la guerra futura. Además de prestar servicios de asesoría, aparecer en numerosos medios de comunicación y de ofrecer conferencias ante empresas e instituciones, ha escrito capítulos para media docena de obras colectivas relacionadas con los Estudios Estratégicos, así como un libro dedicado al Programa S-80.

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