
Blindaje Reactivo
Una solución ingeniosa en permanente evolución
Por Yago Rodríguez Rodríguez
Desde el nacimiento de los vehículos blindados, la coraza fabricada de acero o hierro fundido ha sido el principal medio de protección, aunque con el tiempo se hayan añadido nuevos materiales y se haya complicado su fabricación con la adopción de diseños espaciados, tipo sándwich, etc. El objetivo, siempre, ha sido el de lograr una protección igual o superior, a ser posible con un peso menor que ayude con otra de las características básicas del carro -y también muy relacionada con la protección-, como es la movilidad.
Un solo metro cúbico (1x1x1) de hierro fundido equivale a una masa aproximada de 8 toneladas, cifra que no se reduce demasiado con otros materiales o aleaciones, lo que lleva a un punto en el que la adición de más acero homogeneizado o de alta resistencia deja de ser viables.
De esa necesidad de alcanzar una mejor relación peso/protección han surgido varias ideas en su día innovadoras, como el empleo de blindajes a base de aluminio, menos eficaces pero más ligeros y que aún perduran en vehículos tan variados como el M-113 o la gama de VCI BMD rusos.
https://www.revistaejercitos.com/2018/09/16/sistemas-de-proteccion-activa/
A partir de los años 70, la disponibilidad y la capacidad industrial para manipular el titanio a gran escala dieron lugar a su inclusión en los blindajes ya que se trataba de un material con buenas propiedades contra municiones de cualquier tipo y además es más ligero que el acero, permitiendo reducir el peso total del vehículo. Eso sí, el titanio es más caro y difícil de transformar, lo que limitaba la cantidad de este que podía ser utilizado en cada carro. Además, en casos concretos como la Unión Soviética, los programas
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