Crisis diplomática entre Alemania y Marruecos

Crónicas de la presión diplomática

Angela Merkel y el Rey Mohamed VI en París. Fuente - Moroccoworldnews.com

Marzo de 2021 comienza con la noticia de una crisis diplomática entre Alemania y Marruecos. Esta situación puede enmarcarse en base a dos frases: “Marruecos suspende todo contacto” y “la motivación se debe a profundos malentendidos”. Si bien la relación entre Alemania y Marruecos no puede expresarse bajo los conceptos de “vecindad conflictiva”, “tensión histórica” o bloques antagónicos, como sí se manifiestan otros contenciosos más o menos legítimos; esta acción refleja la intención de Marruecos de supeditar sus relaciones, todo lo posible, al conflicto del Sáhara Occidental.

Aunque, tal y como explica Christian D. Villanueva López en su artículo “La Prensa en España haciendo el juego a Marruecos”, estas actuaciones refuerzan las posiciones gubernamentales del Reino alauita a nivel interno. La delicada posición económica y social que experimenta el país se ven soslayadas frente a estas demostraciones de fuerza y “victorias” de su política exterior. Esta realidad se puede comprobar repasando los numerosos comentarios en publicaciones marroquíes acerca de este y otros asuntos similares.

Y como suele ocurrir en el plano internacional, el estallido es precedido del murmullo que guarda su verdadera motivación.

En primer lugar, tras el reconocimiento de Donald Trump de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, Alemania se plantó mediante su embajador ante las Naciones Unidas, Christoph Heusgen, pidiendo reunión del Consejo de Seguridad de NNUU. Esta acción fue acompañada de unas declaraciones que definían al Sáhara Occidental como un “territorio ocupado bajo operaciones militares[i] y del apoyo del secretario de Estado de Asuntos Exteriores alemán, Niels Annen.

Por un lado, se puede pensar que Alemania ha asumido un protagonismo en la cuestión del Sáhara Occidental que no le sienta bien, por motivos históricos y geográficos. Sin embargo, el país centroeuropeo se encuentra más “liberado” para maniobrar en comparación a otros socios como Francia y España. Por otro lado, Alemania podría estar defendiendo el equilibrio de poder en el Magreb mientras se negocia el futuro incierto de Libia.

Respecto a la cuestión libia, no hay un solo actor que se considere o aspire a ser potencia política que no desee participar en su resolución. En 2015, Marruecos fue el anfitrión de los Acuerdos de Sjirat[ii] entre representantes del conflicto libio, anotándose un logro en su política regional y desde entonces ha tratado de jugar un rol de mediador. Sin embargo, en enero de 2020 no fue invitada a la conferencia de Berlín sobre Libia, a la que sí acudieron otros interlocutores como Turquía o Egipto.

Algunas voces apuntan a que el desbloqueo por parte de Alemania de 1.387 millones de euros de apoyo al sistema financiero marroquí y su lucha contra la pandemia puede tratarse de una compensación política o una demostración de las intenciones alemanas: la importancia de Marruecos recae en sus oportunidades económicas y no en su relevancia política.

No obstante, si nos detenemos y ponemos el foco en las relaciones económicas entre ambos países, emerge la Iniciativa Industrial Desertec (DII) y su propuesta interdependencia energética fallida. Aquel proyecto iniciado en 2009 que pretendía instalar parques solares y eólicos a lo largo de toda la región MENA se topó frontalmente con los regímenes autoritarios y sus contrapartidas (Hamouchene: 2015). Parte de su financiación venía de firmas alemanas como el Deutsche Bank, Siemens o Múnich Re, pero los problemas políticos surgieron cuando Marruecos propuso la explotación energética en el Sáhara Occidental[iii]. Esto provocó la estampida de patrocinadores y el abandono político de la Unión Europea y países como Alemania y España. Este contencioso aún enquista las relaciones, puesto que el proyecto avanza en otros países como Túnez.

Otra de las motivaciones señaladas por algunos medios marroquíes es la sospecha de espionaje en materias sensibles por parte de agentes alemanes. Esta alternativa encaja con la demanda de mayor control de las fundaciones alemanas, ya que estos serían espacios adecuados para intercambiar información en el extranjero. Entre estas fundaciones, algunas voces señalan directamente a: Transparencia Internacional y a su último informe sobre la corrupción en la administración pública marroquí[iv], que acusa a la monarquía alauita de la pobreza y la corrupción; y al Grupo de Acción Financiera Internacional, que incluye a Marruecos en su lista negra respecto a la financiación del terrorismo y el lavado de dinero[v]. Estos informes suponen un duro golpe a la imagen internacional del Reino de Marruecos (Bennis, 2021).

Además, se habla de complicidad y apoyo de la causa saharaui por parte de sus miembros y las autoridades alemanas. Estas inquietudes se pueden observar en el propio Bundestag, donde el grupo parlamentario Alianza 90/Los Verdes presentó a debate la situación del Sáhara Occidental el pasado 14 de enero; siendo ésta rechazada[vi]. Queda todavía pendiente su tratamiento en la Comisión de Asuntos Exteriores de Alemania. En cambio, uno de los hechos señalados entre la prensa como motivo de la indignación marroquí es el izado de la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en el parlamento de la ciudad-Estado alemana de Bremen, el 27 de febrero de 2021[vii]. Como se puede deducir, una bandera no ha desencadenado este encuentro.

Por último, merece también una mención la importancia de las relaciones entre Alemania y Argelia, relativas al sector armamentístico. Al fin y al cabo, Alemania ha suministrado gran cantidad de vehículos blindados y, lo que es más importante, de contraprestaciones industriales y apoyo técnico a Argelia, como explicáramos en su día a propósito de los Fuchs y Boxer.

A pesar de todo lo anterior, estas cuestiones resultan eclipsadas por la revisión de los acuerdos políticos y armamentísticos firmados durante la Administración Trump por parte de Joe Biden; véase la suspensión de ayuda militar en la Guerra de Yemen. Es decir, Marruecos teme que el obsequio de Donald Trump en forma de reconocimiento quede reducido a “un viejo tweet”. No menos importante que esta decisión sería la implementación de lo que algunos vienen a considerar ya la “Doctrina Biden” hacia el príncipe heredero saudita Mohammed bin Salmán (MBS) y su país (Ottaway, 2021). En el caso de que las predicciones se cumplan y las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí se congelen, Marruecos presenciaría un divorcio entre sus dos padrinos político-militares.

Fábrica argelina del Fuchs. Todo un símbolo de la dirección que está tomando la política de adquisiciones del país y que se ha visto reforzada con la adquisición de los nuevos 8×8 Boxer.

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Autor

  • Mario Guillamó

    Graduado en Ciencias Políticas por la Universidad Pablo de Olavide, actualmente cursa el máster Paz, Seguridad y Defensa del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado. Su campo de investigación se centra en la seguridad en el Mediterráneo y el norte de África

1 Comment

  1. Marruecos sigue siendo muy dependiente de la inversión alemana en materia energética a pesar del fracaso de Desertec. Buena parte del impresionante desarrollo en energía eólica y solar vienen de la mano de empresas y tecnología alemanas, por no hablar del inminente desarrollo del Power-to-X, principalmente hidrógeno, que depende en casi su totalidad de capital Alemán.

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