El soldado flexible. El paradigma militar en una cultura post-heroica

El paradigma militar en una cultura post-heroica

El soldado flexible

El paradigma militar en una cultura post-heroica

Vicenta Espí Ferrer

En las últimas décadas el papel del militar ha ido cambiando a marchas forzadas; de asumir un papel heroico centrado en el valor y el sacrifico, se ha ido pasando (sin renunciar a la sangre) a otro mucho más discreto y polivalente, en el que virtudes como la humildad y la capacidad de gestión son si cabe más relevantes.

Para intentar comprender y analizar una sociedad y su cultura es necesario, en un primer momento, distinguir entre la realidad de esa sociedad y la retorica, en ocasiones no muy bien intencionada, que nos llega a través de los media mass y otras formas de expresión.

El Profesor Hernández Pacheco en su obra Oficial y Caballero. El paradigma militar en una cultura post-heroica nos describe cuál es el papel del militar en nuestra cultura actual, que él considera una cultura post-heroica, y como debe desenvolverse la milicia en este nuevo mundo.

Así pues, muchas de las afirmaciones homéricas y dramatizaciones que existen en la escena internacional actual e incluso algunas denominaciones categóricas como “ejes del mal”[1] no son más que una impostura y un reflejo y reflujo de un pasado heroico que hoy con la posmodernidad parece que se diluye.

Observamos día a día en los periódicos, en las cadenas de televisión y en las redes que el discurso político está plagado de héroes, de victimas, de mártires y de enemigos, pero los tiempos de la épica quedaron atrás.

La política y los políticos han pasado a ser los protagonistas en este nuevo horizonte post-heroico. Y así, se plantea el autor cuál es el papel de la milicia y dónde queda el paradigma militar.

¿Dónde queda el héroe en nuestra sociedad? La evolución del heroísmo

Vivimos pues en un mundo sin épica. El paisaje actual puede resultar sumamente mediocre si lo comparamos con el pasado que nos narra John Keegan en su obra La máscara del mando[2] donde nos explica la importancia de los líderes y cuáles son sus capacidades y lugares comunes.

El historiador británico aborda en su obra la figura de Alejandro Magno destacando en él “su temeridad y su constante presencia en primera línea”, calificándolo, como el “héroe supremo”. También nos habla de otros héroes que nos ha dado la Historia como el Duque de Wellington o Ulises Grant entre otros, para compararlos con lo que él considera el héroe de nuestros días.

El héroe post-heroico, en palabras de John Keegan, debe ser “Un jefe inactivo, que no haga nada, que no impresione con su ejemplo, que no diga nada excitante, que no premie pero que tampoco castigue, que insista sobre todo en ser diferente a la masa en su modestia, prudencia y racionalidad, puede que no suene a jefe de ninguna manera. Pero es, no obstante, justo el tipo de jefe que el mundo nuclear necesita, aun no sabiendo que lo quiere.”[3]

Desde la Antigüedad encontramos la figura del héroe, aunque el concepto de heroísmo y los criterios que lo definen han ido cambiando, dependiendo de los contextos históricos y de las diferentes culturas donde han ido surgiendo. Los héroes de la Antigüedad de la Roma y de la Grecia clásicas estaban por encima de los seres humanos tanto en su manera de obrar como de sentir. Eran vistos por los hombres como una especie de dioses que encarnaban la máxima aspiración de grandeza que cualquier ser humano desearía alcanzar.

Con la expansión del cristianismo y la llegada de la Edad Media se cristianiza también la figura del héroe que ya no lucha por motivos personales o pasionales sino por el bien común y la defensa de la justicia. Buen ejemplo de esto son las leyendas artúricas que nos describen a los caballeros medievales como protectores del reino, guardianes de la justicia y ejemplos positivos y piadosos. El género literario de la época avanzó en este sentido, dando lugar a los Cantares de Gesta que describían a los héroes como figuras moralizantes.

En la Edad Moderna la figura del héroe evoluciona nuevamente, apartándose poco a poco de las implicaciones cristianas que poseía en la Edad Media y acercándose más al ser humano con sus virtudes y sus defectos. Los cambios culturales, políticos y sociales que se dieron en esa época afectaron también a la figura del héroe dando lugar a nuevos arquetipos. Surge en este momento histórico la figura del antihéroe[4] que presenta motivaciones para sus actos menos altruistas y más guiadas por la envidia, la lujuria o la simple avaricia. Podríamos decir que a partir de ese momento los héroes tocan tierra, pronosticando así el principio de su fin y la era post-heroica. Estos héroes totalmente humanizados pasan a ser fuente de diversión y entretenimiento pero no de ejemplo y guía. Los héroes de este momento histórico son héroes en su mayoría surgidos de la literatura como Phileas Fogg o Sherlock Holmes, estos representan héroes de carne y hueso con más debilidades y miserias que virtudes.

Actualmente los héroes que nos presenta Hollywood y la industria del entretenimiento surgen de diversos medios como la literatura, el mundo televisivo o el digital y son utilizados por empresas publicitarias pasando a ser parte de este mundo globalizado que sigue las pautas de la obsolescencia programada o del “usar y tirar”.

Pocos de los héroes actuales quedan en el imaginario colectivo por mucho tiempo. En nuestros días su rasgo más importante es la multiplicidad. Existen héroes para todos los gustos y colores y no es el ser humano el que intenta imitar al héroe sino más bien el héroe el que se adapta a las diversas formas del comportamiento humano. Adaptándose pues “a gusto del consumidor”.

Características de una milicia post heroica

Pero ¿dónde queda aquí la milicia? ¿En qué punto ha perdido su forma heroica? El Profesor Hernández Pacheco nos muestra en su obra de manera sorprendente que la milicia siempre ha sido post-heroica.

En sus propias palabras “…el sentido general de una milicia, que no es expresión de la absoluta voluntad de vencer, sino que está esencialmente limitada por la ley. Este sentido post-heroico y esencialmente restringido del poder militar, que así se refuerza en Roma, venía ya de Grecia.”

La milicia en los tiempos clásicos surgió como servidora de la civitas. La transformación de los hombres que aspiraban a ser héroes, en oficiales al servicio de las leyes y del pueblo, es la lección más importante que nos ha dejado Roma.

Otra característica propia de la milicia actual es la caballerosidad. Esta característica surge en plena Edad Media con la generalización del caballo como elemento de guerra y con la urgencia de la Iglesia Católica de acabar la guerra de todos contra todos, gestionando la guerra hacia afuera como una necesidad, siempre llevada a cabo por valores morales de raíces cristianas. El fin de este “Estado de naturaleza” en palabras de Hobbes[5], llevó a la modernización de Europa y también a su avances en los terrenos social, cultural y especialmente en el terreno económico. Esta atenuación de la barbarie, de claro carácter post-heroico, funcionó y con el tiempo fue refinándose y perfeccionándose hasta hacer de la milicia un claro ejemplo de esfuerzo y sacrificio por el bien común. El militar con el tiempo deja de ser épico para convertirse en un verdadero “gentleman”, como diríamos hoy en día, en resumen, pasó a profesionalizar su empeño.

Este soldado flexible, en palabras de Marina Malamud,[6] debe adaptarse a este nuevo mundo globalizado y a estas nuevas formas de combate, para ello le es necesario tener un entrenamiento adecuado para poder llevar a cabo misiones de guerra en términos convencionales (enfrentamientos interestatales) y a su vez saber comportarse en marcos militares más difusos, como los que se dan en conflictos intraestatales o en los denominados conflictos asimétricos, incluso debe saber estar en misiones denominadas de paz o de control y salvamento de catástrofes naturales.

El militar post-moderno aparece en una época, en la que como vemos, se dan nuevas amenazas en las que no necesariamente se requiere un uso tradicional en el empleo de la fuerza. Lo que evidencia tal vez una mayor mimetización con la sociedad civil. En este contexto es donde surge la acepción de profesionalidad militar.

Pero la llamada y en ocasiones denostada profesionalidad militar no es la piedra angular de este nuevo paradigma militar. Por sí sola no basta, ya que como nos indica Hernández Pacheco “la actividad militar tiene como fin la salvaguarda de las libertades de la patria y el mantenimiento frente a toda forma de violenta barbarie de un espacio reflexivo de dignidad humana…sigue siendo necesario el ejercicio de las armas por aquellos que están comprometidos con ese ideal. Y ello requiere de un nuevo heroísmo, en la medida en que por defenderlo hemos de estar dispuestos al último sacrificio de la vida, propia y de aquellos que en un momento dado están a nuestras órdenes…”

Aquí se nos describe una nueva acepción del heroísmo para la que es necesario asumir desde el primer momento la propia muerte, pero no como un gesto épico de intenciones sobrehumanas, sino como última frontera en su misión de defender a la comunidad a la que se sirve. Aquí se presenta el término servicio como un nuevo fin de la milicia que a su vez lo diferencia de otros colectivos que también pueden encontrarse al servicio del pueblo y sus leyes. Un servicio que no obtiene los laureles de antaño pero que sigue siendo igual de necesario e importante.

Bibliografía

Notas

  1. Frase popularizada por George Bush e inspirada en los hechos de la IIGM: https://elpais.com/diario/2003/01/09/internacional/1042066806_850215.html
  2. http://www.cedeejercito.mil.ec/images/lecturas_recomendadas_portada/Lectura-recomendada-40.pdf

  3. http://pre.pixelplanet.es/metahistoria/project/la-mascara-del-mando/

  4. http://www3.ulima.edu.pe/Revistas/contratexto/Art%edculos/PDF/Configuraci%f3n%20y%20tiempo%20del%20antih%e9roe.pdf

  5. http://www.scielo.org.co/pdf/idval/v57n136/v57n136a01.pdf

  6. Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Escuela de Defensa Nacional

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