
Que Estados Unidos ha sido la potencia hegemónica durante las últimas décadas es un hecho incontestable. Sin embargo, la emergencia de la República Popular de China y su creciente relevancia han suscitado dudas acerca de la continuidad del liderazgo y hegemonía norteamericanos. La era de la competición estratégica entre grandes potencias ha llegado y la relación entre ambos Estados determinará el curso de nuestro siglo. Particularmente a raíz de los recientes acontecimientos, uno de los escenarios donde tal competición podría desarrollarse ha sido la República de China o, también conocida, Taiwán, uno de los vestigios más dolorosos de la humillación china y lugar donde las actuaciones de las grandes potencias tendrán impacto en el tono de la competición que se desarrollará durante los próximos años.
La competición estratégica entre grandes potencias constituye uno de los principales temas de actualidad en el ámbito internacional. El Libro Blanco de Defensa de la República Popular China (en adelante, RPC) que se publicara en 2019, titulado Defensa Nacional de China para la Nueva Era, reconocía que el actual entorno de seguridad internacional se caracteriza por una mayor competición estratégica entre potencias.
A este respecto, se ha sostenido que el problema más relevante al que Estados Unidos (en adelante, EEUU) tendrá que hacerle frente en el siglo XXI es el auge de China y su impacto en su seguridad y en el sistema internacional[1]. A pesar de haber reconocido previamente el peligro que representaba China para el liderazgo estadounidense, una vez investido como presidente, Joe Biden manifestaba a comienzos de febrero del presente año que EEUU y la RPC estaban enfrentados en una competición extrema[2]. Otrosí, Anthony Blinken afirmaba en su primera rueda de prensa como Secretario de Estado a comienzos de año que la relación entre EEUU y China era la más importante para EEUU, así como sostenía que, además de competidor, China era un socio necesario en ciertas áreas, como la lucha contra el cambio climático[3]. Posteriormente, el Secretario de Estado calificaba el desafío planteado por China de complicado, puesto que en su relación con EEUU había no solamente aspectos conflictivos y competitivos, sino también cooperativos[4].
Así las cosas, una manifestación más del creciente consenso norteamericano acerca de la competición estratégica desencadenada entre las potencias es el conjunto de leyes y medidas que se está planeando adoptar a fin de contrarrestar la emergencia del gigante asiático. El ocho de abril fue presentada la Ley de Competencia Estratégica de 2021 o Strategic Competition Act of 2021 ante el Senado. La ley precisa el objetivo de EEUU de mantener su liderazgo global y enuncia que el gobierno chino está aprovechando su política, diplomacia, economía, poder militar, tecnológico e ideológico para competir con EEUU en el escenario global. Esta ley, que todavía no ha sido aprobada en el Senado, es una demostración más de las tensiones que han ido incrementándose significativamente en los últimos años y que suele recibir un fuerte apoyo por parte de ambos partidos políticos.

La competición estratégica y la intensa campaña de acoso
En este contexto, se ha planteado la cuestión de si Taiwán no podría constituir uno de los puntos de colisión entre EEUU y China. Motivo de actualidad son las recientes incursiones que China ha llevado a cabo en el espacio aéreo de Taiwán, destacando particularmente la del 12 de abril del presente año, en la que veinticinco jets chinos traspasaron la zona de identificación de defensa aérea de Taiwán[5]. Estas actuaciones han sido identificadas dentro de una campaña de acoso que China ha iniciado en los últimos años y que se intensificó el pasado año, alcanzando el récord de 380 incursiones. Dentro de tal campaña de acoso, China ha empleado una variedad de tácticas coercitivas que no alcanzan el umbral de conflicto armado con objeto de socavar la confianza del pueblo taiwanés en el mantenimiento del status quo, ampliar las divisiones dentro del sistema político de Taiwán y forzar una negociación con Beijing[6][7]. Sobre el particular, el Libro Blanco de Defensa chino recoge expresamente que los barcos y aviones enviados alrededor de Taiwán envían una severa advertencia a las fuerzas separatistas que buscan la independencia de Taiwán, considerando que han ido más allá en el camino del separatismo[8].
Igualmente, además de tales incursiones, la RPC ha ejercido presiones diplomáticas sobre Taiwán, coartando los esfuerzos taiwaneses de participar en organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud, la Organización Internacional de Aviación Civil o la Interpol, así como ha forzado a otros países a romper relaciones diplomáticas con Taiwán o reconocer a la RPC como la auténtica China[9].

Determinación de su relevancia
Taiwán, oficialmente conocida como la República de China, es una isla separada del continente asiático por el estrecho de Taiwán que ha sido gobernada independientemente de la China continental desde 1949. La conocida como provincia renegada constituye el único vestigio histórico que pervive del siglo de humillación chino que comenzó con las Guerras del Opio y que finalizó en 1949. Habiendo sido territorio chino hasta su entrega a Japón, la reunificación de China con la anexión de Taiwán constituye un requisito indispensable para el “gran rejuvenecimiento” de la nación que ha de alcanzarse antes de 2049[10].
Las relaciones entre China y Taiwán se rigen en la actualidad por el “Consenso de 1992”, un entendimiento tácito que se alcanzó entre los representantes del Partido Comunista Chino (PCCh) y el Kuomintang (KMT), el partido que entonces gobernaba Taiwán, y que propugnaba que únicamente existía un Estado llamado China y que tanto la China continental como Taiwán pertenecían a tal Estado[11].
No obstante lo anterior, las interpretaciones en ambos lados del estrecho difieren al respecto. La RPC afirma que China continental y Taiwán son parte de la misma China, que es la RPC, y de la que Taiwán forma parte. Desde esta perspectiva, la RPC es considerada el único gobierno legítimo de China y se pretende la eventual unificación de Taiwán con el continente, comprometida en un principio a la reunificación pacífica[12]. En la actualidad, especialmente a raíz del discurso de Xi Jinping en el 40º aniversario de la primera aproximación entre ambos lados del estrecho en 2019, se ha primado el enfoque de “un país, dos sistemas”, tal y como se aplica en Hong Kong. Por tanto, desde la RPC se aboga por una China con diferentes gobiernos en Beijing y Taipéi como futuro marco político de relaciones entre ambos lados del estrecho[13].
Por otro lado, la actual presidenta de Taiwán, Tsai Ing-Wen, se ha negado sistemáticamente a reconocer el Consenso de 1992 o principio de «una sola China»[14], a diferencia de su predecesor, Ma Ying-Jeou, quien se adscribió al mismo para estrechar lazos con la RPC[15]. Desde que fuera elegida como presidenta en 2016, las tensiones entre la RPC y Taiwán se han incrementado a raíz de su defensa del status quo de Taiwán, conduciendo a la campaña de acoso anteriormente referida[16], a la que Taiwán ha respondido, entre otras cosas, fortaleciendo sus Fuerzas Armadas.

Hola, Rocio, me ha gustado mucho el artículo. Querría hacerte una (dos,en realidad) ¿Conoces el libro «El gran sueño de China. Tecno – socialismo y capitalismo de Estado» de ClaudioF.González editado por Tecnos y, en caso de conocerlo,qué opinión te merece.Laotra es acerca de uno de los últimos números de The economst acerca de China y Taiwán cuyo titular es «The most dangerous place on earth» y,si tienes a bien, darme tu opinión acerca del mismo. Gracias de antemano por tu amabilidad. Un saludo.Rafa
Muy buenas, Rafa. Lo cierto es que el libro no me lo he leído, pero me lo apunto a mi lista inmediatamente. Gracias por la recomendación.
Por otro lado, en relación al artículo, considero que recoge una multitud de ideas que permiten tener una visión más completa de la cuestión y, sobretodo, pensar en otras cuestiones que pueden entrar en juego, como el hecho de que Taiwán sea el lugar donde se encuentra la sede de TSCM, la empresa de fundición de semiconductores más grande del mundo. Estos factores permiten tener una imagen más detallada de la situación y salir de la dicotomía entre guerra y paz. Considero que el artículo es muy enriquecedor y especialmente me interesa lo que aporta en relación a la ambigüedad estratégica y la dificultad de su adaptación a lo que se juega sobre el terreno, teniendo en cuenta los riesgos. Verdaderamente es una prueba de habilidad política cuyo desenlace tendría unas importantísimas repercusiones en la relación entre estas dos potencias.
Un saludo
Gracias Rocío. Sólo comentarte que lo del libro no es exactamente una «recomendación». En realidad me lo compré el viernes después de un «ratito» leyéndolo en la librería pero todavía no he empezado con la lectura. Ya te contaré y, si lo lees, me contarás. Reitero las gracias.
Rafa