
Este artículo pretende hacer una introducción básica al combate urbano -o guerra urbana-, a la perspectiva histórica que se ha tenido del problema y a su evolución. También pretende esbozar algunas de las diferentes soluciones que varios países, organizaciones, profesionales o académicos han ofrecido a los problemas específicos que se han encontrado y compartir una serie de fuentes de información con los que profundizar en el tema y adentrarse en los debates que se dan hoy en día. Se ha hecho un esfuerzo de inclusión de bibliografía para que el lector pueda profundizar si lo desea en los diferentes temas y debates relacionados con la guerra urbana. Si quisieran, a este artículo podrían también llamarlo un Estado del Arte del combate urbano.
Introducción al problema de la guerra urbana
“Operar en un área rural, si me lo permite, es como tener tres bolas en una mesa de billar y tú tienes la bola blanca y tienes que golpearla. Lo más probable es que nunca toque nada más. Operar en una ciudad, […] con tu densidad, es como tener siete juegos de bolas de billar en la mesa y tú golpeas la bola blanca y no tienes ni idea de cuáles serán las consecuencias finales cuando todas empiecen a chocar unas con otras.”
Dr. Russell Glenn (Nota 1) (1)
No voy a empezar el artículo con eso de que el mundo es cada vez más urbano y que cada vez las ciudades son más grandes. Eso ya lo sabemos. El combate urbano es una realidad, nunca se fue. Cada vez lo sufrimos más, la escala del problema aumenta y sus soluciones se vuelven cada vez más complejas. Para España, el problema es quizás solo potencial: el sitio de Tenochtitlan (y en especial el asalto al distrito de Tlatelolco) (1521), la campaña operacional de asedio y toma de las ciudades de Flandes durante la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648) de la casa de Austria o la lenta y agónica batalla por Madrid (1936-39) atestiguan que España tiene algo de experiencia en el tema, aunque sea histórica. El combate urbano en mayor o menor grado también nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia, simplemente no le habíamos prestado mucha atención.
El mayor problema que encontramos cuando se habla de combate urbano, es que no se habla con la suficiente profundidad. Comprender en qué consiste el problema y porqué es importante entender su dimensión es crucial para poder estar preparados. Por suerte para nosotros, hay gente que a lo largo de la historia ya se encontrado ante estas situaciones y estos problemas ya ha sido descritos y discutidos ampliamente por varios autores en diferentes lenguas. En general, hay multitud de libros y artículos que los describen bastante bien, aunque la mayoría de las veces de manera muy fragmentada. No resulta fácil hacer un compendio o resumen para que el lector no familiarizado con el tema pueda tener claros algunos conceptos básicos, aunque algunos por desgracia, no tengan una definición acotada en la que todos podamos coincidir.
Este artículo pretende hacer una introducción básica al Combate urbano, a la perspectiva histórica que se ha tenido del problema y a su evolución. También pretende esbozar algunas de las diferentes soluciones que varios países, organizaciones, profesionales o académicos han ofrecido a los problemas específicos que se han encontrado y compartir una serie de fuentes de información con los que profundizar en el tema y adentrarse en los debates que se dan hoy en día. Se ha hecho un esfuerzo de inclusión de bibliografía para que el lector pueda profundizar si lo desea en los diferentes temas y debates. Si quisieran, a este artículo podrían también llamarlo un Estado del Arte del combate urbano.

Perspectiva histórica y evolución de la guerra urbana
A lo largo de la historia, el concepto teórico de lo que significaba la guerra en ciudades o el combate urbano ha evolucionado. Es importante ser conscientes de cuál es el marco histórico y cultural sobre el que ciertos escritos se cimientan. Ciertos conceptos, como el de la ‘guerra de asedio’, son de uso común y ampliamente conocido. Sin embargo, la guerra o los combates se producían generalmente alrededor de las ciudades y raramente en su interior. La guerra de asedio fue importante por la forma en la que se combatía, y cuando se consideraba que un enemigo había penetrado en el interior de la muralla, y por tanto en la ciudad, la resistencia generalmente terminaba. El Renacimiento dio paso al arte de la construcción de las fortalezas y el perfeccionamiento de la defensa perimetral, Vauban es un ejemplo de ello. No obstante, la Edad Moderna, la pólvora y la artillería darían paso a la maestría en la destrucción de dicho perímetro. Sin embargo, la resistencia fue proyectándose cada vez más hacia el interior de las ciudades. No es de sorprender, que autores como Gerhard von Scharnhorst, ya dieran algunas indicaciones en su «Military Field Pocket Book» (1806) sobre cómo prepararse para combatir en el interior de las ciudades, una vez las murallas hubiesen sido sobrepasadas por las fuerzas enemigas. Sin embargo, aún entonces, era corriente, que una vez las murallas hubiesen caído y las tropas hubiesen entrado en las plazas fuertes, la resistencia en su interior se deteriorara rápidamente, pasando al pillaje.
Con la revolución industrial y el crecimiento de las ciudades, el perímetro urbano fue desdibujándose, haciendo desaparecer la frontera de la ciudad. Con la llegada del ferrocarril, las carreteras y las líneas de comunicación industriales, las ciudades pasaron de ser fortalezas llenas de recursos humanos y materiales a elementos nodales sobre los que plantear logísticamente sus estrategias de despliegue de tropas y suministros. Y esto se mantuvo así incluso a lo largo de la Primera Guerra Mundial, donde si bien se combatió alrededor de las ciudades, no se hizo (o muy raramente) en su interior, sino apoyándose en ellas como elementos defensivos y logísticos. Con la captura de las ciudades se buscaba el acceso al elemento nodal de la red logística enemiga para traer nuestros recursos más rápidos y hacer que el enemigo tardase más. Claros ejemplos de esto son Lieja (1914), Ypres (1914), el Marne (1914) (por París) o Gallipoli (1915-16) (por Constantinopla). (2)
No fue hasta finales de los años treinta, principio de los años cuarenta, cuando se empezó a usar el término “Street Fighting” (‘lucha callejera’ o ‘combate en las calles’). Así aparece, en multitud de panfletos y guías que fueron publicadas a lo largo de 1942 sobre todo para la Home Guard. En caso de que la Wehrmacht consiguiera cruzar el canal, la resistencia tendría que trasladarse a las ciudades inglesas. “The defence of villages & small towns”, “Defence of Houses” o “House to House fighting”, obras todas del Coronel G.A. Wade son claros ejemplos de ellos. Estas experiencias bebían principalmente de las escuelas de entrenamiento ad hoc, constituidas en su mayoría por veteranos de las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil Española, en torno a Osterley Park (Londres) y Aldershot en 1940.
Durante la Segunda Guerra Mundial, ya se empezó a combatir en el interior de las ciudades de manera regular e intensiva. Se convirtió así en una herramienta para compensar la debilidad del bando en desventaja, aunque las ciudades de por sí solas tuvieran un valor político inherente. Sobra explicar los intensos combates por Shanghai (1937), Sebastopol (1941-42), Ortona (1943), Budapest (1944-45) o Breslau (1945) por mencionar algunos menos conocidos. Sin embargo, tras múltiples batallas, se comprendió perfectamente que la “Street fighting” no se producía precisamente en las calles, sino en el interior de los edificios o en sus ruinas. Esto queda claro si nos atenemos a los testimonios históricos, como por ejemplo el de Vasili Chuikov durante la batalla de Stalingrado (1942-43):
“Sería un error imaginar que la lucha en la ciudad es lo mismo que la lucha en las calles. Cuando el enemigo está sólidamente establecido en la ciudad, son las casas, edificios y bloques por los que se lucha. El combate se produce… en habitaciones, en áticos, en sótanos y en ruinas – y donde menos es en las calles y plazas.”
Vasili I. Chuikov “The Battle for Stalingrad” (3) (Original en Nota 2)
O el de Walter M. Robertson, durante la batalla de Brest (1944):
“El término ‘guerra callejera’ (‘street fighting’, en el original) es poco apropiado, ya que la calle era el lugar donde no podíamos ir. Las calles estaban completamente cubiertas de fortines y fuego rápido de armas de 40mm, con cada esquina cubierta por al menos cuatro posiciones defensivas. Nuestro procedimiento era ir de casa en casa volando agujeros a través de los muros con cargas explosivas”.
Mayor General Walter M. Robertson, comandante de la Second Infantry Division. (4) (Original en Nota 3)
Tras las importantes lecciones aprendidas en el interior de las ciudades durante la Segunda Guerra Mundial, se dio paso a la Guerra Fría. En general, durante este período se pensó muy poco sobre el combate en el interior de las ciudades. Se aceptaba que las ciudades serían rodeadas, aisladas y sometidas gracias al combate de maniobra. Todas estas ideas se seguirían manteniendo con mucho optimismo bien entrada la década de los 70 en el lado occidental (Hue 1968) y hasta bien entrados los 90 en el lado soviético (Grozny 1994-95).
Uno de los más acalorados debates que tuvo lugar entre los 60 y 70 (sobre todo en el lado soviético) fue el de la utilización táctica de armas nucleares también en ciudades y cómo esto casaba con el combate urbano durante un ataque general soviético. Una vez la ofensiva hubiera empezado, se producirían grandes concentraciones de tropas, población y recursos principalmente en torno a las emergentes y cada vez más extensas ciudades de la República Federal Alemana (5).
Se contempló seriamente el uso de armamento nuclear por parte de la Unión Soviética para destruir dichas ciudades, pero implicaba un riesgo de represalia demasiado alto. Estos bombardeos nucleares no solo cambiarían el carácter del asalto tal y cómo se planteaba a la manera soviética, ya que crearía una destrucción tal en el interior de las ciudades que su forma de hacer la guerra en las ciudades, penetrando rápidamente en su interior mucho antes de que una defensa fuerte pudiera organizarse, quedaría anulada en gran parte por la cantidad de escombros, incendios y contaminación que se generaría como resultado de los mismos. Además, una vez la conquista hubiera tenido lugar, habría poco o nada que dominar, pues la mayoría de los centros urbanos serían zonas de imposible acceso. Otro de los argumentos era que la sociedad europea occidental no plantearía batalla en el interior de las ciudades, ya que no arriesgarían su destrucción por el mero hecho de ganar tiempo. Realmente, no iban muy mal desencaminadas estas hipótesis, ya que la casi invisible doctrina de combate urbano de la OTAN (especialmente británica y estadounidense) no planteaba una defensa en profundidad en el interior de las ciudades (excepto testimonialmente en Berlín, que ya se encontraba rodeada), sino que se basaba en una defensa a ultranza alrededor los núcleos urbanos a través de contraataques como forma de destruir las puntas de lanza del ataque soviético alrededor de las mismas al más puro estilo de la guerra de maniobras (5).
Sin embargo, al mismo tiempo que se producía este debate, también tuvo lugar un período de descolonización en el que las fuerzas armadas de muchos de los países occidentales tuvieron que hacer frente a movimientos de liberación nacionales a través de campañas de contrainsurgencia en el interior de las ciudades. El objetivo, no era el terreno construido en sí, sino la población que habitaba en su interior. Ejemplos de esta contra insurgencia urbana, son Adén (1963-67) o Argel (1956-57).
Fue a mediados de los 70 cuando británicos y estadounidenses le pusieron un nombre algo más acertado al problema. Se empezaron a acuñar diferentes términos que empezarían a aflorar sobre todo a partir de la segunda mitad de los años 70 y hasta finales de los 90. Si bien, por el lado británico se empezaban a usar FIBUA (‘fighting in built-up areas’) u OBUA (‘operations in built-up areas’). Desde el lado americano, empezarían a aparecer otros como MOBA (‘Military operations in built-up areas’) o MOUT (‘Military operations in urban terrain’). Lo importante de estos términos es identificar que la mayoría de ellos (MOUT se seguiría usando hasta nuestros días) realmente sólo identificaban a la ciudad como un terreno más donde hacer la guerra, en su más puro sentido doctrinal (y así aparece en los documentos doctrinales), independientemente de los otros factores o peculiaridades como la presencia de población civil o la infraestructura urbana, a las que se les dedicaba un apartado final bastante somero. Realmente, no sería hasta finales de los 90 tras las experiencias de Mogadiscio (1993) y Grozny (1994-95), cuando la OTAN asignaría recursos suficientes al análisis de este tipo de lucha como para marcar la diferencia.
Esto coincidió temporalmente con la popularización del ‘Combate en espacios cerrados’ (CBC, o ‘Close Quarters Combat’), el cual se desarrolló en los 1970s y fue un fenómeno eminente de Fuerzas especiales. Tras la crisis de las Olimpiadas de Munich (1972) y el crecimiento del terrorismo internacional, los gobiernos occidentales empezarían a desarrollar una metodología común de asalto a edificios, aviones y embarcaciones con la que contrarrestar las tácticas y procedimientos que dichos grupos terroristas compartían. Fue tras el éxito del Asalto a la Embajada Iraní de Londres (1980) cuando se produjo su popularización, al mismo tiempo que se ponían unas esperanzas demasiado elevada en este tipo de actuaciones, más de carácter policial que militar. Sin embargo, muchas de estas tácticas serían incorporadas por los ejércitos actuales hasta nuestros días en el asalto de edificaciones (tanto en Afganistán como en Iraq) y que nos acercarían un paso más hacia el profesionalismo en este aspecto, pasando del “spraying and praying” (‘disparar [vaciar el cargador] y rezar’) al “five-step entry” (‘entrada de 5 pasos’) (6).
A partir de las invasiones de Afganistán e Iraq, el término UO (‘Urban Operations’ u ‘Operaciones Urbanas’) desplazaría al del MOUT, pasando de un análisis del combate urbano desde un punto de vista meramente territorial, hacia una percepción del problema mucho más holística que incluiría sobre todo a la población y a la infraestructura. En la actualidad, el término preferido y más empleado es el de ‘Urban warfare’ (‘Combate/Guerra urbana) y que englobaría la totalidad de los aspectos identificados anteriormente e iría desde el nivel táctico hasta el estratégico, este último, mucho más reciente.
Uno de los problemas de todos estos conceptos es que realmente no existe un consenso general sobre lo que muchos de ellos significan específicamente, sino como definiciones globales cuyos límites abarcan muchos grises, lo cual genera muchos debates. Algunas de estas definiciones han sido acotadas con mayor o menor acierto a través de documentos doctrinales, principalmente los norteamericanos (1).

Utilizar camuflaje civil por parte de militares es un crimen de guerra. No hace falta ningún debate sobre esto porque es evidente.