Anatomía de un golpe de estado

¿Qué es y qué no es un golpe de estado?

Anatomía de un golpe de estado

¿Qué es y qué no es un golpe de estado?

Raúl Suevos, coronel de infantería (r)

La expresión Golpe de estado tiene un origen francés en el libro del bibliotecario del cardenal Richelieu, Grabriel Naudé, Considerations politiques sur les coups d’etat, publicado en 1763 tiempo en el que solo se contemplaba tal posibilidad de la mano del príncipe. Será algo más tarde, también un francés, el que asentaría en la historia mundial el concepto, le coup d’état, con el del 18 de brumario, en los lejanos tiempos del Directorio, y llevado a cabo por Napoleón para acceder al poder en modo unipersonal.

En la lengua española encontramos también un buen número de palabras que se adaptan o aproximan al concepto que todos, en mayor o menor medida, creemos conocer suficientemente, como es el caso de cuartelazo, pronunciamiento, asonada, motín, insurrección o el germánico putsch, en el que la participación civil tiene una especial importancia. Existen diferencias, incluso importantes, entre todos esos conceptos y por todo ello nos proponemos desentrañar los elementos básicos y más sustanciales del concepto socio-político con especial interés en las variantes o modalidades que pueden darse en la actualidad en el mundo occidental, incluida España.

¿Qué es un golpe de estado?

Parece obvio que si queremos estudiar un concepto debemos contar con un elemento imprescindible, la definición, y aquí topamos con el primer obstáculo ya que los muchos autores que le han dedicado su atención, Luttwak, Malaparte, Huntington etc. hacen que podamos contar con una cierta profusión de definiciones pero, como eso podría llevarnos a la dispersión, nos hemos decidido por utilizar como referente para nuestro estudio la que consideramos más amplia y generalista entre las disponibles, de ese modo evitamos dejar de lado alguno de los aspectos a estudiar posteriormente ya que ésta, creemos, los contendría a todos.

Nuestra definición referente es la de Olivier Bricheti, data de 1935 y dice que un golpe de estado es “un acto de autoridad, reflexivo, brusco e ilegal, contra la organización, el funcionamiento o las competencias de las autoridades constituidas, llevado a cabo según un plan previo por un hombre o un grupo de hombres reunidos en un cuerpo o un partido para tomar el poder, defenderlo, reforzar su posición o modificar la orientación política del país.

En ella observamos que la violencia no es imprescindible, sí en cambio la intencionalidad, es decir, no es algo que suceda por casualidad, o de forma imprevista. Parece también claro que cuando habla de organización y autoridades constituidas podemos pensar en el estado, o quien detenta su poder. Marca también esta definición la planificación previa que redunda en cierto modo con la ya citada intencionalidad, reforzándola. También es importante notar que no señala a la milicia como necesaria aunque sí, en cambio, cita a un cuerpo o partido. Finalmente marca el objetivo que no es otro que el poder, total o parcial, pero siempre el acceso al poder.

Una vez que contamos con el referente de una definición parece necesario dar un repaso, forzosamente breve, a la historia de los golpes de estado para así, desde los distintos ejemplos visualizar el fenómeno con más claridad.

Será Napoleón, el que asentaría en la historia mundial el concepto, le coup d’état, con el del 18 de brumario.

Breve historia de los golpes de estado

El primer caso que nos viene a la mente es el de Darío I, el grande; rey persa que allá por el S.VI adc. Según nos cuenta Herodoto en su Historia, accede al poder tras eliminar al usurpador Gaumatas con ayuda de siete sabios o magos, o más probablemente potentados de la corte del anterior rey. El caso cuenta con todos los requisitos, sorpresa, planificación, grupo, etc. para ser considerado un golpe, palaciego tal vez, pero un golpe de estado sin duda.

En la época romana podemos hablar del “golpus interruptus” de Catilina que Cicerón transmite a la posteridad; y los más famosos de Sila y, sobre todo, Julio Cesar, con su famoso paso del Rubicón, ambos clásicos ejemplos de golpes de fuerza militar o pronunciamientos.

El Imperio turco es quizás el mejor ejemplo del tipo de golpe palaciego pues en su sistema dinástico se daba por asumido que el nuevo sultán sería el superviviente de la lucha fratricida entre los hijos del fallecido sultán. Una auténtica selección natural que si bien tenía visos de institucionalidad no es menos cierto que contaba con los atributos, por parte de los contendientes actuantes, de un golpe de estado.

El gran golpe del 18 Brumario, 10 de noviembre de 1799, año VII de la Revolución; en él Napoleón secuestra a la Asamblea con apoyo del Ejército, incondicional suyo tras sus victoriosas campañas en Italia, y de la masa del pueblo parisino, también con él. De este acto de fuerza sale el Triunvirato, bajo su control, que un tiempo después dará paso al Imperio que él gobernará hasta su derrota por la Gran Coalición. Es este un caso paradigmático pues muestra el arrojo de unos pocos –Napoleón, su hermano Luciano y Sieyés principalmente- , la intervención del ejército sin empleo de la violencia, el apoyo de las masas, que no siempre se dará y, finalmente, la anulación del poder constituido, la Asamblea y el Directorio. Golpe parlamentario que, finalmente y ante la previsión del fracaso, muta en golpe militar.

El siglo XIX español nos da una enorme muestra del llamado pronunciamiento, tipo de golpe en el que una parte o todo el ejército “se pronuncia” en contra de la situación, es decir, del gobierno, y provoca su caída de manera inmediata o tras algún tipo de enfrentamiento armado para después instalar un nuevo gobierno con la bendición real y en el que los pronunciados detentarán todo o parte del poder. En la misma época encontramos situaciones muy parecidas en los países hispanoamericanos, quizás con mayores choques armados. No incluimos aquí las Guerras carlistas por entender que se trataba de guerras dinásticas.

En el siglo XX nos encontramos con varias épocas y zonas en las que este tipo de fenómeno se muestra con especial virulencia. En Italia descubrimos la famosa Marcha sobre Roma llevada a cabo por Mussolini y que veremos más adelante. En España contamos primero con el Golpe de Primo de Rivera que al contar con el apoyo de las fuerzas políticas y sobre todo del Ejército le dará también acceso al gobierno con la bendición del rey Alfonso XIII, y aquí no hay partido político detrás. Más tarde será el fracaso del Alzamiento del General Franco, quien aparentemente solo contaba con el apoyo parcial del Ejército, el que provocará una sangrienta Guerra civil de tres años. En todos estos casos nos tropezamos con una sociedad en crisis, caldo de cultivo en el que las posibilidades del golpe parecen acrecentarse.

En Europa tenemos también casos paradigmáticos, el primero de ellos y de transcendencia histórica lo encontramos en el proceso revolucionario ruso que comienza con la caída del Zar y la instauración de un gobierno provisional que para octubre de 1917 tiene como jefe a Kerenski. Su caída vendrá de la mano de los soviets de Lenin y en su ejecución cuenta con todas las características del coup d’etat, aplicándole una concepción novedosa que cambiará para siempre la técnica del golpe de estado.

No entra el acceso al poder de Adolf Hitler dentro del fenómeno aquí descrito pero, con la caída de su régimen al final de la Guerra Mundial se producirá una ocupación de toda una serie de países en el este de Europa en los que, tras unos gobiernos de salvación nacional en los primeros momentos, accede al poder el partido comunista, marginal hasta entonces, con el apoyo de las fuerzas soviéticas ocupantes, lo que da a estos casos un elemento nuevo que es el apoyo físico del exterior, caso diferente del apoyo político o económico que, sobre todo en los tiempos modernos, es muy frecuente.

Tras la Guerra mundial, en Hispanoamérica, y coincidiendo con la llamada Guerra fría y la creación en Panamá de la Escuela de las Américas, entramos en una época de golpes militares apoyados políticamente por los USA –también por las operaciones encubiertas de la CIA- que llevan al poder a las élites militares de estos países, unas veces en forma unipersonal y otras como directorio colectivo. En casi todos los casos cuentan también con el apoyo del capital nacional y en algunos casos existe un apoyo social inicial.

Es la época en que en los países musulmanes van desapareciendo la mayoría de monarquías a manos de militares que encabezarán gobiernos pseudo-socialistas o pan-arabistas. En la mayoría de los casos el resultado ha sido de inestabilidad casi constante y la contemplación del estado actual de estos países así lo confirma. Basta dar un vistazo a los casos de Libia, estado fallido hoy en día, Iraq, estado fallido, Egipto, de nuevo un régimen militarista con Al Sisi, Túnez, estado en permanente zozobra, Mauritania, repetidos golpes de estado, Sudán, régimen militarista ahora en supuesta transición apoyada por los propios militares, Etiopía, régimen militarista, Eritrea, estado semifallido. El Golfo con la actual guerra entre Yemen y los Saudíes no necesita aclaración.

Finalmente tenemos el caso africano en el que una descolonización más o menos forzada da como resultado unas sociedades sin la suficiente base estructural que las convierte en permanente foco de inestabilidad lo que ha dado como resultado una serie inacabable de golpes militares, asonadas, cuartelazos, pronunciamientos, etc. que llega prácticamente hasta el momento actual en el que, la aparición del fenómeno radical islámico, parece que agravar la situación.

La transición política española contó también con un caso reseñable en la aprobación por las Cortes franquistas de la Ley para la Reforma política, toda una operación que vista fríamente cuenta con todas las características de un golpe parlamentario en el que las figuras de Sieyés y de Luciano Bonaparte vienen a conjugarse en la de don Torcuato Fernández Miranda, hombre político del tardofranquismo que no ha recibido las loas y el agradecimiento que la historia de España le debe.

Llegados aquí y sin haber hecho, ni mucho menos, una relación exhaustiva, cabe apuntar que la nueva situación geopolítica en la que la nueva Rusia pretende retomar la antigua posición de la Unión Soviética ante la supremacía norteamericana y la irrupción, mucho más peligrosa para los USA, de la nueva China creada por Den Xiao Ping, lejos de suponer el fin de la historia, promete tensiones de todo tipo y nos lleva a pensar que el fenómeno del Golpe tiene una larga vida por delante. Lo sucedido recientemente en Bolivia puede ser un ejemplo de tal aserto y un buen elemento para analistas ¿Es un golpe de estado? ¿La inacción de policía y ejército fue un acto de fuerza? ¿El pucherazo denunciado por la OEA justifica los hechos posteriores? Toda una colección de factores para ser estudiados y que, con seguridad, lo serán en un futuro próximo.

España tiene una larga y rica tradición de pronunciamientos militares, algunos de ellos exitosos.

La Técnica del Golpe de estado

Entre definiciones e historia ya podemos hacernos una idea de lo que supone esta vía de acceso al poder y entendemos que ha llegado el momento de estudiar la técnica o técnicas que suele usar ese grupo selecto de activistas arrojados e intrépidos que intentan, y a veces lo consiguen, hacerse con el mando de un país cualquiera y aquí nos hemos apoyado en un texto que se convirtió en la biblia de los golpistas de casi todo el mundo durante la segunda mitad del siglo XX, Tecnica del colpo di stato, del famoso periodista y escritor italiano Curzio Malaparte.

Es este un libro que ha tenido una trayectoria similar al más moderno Choque de civilizaciones de Samuel Huntington, creados ambos para alertar sobre los peligros de una acción o efecto, el golpe y/o el choque, no fueron entendidos así por la crítica política, interesada en la mayoría de los casos, y desde su publicación fueron denostados de forma categórica, con gran satisfacción económica para sus autores, todo hay que decirlo, pero la realidad y el tiempo los ha redimido y hoy siguen siendo cíclicamente reeditados. El caso de Malaparte es llamativo, le costó destierro de varios años en su país, eran tiempos del Duce, y fue prohibido durante muchos años en países como Italia, España o la propia Unión Soviética. Para los golpistas fue un referente, aunque no así para los gobernantes a los que daba, quizás, mayores recursos técnicos para la defensa del estado.

Con estas premisas y antes de abordar a Malaparte nos atrevemos a apuntar una serie de características del golpe de estado un poco como resumen de lo comprendido hasta ahora; es decir, hablamos de una acción que parte del secretismo en su preparación, cuenta con una cierta rapidez en la ejecución, también con un cierto riesgo que generalmente será proporcional a la asonada, carácter violento pero entendiendo que el simple uso de las masas –encuadradas o no- en según qué actitudes, actividades y momentos puede comportar un cierto nivel de violencia, aunque se presente como acción pacífica, en cuanto coarta o violenta la acción del estado; nace y se desarrolla en la mayoría de los casos desde dentro del poder mismo, las situaciones de crisis económica favorecen su desarrollo y, finalmente, la autoridad política suele ser débil.

Llegados aquí, vemos que la primera Gran Guerra y sus consecuencias generaron una gran actividad golpista. Ya en el temprano octubre de 1917 nos encontramos con el que consideramos el más importante por sus efectos posteriores y por la técnica empleada. Trotski, en contra de la opinión de la troika formada por Stalin, Kamenev y Zinoviev, y las dudas de Lenin, toma al asalto, de “un puñado de hombres dispuestos a todo” que previamente había adiestrado de forma meticulosa, toda la estructura técnica de Petrogrado –así habían rebautizado los soviets a San Petersburgo-, es decir, centrales de telégrafos y teléfonos, centrales eléctricas y de gas, estaciones ferroviarias y de tranvías, cruces clave de ciudad, etc. y deja de lado los edificios del gobierno, ministerios, sede presidencial –Kerenski- comisarías de policía, cuarteles militares. Con ellos deja al gobierno sin capacidad de gobernar pues nada funciona y cuando los ministros se refugian en consejo en el Palacio de invierno son capturados por las Guardias rojas de Trotski. Lenin es el nuevo zar de Rusia.

La gran innovación de Trotski se encuentra en atacar la parte técnica del sistema, y no la política o administrativa, y también el empleo de un número de activistas reducido y concienciado a los que ha preparado en secreto con dedicación y esmero, ellos son la parte fundamental del golpe.

En el 1920, ya en plena república de Weimar, el derechista Kapp con el soporte militar del general von Luttvig y sus tropas, organiza un golpe clásico que rápidamente se hace con los centros de gobierno de la capital y pone en fuga al gobierno. La huelga general total en la misma capital pedida por el gobierno de izquierdas lleva a la paralización de toda actividad y la incapacidad de actuar de las nuevas autoridades que a los pocos días tienen que darse al exilio.

Vemos aquí la falta de lecciones aprendidas y por ello el fracaso posterior del golpe, es decir, de nuevo la estructura técnica del país, pero en esta ocasión paralizada por la acción del gobierno derribado. Kapp no estudió el golpe de Trotski.

En 1922 Italia vive la “Marcha sobre Roma” de Benito Mussolini y alguno puede pensar que esa fue la acción golpista pero, nada más lejos de la realidad, el golpe fascista es de larga duración y empieza tres años antes. Mussolini, de formación y militancia marxista en su juventud, ha tomado muy buena nota de la experiencia trotskista del Octubre rojo. Sabe que tiene enfrente dos enemigos potentes que combatir antes de asaltar el poder, los comunistas y las organizaciones sindicales y durante los dos primeros años se dedica a combatir y derrotar a las guardias rojas comunistas, con mucho de pérdidas humanas y de masacres sangrientas por ambos bandos. El último año afronta el combate de la huelga general, el gran temor de Mussolini para el que se había preparado a conciencia; sus escuadras de técnicos, al modo trotskista, preparadas con tiempo y cuidado, suplantarán a los trabajadores en toda la estructura técnica del país; no son los mil hombres dispuestos a todo de Petrogrado, son doscientos mil y con el fracaso de la huelga general Mussolini ve llegado el momento de asaltar el estado.

La Marcha sobre Roma, con la que los fascistas toman el poder, necesita del control del territorio para impedir que nadie pueda obstaculizar sus columnas y para ello, de nuevo, usarán la técnica trotskista de control técnico de la estructura estatal dejando de lado la estructura política, prefecturas, comisarias, cuarteles militares, etc. En algunos casos, como en Florencia, introducen un elemento novedoso como es la publicación de noticias falsas en la prensa después de apoderarse de los periódicos y las emisoras de radio; técnica ésta de la que parece haber aprendido el general Queipo de Llano años más tarde en Sevilla.

Vemos en este caso italiano aspectos nuevos en la técnica del golpe, como es el periodo previo de combate a las fuerzas no estatales que les pueden hacer frente lo que hace que la brevedad del golpe se convierta ahora en un periodo de más de tres años. También el uso de los medios de comunicación, algo que en los tiempos modernos se ha convertido en absolutamente primordial para lograr el éxito. Por último, resaltar, como en el caso soviético, el empleo de las fuerzas paramilitares, las tropas de asalto y las escuadras fascistas.

Unos años más tarde, esta vez en Moscú, en 1927, vamos a ver como las técnicas pueden ser anuladas con operativos de la misma naturaleza. Trotski intentará de nuevo la toma del poder pero Stalin había aprendido diez años antes en Petrogrado cómo funcionaba la técnica golpista y prepara en secreto y de la mano de sus servicios de contrainteligencia esos equipos de “técnicos dispuestos a todo” que serán los encargados de parar los pies a las escuadras de Trotski en centrales eléctricas, centrales telegráficas, estaciones de tren, etc. El golpe fracasa y Stalin consolida su poder tiránico sobre la URSS y ya no lo soltará hasta su fallecimiento.

La Marcha sobre Roma, con la que los fascistas toman el poder, necesita del control del territorio para impedir que nadie pueda obstaculizar sus columnas y para ello, de nuevo, usarán la técnica trotskista de control técnico de la estructura estatal dejando de lado la estructura política, prefecturas, comisarias, cuarteles militares, etc.

¿Dónde encuadrar las acciones del gobierno Puigdemont?

En estos últimos tiempos son muchas las ocasiones en las que esta pregunta saltaba a la prensa o a las tertulias políticas y no es algo fácil de responder pero aún más difícil sustraerse a su análisis. El Tribunal Supremo ha zanjado la cuestión, desde el punto de vista judicial, calificando los hechos como sedición. La Constitución y el Código penal no parece que haya previsto actos de esta índole llevados a cabo totalmente por civiles y las matizaciones sobre el carácter y grado de la violencia empleados también parecen haber tenido suma importancia en el veredictoii. No obstante, y desde el punto de vista de la ciencia política, algunas consideraciones pueden hacerse: Es un hecho planificado en el tiempo, que no busca usar la fuerza de las armas para lograr sus fines sino, y más bien, asaltarlo desde el poder legislativo catalán mediante una DUI, declaración unilateral de independencia; cuenta también con algo parecido a las guardias rojas trotskistas de la mano de los CDR,s que actuarán como piquetes en caso de huelga general; su “puñado de hombres dispuestos a todo” se suponía que sería la nómina de altos cargos que trabajaban en secreto para poner en marcha un estado el día después, aunque visto lo visto no parece que todos estuviesen dispuestos a todo; sí, en cambio, el grupo de presuntos terroristas detenidos por la Guardia el pasado 23 de septiembre en fase de manipulación de precursores explosivosiii.

Hay otros aspectos, como el internacional, pues un estado, o un gobierno, no existe hasta que no es reconocido por sus iguales y en este caso no parece que un tal gobierno pudiese esperar mucho en el exterior. No son de despreciar las posibilidades que la huelga general tendría en un caso como este, si bien no está claro a que beneficiaría una paralización de Cataluña y de hecho los intentos hechos hasta el momento se han saldado con un claro fracaso; y, por supuesto, el uso de las masas –manifestaciones multitudinarias- tiene un claro efecto propagandístico para los promotores independentistas pero, inicialmente, no estaba claro el papel que podría jugar esas masas ante el llamado de los dirigentes independentistas, que en los últimos tiempos marca una clara tendencia decreciente y que, por el contrario, han servido de sustrato para que grupos de radicales independentistas y antisistema hayan mostrado la peor faceta de violencia callejera, hundiendo de esta forma la pretendida imagen pacifica del llamado procés.

En relación con el golpe parlamentario de Brumario tampoco podemos encontrar una correlación, si allí, mediante la coacción, Napoleón y Sieyés consiguieron lo que buscaban, en este caso, no parece que las fuerzas parlamentarias independentistas estén cerca de lograr sus objetivos sin forzar sus propios estatutos, lo que invalidaría el resultado, como vimos recientemente en el caso venezolano donde el presidente de la Asamblea asumió la responsabilidad de presidente interino del país ante la reiterada inconstitucionalidad del ex presidente Maduro.

Llama la atención otro aspecto, no necesario pero recurrente en muchos casos, el estado de crisis del país que en España, y particularmente en Cataluña, no se da, antes al contrario, el país sale en cabeza en todos los índices internacionales que en relación con la calidad del sistema político se publican. La polarización de la sociedad catalana en dos mitades contrapuestas ha sido fruto de un sistema educativo autonómico y unos medios de comunicación que han centrado sus esfuerzos, desde el inicio del régimen autonómico, en dar un enfoque sesgado a todo lo relacionado con la inexistente “nación” catalana para de esa forma contar con un buen nivel de reivindicación y apoyo en la opinión pública.

Por otra parte, se observa, como común denominador de todos los tipos de golpe, una clara falta de interés por la confrontación directa con las fuerzas del Ejército o la policía lo que nos lleva a observar que en Cataluña la presencia de Ejército o FCSE es muy reducida, cada año menor, quedando como casi única fuerza armada el Cuerpo de Mozos, dependiente del gobierno de la Generalidad, y que en los sucesos del 1-O tuvo una actuación que mantiene en la actualidad a su jefatura de entonces pendiente de juicio en la Audiencia Nacional, lo que nos lleva en este punto a pensar, llegado el caso, en la forma de que esta importante fuerza lleve a cabo de forma inequívoca las misiones que la ley le encomiendan sin necesidad de llegar a la aplicación del, ahora, famoso artículo 155 de La Constitución.

Mientras tanto, el Ejército, debería pensar seriamente en cómo, llegado el caso y siempre que el gobierno lo requiriese, podría apoyar a los Cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, no sólo desde un punto de vista logístico sino también de forma directa después de recibir la adecuada formación en técnicas de control de masas. Como hemos tratado de mostrar en estas páginas, las técnicas del golpe de estado son diversas y variadas, y, como es el caso, puede nacer desde instituciones que la Constitución, basada en la solidaridad interregional y la lealtad institucional, no pudo prever que se volverían contra ella, por todo ello, el Ejército, que jura “guardar y hacer guardar la Constitución” tiene también la obligación de prepararse para cumplir con su juramento.

Notas

Bibliografía y fuentes

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