
La batalla de Palma ha marcado un punto de inflexión en las actividades del grupo al-Shabaab en Mozambique. Hace un año escribíamos sobre la desafortunada aventura de los mercenarios rusos en tierras mozambiqueñas. Desde entonces la situación no ha hecho más que empeorar. Tanto como para llegar a necesitarse un rescate por vía marítima, la única segura, para los miles de personas que huían de la ciudad de Palma, tomada por la insurgencia de al-Shabaab. Los medios occidentales la han calificado rápidamente como un nuevo «Dunkerque», por las similitudes con la Operación Dinamo, aunque la escala sea diferente. No obstante, lo sucedido, además de espectacular, es muy preocupante y augura un futuro complicado a la región sudoriental africana. Os contamos qué es lo que ha ocurrido y el contexto que envuelve a este desastre.
Como es de esperar en un problema tan complejo como el de la insurgencia de Cabo Delgado, no se puede señalar sólamente a una causa, sino a varias, todas ellas de muy difícil abordaje.
Según Piers Pigou, analista senior de International Crisis Group, esta organización islamista radical comenzó como una escisión de jóvenes descontentos y alienados de las principales autoridades religiosas de la provincia. Hemos de recordar que al-Shabaab, al menos en sus comienzos, no era un grupo armado, sino una secta musulmana un tanto heterodoxa y que fue marginada por ello. Con el tiempo, «su causa ha sido ayudada por la pobreza, la desigualdad y la respuesta brutal e indiscriminada de las Fuerzas Armadas de Defensa de Mozambique (FADM) que ha utilizado la tortura y el terror, ejecuciones extrajudiciales y la represión de los medios de comunicación».
A pesar de ser una zona muy rica en recursos, y de que varias corporaciones multinacionales operan allí, esta es una región de las más pobres de todo Mozambique. La población local no ha visto dicha riqueza trasladada a sus bolsillos, sino que todo ha ido a parar a la clase política y a las empresas extractivas. Todo lo que hemos señalado ha creado un clima propicio para el crecimiento de una insurgencia.


¿Qué es Al-Shabaab?
Aunque nos sintamos tentados a calificar a dicho grupo armado como una rama más del ISIS, no es tan sencillo. La mayoría de expertos en terrorismo de la región nos indican de la cautela que debemos de tener a la hora de vincular a grupos insurgentes con el Estado Islámico. Por mucho que éste se atribuya ataques, tal y como lo ha hecho en Mozambique, o establezca una nueva “provincia”, el asunto es más complejo.
Hay que entender al Estado Islámico como una suerte de empresa transnacional que exporta tres elementos a sus franquiciados: su marca, su ideología y su metodología. A cambio, estos reciben un apoyo que varía desde la propaganda a asistencia material y operativa. En el caso de Ahlu Sunnah Wa-Jamo/Ansar al-Sunna (ASWJ), más conocido localmente como al-Shabaab, sí que hemos visto ese apoyo propagandístico. También puede que haya cierto asesoramiento militar, en especial para llevar a cabo operaciones tan complejas como la de Palma, con ciertos aires a la que ya analizamos en Marawi.
El incremento de los vínculos entre al-Shabaab y el ISIS han sido graduales. En mayo de 2018 prometieron lealtad al líder de la organización terrorista, Abu Bakr al-Baghdadi. Hubo que esperar algo más de un año, hasta junio de 2019, para el primer comunicado oficial. En dicho comunicado, el Estado Islámico afirmaba haber realizado una operación en Mozambique. Finalmente, estos vínculos se vuelven formales en julio de 2020, cuando la «Provincia del Estado Islámico de África Central» (ISCAP) reconoce el juramento de lealtad. Aunque de momento estos los vínculos siguen siendo tenues, es de esperar que con el tiempo se vayan solidificando más.
Su primera acción ofensiva remarcable se da en octubre de 2017, y está conectada con su vecino en el norte, Tanzania. Y es que, tras una ofensiva del gobierno de dicho país en mayo de ese mismo año contra células islamistas en el sur, que hace frontera con Cabo Delgado, algunas de estas células cruzaron la frontera y se refugiaron allí. Esto muestra también la limitación de los Estados para abordar problemas transnacionales como el terrorismo. Son problemas que no se han abordado de manera regional, sino a nivel individual por parte de cada estado. Todo a pesar de existir organizaciones regionales como la SADC, y por encima de esta, la Unión Africana. Sin una gran coordinación, el problema persistirá.
Como decíamos, en octubre de 2017 montaron la primera operación, durante los días 5 y 6, atacando 30 insurgentes tres comisarías en el distrito de Mocímboa da Praia. Y así continuaron los meses siguientes, sumando la población civil a sus objetivos, aunque siendo selectivos. Los ataques se dieron a lo largo de la costa de Cabo Delgado. Las operaciones militares han ido creciendo paulatinamente en complejidad y tamaño. En especial tras la toma de Mocimboa da Praia, un punto clave en la ruta de la droga desde Asia hasta Europa o EE. UU. Esto ha reportado pingües beneficios a al-Shabaab.
Las estimaciones cifran a los miembros de Al Shabab en unos 4.500 elementos, de ellos aproximadamente 2.000 armados. La mayoría de ellos son del propio Cabo Delgado, pero debido a la mejor financiación, han podido reclutar a miembros de Somalia y Tanzania. Ahí puede haber también una transferencia de conocimiento de otras insurgencias con más solera. Su armamento se basa normalmente en lo que abandonan las tropas y policía locales.

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